El lado más humano de la 'Pasionaria' Dolores Ibárruri a los 128 años de su nacimiento
Nacido en Gallarta el 9 de diciembre de 1895, destacó en el PCE.
La tengo en mi memoria, tal como la conocí, personalmente, que era tal como la había visto en las fotografías antes de su llegada a España en 1977, tras cuarenta años de exilio en la URSS. Esbelta, pese a sus 83 años, arrolladora en su palabra, vestida de negro y negros sus pendientes: “Me puse el luto muy joven y no me lo he quitado nunca”. Era Dolores Ibárruri, conocida como la "Pasionaria", mítica diligente del Partido Comunista de España (PCE).
Había nacido en Gallarta, cuenca minera de Vizcaya, tal día como hoy, 9 de diciembre de 1895, en el seno de una familia de mineros.
El sucesivo fallecimiento de sus hijos le fue marcando el camino, político, de una realidad impensable desde su condición de católica practicante. Con 21 años se casó con un minero socialista. El ser madre tan joven y perder a sus hijos, “por no poder darles el alimento necesario”, la llevó al cambio de lo que hasta entonces había sido la razón de su vida; la fe en la religión católica. Había dolor, más que rencor, al contarme su historia: “No teníamos dinero ni para enterrarles. El tendero del pueblo nos dio unas cajas de fruta que fueron los ataúdes de mis niños”. No encontré rencor en sus palabras; sí mucho dolor; hay heridas que no las cierra el paso del tiempo. Ni aun estando en las antípodas de su ideología política, podría dejar indiferente a nadie tanto sufrimiento. Se hizo un silencio que no fui capaz de romper.
Gallarta, siempre presente
Era remover su pasado en aquella entrevista en la que, también, mostraba su felicidad por volver a España, sobre todo a Gallarta, su pueblo, donde dio el primer mitin marcando posiciones al mandar callar a un grupo que gritaba gora ETA. “Estamos aquí para pedir el voto para la Constitución”. Y callaron.
Hasta su fallecimiento en 1989, tuve varias entrevistas con ella, con su familia. Fueron más de corte amistoso aunque tengo que decir que en lo profesional fue muy generosa conmigo.
Era una cocinera excelente y tuve ocasión de comprobarlo. Hacía unas patatas en salsa verde deliciosas y se jactaba de ello, llevando a su terreno, también en esto, el lado político-social: “Es un plato muy sencillo. Los ricachones de Neguri, que podían comer merluza, despreciaban las cabezas, y el pescadero de Gallarta se las regalaba a mi madre que nos hacía unas patatas para chuparte los dedos”. Me hizo gracia la expresión, casi infantil, dicha con un enorme acento vasco que nunca perdió a pesar de los 40 años transcurridos: “A mí me conmueve todo lo vasco. He tenido siempre presente a mi pueblo, Gallarta; lo he visto permanentemente. Quiero al País Vasco como se quiere a algo entrañablemente tuyo, ¿comprendes? Es curioso porque resulta que igual no me acuerdo de lo que hice ayer, pero parece que estoy viendo a los hombres de la mina que los veía desde mi casa”.
La "Pasionaria", "contra el aborto"
Recuerdo ese día memorable en el que, una vez más, Pasionaria le cedió su lugar a Dolores. Era 1983 y en el Congreso de los diputados se debatía la ley del aborto. Había expectación. Pasionaria había sido recibida con una fuerte ovación pero, a los allí presentes, se les heló el gesto cuando la vieja dama soltó lo inesperado: “Yo estoy contra el aborto”.
Se hizo un silencio seguido de un murmullo y aplausos de los partidos políticos, presentes, en contra del aborto. En la bancada socialista no daban crédito. Ante la situación de desconcierto, el grupo comunista se abstuvo y también el representante de Euskadiko Ezkerra, Juan María Bandrés.
Pasionaria 25 años Dolores vive 1989-2014
Dolores me puso fácil la pregunta y la respuesta fue contundente: “Mira, hija, una mujer que ha tenido seis hijos no puede estar a favor del aborto”. Dejaba patente que la interrupción voluntaria de una vida humana, incipiente, nada tiene que ver con ser progresista, ni con ser de derechas o de izquierdas. Su hija Amaia, presente en la conversación, no pudo contener la emoción ante la afirmación de su madre y me dijo con su mismo criterio: “A mi madre le tengo que agradecer que me haya dado la vida. Si mi madre hubiera abortado, yo no estaría aquí ahora para cuidarla como ella me cuidó a mí toda la vida sin soltarme de su mano”. Nacida de un embarazo de trillizas, Amaia sobrevivió a sus dos hermanas, Amagoia, quien murió a los pocos días de nacer, y Azucena, quien falleció a los dos años. Ella era la única superviviente de los seis hijos de Dolores, tras el fallecimiento de su hermano Rubén, caído a los 22 años en la batalla de Stalingrado.
Nacida "para dar dirección a los vientos"
Hoy he querido rememorar esta parte de mi vida profesional, en un breve apunte sobre el lado humano de Dolores Ibárruri en el día de su nacimiento. Era una sencilla mujer de pueblo, católica en sus orígenes, que terminó siendo una líder del comunismo occidental, a la que Miguel Hernández en su Poema "Pasionaria" le dedicó esta frase: “Naciste para dar dirección a los vientos”.
Un día, de los que compartíamos un café en su casa, Dolores, echando la vista atrás, recordaba cómo en Moscú se reunían los españoles en la Casa de España: “Había muchos exiliados de la guerra y muchos niños con los que se criaron mis hijos, Amaia y Rubén y, sobre todo, había muchos vascos que habían formado un orfeón y cantábamos nuestras canciones… ya sabes… desde Santurce a Bilbao. Y siempre terminábamos con el Gernikako Arbola. A mí todo lo vasco me conmueve”.
Y así, hoy también, con el Gernikako Arbola, cierro este relato en su memoria, y no puedo evitar emocionarme cuando lo escucho, porque siento la emoción que ella sentía, por el significado que tiene para los vascos lo que dice esta canción, compuesta por José María de Iparraguirre en el siglo XIX.
El sonido no es el mejor, pero su voz, la voz de Dolores, es rotunda, inconfundible y poderosa. En este 9 de diciembre, va por ella.
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