Marta Gayá, la 'Reina de Mallorca': el gran amor discreto de Juan Carlos I
Un escándalo político en 1992 reveló el nombre de Marta Gayá, quien desde entonces evita a los medios.
Si ha habido una relación extramatrimonial de Don Juan Carlos que pueda considerarse profunda,ésta ha sido la de Marta Gayá. Una relación que fue durante años toda una historia paralela a la del Rey con doña Sofía. El rey emérito siguió teniendo relaciones más o menos breves con otras mujeres, pero Gayá siempre estuvo ahí. Fiel, callada y siempre en un segundo plano.
Marta comenzó a frecuentar los sitios de moda de Mallorca. De día acudía al Sporting Club, un club de tenis a pocos metros de Puerto Portals, y de noche, a la boite del Club de Mar, donde trabajó durante un año como relaciones públicas a las órdenes del conocido hombre de la noche Pepe Oliver. Así entró en la corte del rey: el príncipe georgiano Zourab Tchokotua y su mujer, Marieta Salas, el por entonces playboy Juan Marqués, el arquitecto Luis García-Ruiz y el empresario Rudy Bay y su mujer, Marta Girod.
La mallorquina formaba así parte del núcleo duro de amistades que rodeaban en muchas ocasiones a don Juan Carlos en Mallorca. Una corte que desplegaba todo su poderío en verano y que hacía que el monarca viviese una vida mucho más cercana a sus gustos, que la oficial que le rodeaba en Madrid.
Durante años disfrutaron de una relación que era un secreto a voces. El rey, recién entrado en la cincuentena, empezó a perder la cabeza rápidamente por ella: pasaban muchos fines de semana juntos y otros períodos no vacacionales. Ese amor le llevó a descuidar las obligaciones familiares e, incluso, las oficiales. En un principio, sus encuentros eran protegidos con gran cautela, pero no duró mucho.
La reina Sofía fue una las primeras personas en enterarse. En una cena con unos 200 comensales, en honor al multimillonario Aga Khan, llegaron el Rey, la Reina y sus invitados ilustres. Sin embargo, todavía había una mesa vacía. Ya casi en los postres, se presentaron el escritor José Luis de Villalonga y Marta Gayà, así como el príncipe Tchokotua junto a su mujer, Marieta Salas. En lugar de enfadarse, el Rey se levantó de la silla y fue a saludarles efusivamente, gesto que denigró a la Reina. Fue una presentación relativamente pública de la relación de Juan Carlos I con Marta Gayà, pero también un golpe muy duro para doña Sofía.
La relación sentimental fue más seria de lo habitual. Una relación que por entonces hizo temblar seriamente la estabilidad del matrimonio real. Marta llevó aquello muy discretamente a pesar de que era vóx pópuli. De hecho, siempre intentó no dañar a doña Sofía. Los encuentros tenían lugar preferentemente en Mallorca, en Gstaad (Suiza) o en París, donde ella se instalaba en casa de José Luis de Vilallonga a la espera de ser llamada por el rey. Pero para don Juan Carlos no había, de nuevo, mesura alguna.
En un momento muy duro para la vida de Marta Gayà, el Rey no dudó en dejar sus obligaciones como monarca y acudir junto a ella a Suiza, donde Marta se había recluido con un estado de gran ansiedad en la finca del príncipe georgiano Zourab Tchokotua, el gran confidente de don Juan Carlos durante esos años. El rey quería animar a la decoradora, que había sufrido un shock tras vivir in situ la muerte accidental del propietario de la compañía Spantax, Rudy Bay, y de su compañera, Marta Girod.
Escándalo político con nombre de mujer
Todo ello provocó una pequeña crisis política en 1992. Lo que hizo estallar la mecha era el relevo de Francisco Fernández Ordoñez, entonces Ministro de Justicia. El político padecía un cáncer en fase terminal y todo el mundo se preguntaba por qué el presidente del Gobierno, Felipe González, no lo relevaba. En una rueda de prensa, la Ministra-Portavoz Rosa Conde, al final contestó a los requerimientos que no se podía sancionar el nuevo nombramiento porque le Rey se encontraba fuera de España.
A partir de ahí la prensa comenzó a investigar el destino del monarca. El Mundo habló del viaje a Suiza y recordó que unos meses antes, el historiador Juan Balansó habló en clave sobre el proyecto del Rey de escribir sus memorias con José Luis de Vilallonga achacándolo a alguna “gaya dama”. Sin duda, quien fue más allá, es Jaime Campmany, el director de la revista Época. La publicación llevó a su portada una foto de Marta y tituló La dama del rumor. Una investigación firmada por el hoy director de elcierredigital.com, Juan Luis Galiacho, que levanto amapollas en los círculos políticos y económicos de entonces.
El escándalo estaba servido. Por primera vez la prensa rompía el gran tabú desde la Transición. Hablar de la vida privada del Rey. Hasta entonces, sólo Jaime Peñafiel, a través del micrófono de Encarna Sánchez en COPE, había hablado de la crisis del matrimonio regio. “El Rey está pasando por un período de crisis en su matrimonio que, si se le deja, esperemos que pueda solucionar”, dijo en su momento. Sin embargo, el escándalo ya había estallado.
Don Juan Carlos, presionado por Sabino Fernández Campo, entonces Jefe de la Casa del Rey, regresó el sábado 20 de junio por la mañana, despachó a Felipe González antes del mediodía y comió en privado con el presidente de Sudáfrica, Fredierik De Klerk, que estaba en Madrid de visita oficial. Por la noche ya estaba de nuevo en Suiza. Dejó plantada a doña Sofía, entre lloros, en la celebración familiar del último aniversario de don Juan Carlos, que cumplía 69 años, y que se celebró en el Club Financiero de la calle Génova de Madrid. La Reina, al día siguiente, sustituyó al monarca en la apertura de la Cumbre Iberoamericana. La desaparición del rey desde el 15 al 23 de junio levantó por primera vez en España todo tipode especulaciones sobre una supuesta relación extramatrimonial.
Juego de Tronos
Los servicios secretos españoles acusaron al exbanquero Mario Conde de la filtración. También en el caso de Bárbara Rey estuvo, supuestamente, involucrado, aunque queda claro que el propio CESID (hoy CNI) hacía un seguimiento y grababa conversaciones sobre las relaciones de don Juan Carlos.
Además de doña Sofía, el chivo expiatorio de la relación con Marta Gayà fue Sabino Fernández Campo, que acabó siendo sustituido como jefe de la Casa Real por Fernando Almansa, acólito de Mario Conde. Después de ese verano tumultuoso, Marta Gayà dejó de aparecer en las primeras planas de la prensa. La caída en desgracia del general Fernández Campo siempre estuvo rodeada de especulaciones. Según algunos medios, Pedro J. Ramírez, entonces director de El Mundo, confirmó a don Juan Carlos que fue él quien les filtró el nombre de Gayá para dar un escarmiento al Rey y que rectificase.
La familia de Sabino nunca perdonó el trato recibido. Mucho se ha hablado del papel de Mario Conde en este cambio en el staff de Zarzuela e incluso, en la época, corrió como un rumor según el cual, el banquero, al saber que a Sabino le había otorgado el título de Conde de Latores, éste soltó: “La va al pelo. Conde-delator-es”. Nunca se ha sabido la versión de Fernández Campo sobre lo sucedido. Desde 1993 se dedicó a dar conferencias y recibir premios, como ser nombrado miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Siempre atento con los medios, evitaba cualquier tema espinoso. Cuando le preguntaban por sus memorias sonreía y decía: “¿Para qué? Lo que puedo contar no interesa y lo que interesa no lo puedo contar”.
A la muerte de Sabino, en 2009, Marta reapareció asistiendo a su entierro y huyendo de las cámaras del programa Aquí hay tomate. Desde entonces la relación de Marta y Juan Carlos mutó en una profunda amistad. En el verano de 2017 el vídeo de un turista los descubrió en la iglesia de un pueblecito de Irlanda. Sin embargo, la obsesión de Gayá es la discreción. Pasa poco tiempo en Madrid y mucho en Suiza. Sabedora de que en Mallorca es carne de cañón de la prensa, en 2018 puso a la vente su piso de 300 millones en la isla balear que había adquirido en 1998. Su última visita a la isla de sus amores fue por un motivo triste. El pasado mes de mayo acudió a enterrar a su madre. La visita fue lo más breve posible.
Marta Gayá, según sus conocidos, siempre ha intentado tener una vida propia y privada, más allá de su historia de amor con el exmonarca. No quiere pasar a la historia como su amante oficial. Algo complicado para una mujer que siempre ha seguido, como gran amiga personal de don Juan Carlos, la evolución de su reinado y de sus avatares personales. De lo más alto a la decadencia de su reinado, y ahora en su jubilación.
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