'Las reinas del destape' (XIV): Bárbara Rey, la actriz que enamoró a Juan Carlos I
Éxitos, polémicas mediáticas y relaciones sentimentales han marcado la biografía de la vedette totanera
De todas las actrices de la Transición y el fenómeno del Destape. Sin duda, Bárbara Rey es la que más ha sabido sobrevivir profesional y mediáticamente. Mientras otros nombres fueron perdiendo presencia en los medios de comunicación. La vedette totanera siempre estuvo presente bien por sus éxitos profesionales, bien por las desventuras de su vida. Una biografía llena de anécdotas, éxitos y escándalos que Atresmedia llevó a la ficción bajo el nombre de Cristo y Rey.
Bárbara Rey, María García para el DNI, 'Marita la totanera' para los amigos, nació en Totana (Murcia) el 2 de febrero de 1950. Desde pequeña destacó por su afición al mundo del espectáculo. Admiraba sobre todo a Lola Flores, a la que llegó a imitar con mucha gracia años más tarde. Con el paso del tiempo también pasó a estar Concha Velasco en la su lista de iconos.
A María, le gustaba poco estudiar y vio en el título de Maja de Murcia en 1967 una oportunidad para llegar a Madrid, la Meca del espectáculo nacional. En la capital fue gogó de locales como Cerebro y se presentaba a todo tipo de concursos de belleza. Empezó a aparecer como extra en películas como La vida sigue igual (1969) a mayor gloria de Julio Iglesias. En 1970 fue Miss Madrid y quedó segunda en Miss España. Cuando la ganadora Fina Román se casó, hubo que buscar a alguien que la sustituyera. Ahí estaba Marita quien fue nombrada Miss España 1971 sin que mediara ningún concurso y sería, a la postre el primer escándalo de su vida.
Tras varios filmes sin importancia, la murciana decidió macharse casi un año a Londres. Años después contaría que se sintió acosada por alguien importante del mundo del espectáculo. Parece ser que mantuvo un flirteo con Junior, antes de su unión con Rocío Dúrcal.
A su vuelta a España puso su carrera en manos del mismo representante que el de la belleza argentina Rosanna Yanni. Nació así su nombre artístico en homenaje a su Barbra Steisand y a Fernando Rey, por aquel entonces el actor español más internacional. Su carrera empezó a crecer a pasos agigantados interpretando roles secundarios en comedias, a mayor gloria de estrellas como Ana Belén, Lina Morgan o su admirada Concha Velasco.
En 1975 dio el salto a las portadas de las revistas del corazón por un romance con Alain Delon. El astro del cine se encontraba en España rodando una película. La prensa nacional se llenó de portadas con la unión de Bárbara y el francés. A finales de año la rubia totanera fue elegida junto a Ágatha Lys y Paca Gabaldón para presentar el especial de Nochevieja en TVE a las órdenes de Valerio Lazarov. Se convirtió en una de las mujeres más famosas y deseadas del país.
Reina del destape
Tras la muerte de Franco el cine, la televisión y los kioskos se llenaron poco a poco de mujeres desnudas. Posteriormente se sumaría algún hombre. Las nuevas folklóricas del 'rompe y rasga' se convirtieron en las reinas del celuloide patrio. Además de desnudarse en revistas como Interviú, Party o Lib, exhibió su anatomía en filmes como La muerte ronda a Mónica, La viuda andaluza o Las delicias de los verdes años.
Compitió de tú a tú con otras las reinas de la Transición como Nadiuska, María José Cantudo o Amparo Muñoz. A Bárbara posiblemente le jugó una mala pasada la moda del destape y su físico. Que se acercaba más al de una sueca que al de una española castiza. Su talento para la comedia se perdió en papeles repetitivos. La excepción de su carrera fue en Carne apaleada (1978), un drama carcelario donde compartía cartel con Esperanza Roy y Terele Pávez. Interpretaba a una lesbiana en prisión por asuntos políticos. Años antes, ya había encarnado la primera historia lésbica de nuestro cine, si bien con tintes mucho más morbosos y eróticos. Fue en Me siento extraña y su compañera en la pantalla era Rocío Dúrcal.
Una vedette en el circo
En 1980 se alejó del cine para unirse a Ángel Cristo, un exitoso domador. La actriz cambió los escenarios por las carpas circenses. Juntos recorrieron el país y tuvieron dos hijos, Sofía y Ángel. La primera optaría por hacer una vida de cara a los focos. Ganándose el cariño del público y la prensa por su forma sincera y espontánea de contar sus cosas, incluidos sus problemas con las drogas. Un asunto que narró con naturalidad implicándose en ayudar a presas en el proceso de rehabilitación.
El matrimonio entre la actriz y el domador acabó en 1989 entre acusaciones de malos tratos por parte de Ángel. La mala vida del domador lo convirtió en un hombre prematuramente envejecido y sin la actriz, el circo empezó a perder éxito. Durante años las desavenencias entre la expareja ocupó páginas en las revistas y horas en la televisión. La murciana demostró en los platós tener recursos de espectáculo que el cine decidió desaprovechar.
Después de Ángel apenas se le han conocido relaciones, entre ellas con el futbolista Pedro de Felipe o Frank Francés. Este último, un atractivo jugador de paddle marroquí varios años más joven que ella y quien le hizo protagonizar sonadas polémicas en la prensa rosa. Previamente a su enlace con Ángel Cristo, fueron célebres sus relaciones con Carles Rexach y con Paquirri.
Con el jugador del Barça siempre quedó la duda de si fue ella quien avisó a la prensa, harta de que el futbolista no quisiera romper con su novia oficial. En cuanto al diestro de Barbate, este alternó la relación junto a la actriz con la oficial que mantenía con Lolita. Finalmente, el torero se unió a Isabel Pantoja. Sin embargo, de entre todas sus historias personales. Ha habido una que ha generado más comentarios que otras: la que la vincula a Juan Carlos I.
El affaire real
La historia se hizo pública cuando en junio de 1997 la actriz anunció a bombo y platillo que habían entrado a robar en su casa. Según declaró, habían entrado buscando material sensible que afectaría a la consabida “alta personalidad del Estado”. Bárbara además señaló a Manuel Prado y Colón de Carvajal, íntimo amigo del Rey, por lo que la gente rápidamente ató cabos. Prado y Colón de Carvajal, descrito por Carmen Rigalt como “el manco con la mano más larga de todo Madrid”. Fue utilizado por el Rey como enlace para todo tipo de aventuras incluidas las políticas. Como tantos otros amigos del monarca en los 90 acabó sentado ante un tribunal de justicia.
La relación con Juan Carlos I había comenzado a principios de la Transición. Se hicieron amigos a través de Adolfo Suárez, íntimo de la actriz durante la etapa en la que ella apoyaba al líder de UCD. La relación se inició a comienzos de los 80 y continuó de manera intermitente a lo largo del tiempo. Hasta que en junio de 1994 el rey Emérito de manera sutil, le hizo saber que la historia había acabado. Sin embargo, no iba a ser todo tan fácil. Según algunas fuentes, la murciana había supuestamente grabado varias conversaciones con el monarca.
La discreción nunca ha sido uno de los mejores atributos de Juan Carlos de Borbón. Con su supuesta amante hablaba sin tapujos de todos sus problemas, incluyendo aspectos íntimos sobre la Reina y el golpe militar del 23-F. Durante aquellos años parece que Bárbara Rey recibía de los fondos reservados del Ministerio del Interior. Unas atribuciones de entre uno y dos millones de pesetas aunque, según algunas fuentes, podrían ser más.
Más tarde, los agentes del CNI le abrieron una cuenta bancaria en el Kredietbank de Luxemburgo, donde ingresaron 26,3 millones de pesetas, según publicó Ok Diario en enero de 2017. Sin embargo, los ingresos se cortaron cuando la relación se interrumpió. Ella intentó llegar a un acuerdo indicando que tenía material gráfico y audiovisual que podía comprometer al Rey. Una historia que no ha sido explicada aún del todo y que la actriz nunca ha querido desvelar.
Lo cierto es que entre 1994 y 1996, la actriz recibió altos honorarios de TVE por presentar Esto es espectáculo junto a Ramón García. El programa se mantuvo hasta la llegada del PP al poder. Parece ser que entonces la actriz retomó sus peticiones directas de dinero.
Un robo nunca esclarecido
En los primeros meses de 1997, entró en el entorno de la actriz Cristina Ordovás, la marquesa de Ruiz de Castilla. Un personaje siniestro cuya relación con los Servicios Secretos españoles nunca ha estado del todo clara. Fue la aristócrata quien se encargó de hacer salir a la actriz de su casa la noche en la que supuestos agentes del CESID (hoy CNI) entraron en su chalé. La excusa era que a la actriz le entregaban el premio Bombín de Plata.
Bárbara presentó varias denuncias en una comisaría de Boadilla del Monte hasta que en junio de 1997 saltó a los medios. El escándalo recorrió todo el país. La vedette confesó estar recibiendo amenazas de muerte y aseguró que lo contaría todo en el programa Tómbola. Aunque viajó a Valencia desde donde se emitía el programa, Bárbara nunca entró en plató. Por otro lado, sí cobró por su intervención. Solo el diario Levante recogió una rueda de prensa posterior de la actriz. En la que esta acusó de nuevo a “altas personalidades” de querer vetarla.
Pronto llegó la calma y Bárbara obtuvo un ventajoso contrato para presentar un programa de televisión en Canal 9 durante cinco años. Lo que ocurrió en ese tiempo nunca se ha sabido del todo. Varios autores han dado su versión, como Jesús Cacho en El negocio de la libertad o Pedro J. Ramírez en El desquite. Este último llega a narrar una escena digna de Berlanga. Según el exdirector de El Mundo, la actriz recibía mensualmente un maletín con dinero a cambio de silencio. En una ocasión, Bárbara sospechó del ruido que provenía del mismo y lo lanzó a la piscina. Al ver que no estallaba nada, se zambulló a por el dinero.
Lo que sí parece claro es que la vedette supo moverse en el ambiguo mundo de los espías con la misma facilidad que en los platós de cine y televisión. Sorteó varias trampas y hasta tanteos de individuos de toda clase interesados en el supuesto material que la murciana tenía.
Es una historia llena de espacios en blanco que solo la actriz puede llenar y por ahora, parece que no está dispuesta a contar. Aunque entre líneas sí lo ha hecho en sus recientes entrevistas. Sabe que es su última baza y nadie sabe si algún día la jugará.
¿Por qué decidió grabar esos vídeos y audios? ¿Qué hay de importante en ellos?. Supuestamente la actriz colocó cámaras y micros adquiridos en la Tienda del Espía para grabar sus encuentros íntimos con el Rey. Claro que, más darían de sí sus supuestas conversaciones sobre temas políticos y familiares así como un vídeo en el que parece que la actriz le sirve una paella en minifalda.
Muchos creen que Bárbara buscaba un chantaje a la Corona. Otros que simplemente se grabó como protección. La actriz tenía muy presente el final de otras compañeras que habían tenido relaciones con hombres poderosos y que no habían sido muy halagüeños. Como es el caso de sus amigas Nadiuska y Sandra Mozarowsky. Solo ella sabe hasta qué punto se arriesgó en ciertos mundos que, en teoría, le eran ajenos.
Bárbara Rey protagonizó, voluntariamente o no, uno de los episodios más oscuros del reinado de Juan Carlos I. Una historia llena de sombras en la que la artista demostró que tenía una inteligencia natural y un instinto de supervivencia que sorprendió a muchos.
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