Inma Chacón: Mi hermana Dulce me incitó a escribir, sabía que sería mi gran pasión
Con su séptima novela, 'Los silencios de Hugo', rinde homenaje a la generación que enfrentó el sida.
Los silencios de Hugo es la séptima novela de Inma Chacón y la obra con la que la editorial Anaya lanza su nuevo sello Contraluz. Una novela sobre la generación que se enfrentó a la llegada terrible y arrolladora del Sida y sobre el valor de lo que no se cuenta. Sobre su nuevo libro, las pandemias, Extremadura y su hermana Dulce ha charlado con Elcierredigital.com.
- Su novela nace de un homenaje a un buen amigo, pero también es una reflexión sobre el poder del silencio.
- El principal objetivo era rendir homenaje a mi amigo, pero quería que la novela tuviera un mensaje. Está articulada alrededor de los silencios como actos de generosidad.
- ¿No hay un punto de egoísmo en Hugo cuando ve que el silencio hace más daño a su hermana Olalla?
- El silencio puede enfocarse desde maneras distintas. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Hemos utilizado todos ese recurso muchas veces. No nos parece negativo, aunque a veces, el silencio es una manera de mentir. Bien administrados, lo silencios funcionan. Olalla se siente traicionada, pero no se da cuenta que ella enseñó a Hugo a silenciar lo que le pasa. Ella también mantuvo silenciado el dolor que le generaron las secuelas de la polio por no hacer daño.
- El libro también es un retrato de una generación muy concreta. ¿Es deliberado?
- Quería ser un homenaje a mi generación. Quería que se viera reflejada esa etapa. Nosotros vivimos la ilusión de la democracia, la efervescencia y la decepción y la aparición de esa pandemia que fue el Sida, esa estigmatización... Fue un poco lo que nos frenó. En la novela están reflejadas todas las reacciones que se podían tener en esa época ante una enfermedad que suponía muerte: solidaridad absoluta, rechazo frontal y miedo paralizante. Se centraron todas las miradas en dos colectivos que fueron machacados: los homosexuales y los drogodependientes. La prevención se basaba en algo terrible: la falta de contacto.
- Las reacciones recuerdan mucho a lo que ha pasado con la pandemia.
- Completamente. Hay dos cosas que tienen en común las dos enfermedades. La primera, el desconocimiento y el miedo a morir ya que en ambos casos al principio había una incidencia alta. La segunda, es que una vez que se ha conocido el origen de la enfermedad, se han centrado en la prevención y la ciencia se ha unido para buscar la solución.
- ¿No cree que parece que nos hemos olvidado del Sida?
- Creo que se habla poco de determinadas enfermedades que se pueden evitar. Pero no se deben hacer campañas culpabilizadoras. La falta de información produce contagios. Por ejemplo, hay mucha gente joven con el virus del papiloma humano. No se habla lo suficiente de la forma de contagio.
- ¿Es más difícil construir una novela partiendo de un hecho real o partir de la imaginación?
-Es más difícil, partir de un hecho real pero llegar a un plano de ficción con ello no es sencillo. A veces la realidad no resulta verosímil y en una narración de ficción se requiere eso. Tiene que tener apariencia de verdadero. Muchas veces en un relato no resultan verosímiles algunos elementos reales. Yo este libro lo he tenido en un cajón muchos años hasta que cogí la distancia necesaria con el hecho real.
- Extremadura está en todos sus libros.
- Sí. Hasta en La filipiananas que se desarrolla en Filipinas lo hice. En el barco los protagonistas escuchan cantar una jota extremeña. Es un homenaje a la tercera provincia extremeña: la emigración.
- ¿Cree que Extremadura sigue siendo la Cenicienta española?
- Hombre, ahí está el famoso AVE Madrid-Lisboa que no llega nunca. No hay manera de situar Extremadura en el mapa. Una zona mal comunicada es una zona olvidada. Las carreteras están bien pero no hay tren. La última vez tardé siete horas en llegar. Es un lugar que si se conoce, enamora.
- Extremadura y su hermana Dulce son temas inevitables. Cuando fue finalista del Planeta leí una declaración suya que decía algo así como que con ese premio desligaba al fin su obra de la de Dulce...
- Me alegra que me hagas esa pregunta. En La Vanguardia llegaron a poner de titular que con este premio "mataba a mi hermana". No sé si dije algo, pero no eso. Siempre hablo de ella. En todos mis libros aparece la misma dedicatoria al final: "Y a Dulce, por supuesto". Estoy en el mundo literario por ella. Desde que murió, no ha habido un solo día que no haya pensado en ella. Ni un sólo día estuvimos sin hablarnos o vernos. Hasta nos compramos una casa una enfrente de la otra.
- Puede que lo que cambiase fuese la percepción que teníamos los medios de usted.
- Sí, seguramente. A partir del Planeta tengo más proyección, pero eso siempre va ir unido a mi hermana. En presentaciones o charlas los moderadores dudan si nombrarla. Yo les digo que sin problema. Para mí es un orgullo.
- También es inevitable juzgar cuando alguien que comparte el apellido con otra persona que ya había triunfado en la literatura se lanza a ese ruedo.
- Lo comprendo y cuando salí a la palestra mucha gente habló. Esa moneda iba a tener una cara y una cruz. Las asumí las dos. Admiro profundamente a Dulce y ella me admiraba a mí. Nuestra relación era tan bonita y auténtica que no cabría en ninguna de las dos un ápice de envidia. Yo siempre he sido yo. Cuando hay dos gemelos la gente tiende a ver la misma persona dos veces y eso no es así. Cada uno tiene su entidad.
- ¿Cómo se produce ese salto a la literatura?
- Yo no quería ser escritora. Los silencios de Hugo lo dejé en un cajón cuando me llamaron de la universidad. Cuando le detectaron a Dulce el cáncer me pidió que escribiera yo la novela que ni siquiera podía empezar sobre Isabel de Moctezuma, La princesa india. No le dio tiempo y me pidió que lo hiciera. No tiene nada que ver la forma en cómo lo conté yo a cómo lo habría hecho hecha.
- Menuda responsabilidad.
- Por eso al salir a la palestra con esa novela tenía que decirlo. No podía silenciar ese dato. Iba a haber gente que lo aceptaría y gente que no. Hubo mucha gente que lo rechazó. Lo asumí.
- ¿Pensó que después de ese libro habría más?
- Pensé que se iba a quedar ahí. La escribí porque se lo había prometido y cuando escribía el libro me sentía muy unida a ella. Su muerte fue un mazazo. Me tuve que volver a construir a mí misma. Escribir me absorbía de la tristeza. Fue una sanación. Cuando terminé, pensé que me iba a morir. Habíamos nacido juntas y pensaba que era lo lógico, pero como tenía que terminar la novela eso me dio fuerzas. La escribí en poco tiempo por eso. Tenía una hija pequeña y para espantar la idea de la muerte empecé a escribir la segunda novela para seguir viva. Yo creo que Dulce me lo pidió porque sabía que la literatura se convertiría en mi pasión. Yo era la primera lectora de todos sus libros y cuando escribí las cincuenta páginas de lo que hoy es Los silencios de Hugo se lo enseñé a ella. Por eso con la publicación se cierra un círculo precioso. He crecido mucho como autora. He ido madurando y he ido buscando la desnudez del paisaje, la estructura de la novela tal y como tenía que ser.
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