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Un grupo de personas toca tambores con baquetas en un evento, vistiendo túnicas negras y rojas con un emblema bordado.
CULTURA

Come, reza, ama: Semana Santa en el norte de España

Destinos como Bilbao, Santander o Lerma son algunas de las paradas indispensables en la Semana Santa en el norte

Cuando se piensa en Semana Santa en España, la mente viaja casi de inmediato a Andalucía: Sevilla, Málaga, Granada… con sus vírgenes de mirada doliente, sus saetas al cielo y sus calles perfumadas de incienso. Pero existe otra Semana Santa, igual de auténtica, menos masificada y profundamente conmovedora: la del Norte de España.

Una Semana Santa castellana, sobria, medieval y espiritual; una Semana Santa vasca, de profundas tradiciones, y cántabra, con sabor marinero y pasión desbordada.

Hoy te proponemos una ruta diferente. Un viaje que no sólo te llevará por bellas
procesiones, sino también por rincones con historia, buena mesa y alma viajera. Desde Madrid hacia el Norte, deteniéndonos en pueblos y ciudades que, aunque menos mediáticas, guardan un encanto inmenso. Porque en Semana Santa también se puede comer, rezar, amar… y descubrir.

ARANDA DE DUERO, ruta de la Mesta

Partiendo de Madrid hacia el Norte, Aranda de Duero se presenta como la primera parada natural, un alto en el camino que merece ser vivido. Situada en pleno corazón de la Ribera del Duero, esta villa castellana ofrece una combinación perfecta de patrimonio, historia y gastronomía. Pasear por sus calles es descubrir un entramado medieval que conserva intacto su carácter, con sus célebres bodegas subterráneas medievales, auténticos laberintos de piedra que guardan el alma de sus afamados vinos.

Un pasillo subterráneo con paredes de piedra y arcos de ladrillo iluminado por una luz cálida con barriles de madera a un lado y una mesa cubierta con un mantel verde.
Bodegas de Aranda del Duero | Cedida

Y en estas fechas, la Semana Santa llena de solemnidad sus calles, con procesiones que recorren el casco antiguo envueltas en un ambiente de recogimiento y tradición.

Culminar la visita disfrutando de un lechazo asado en horno de leña, acompañado de un vino de Ribera del Duero, es rendirse al verdadero espíritu de esta tierra: noble, auténtica y generosa.

LERMA, tierra de Arzuaga

Continuando el trayecto, Lerma aparece como la siguiente parada obligada. Pequeña, señorial y con un legado histórico sorprendente, esta villa fue residencia del Duque de Lerma, poderoso valido de Felipe III. Su Plaza Mayor, una de las más grandes de España, se convierte en estos días en escenario procesional, rodeada por soportales y edificios de aire noble.

Un edificio histórico con torres puntiagudas se alza sobre una colina rodeada de árboles y un campo abierto bajo un cielo parcialmente nublado.
Lerma. | Cedida

Pasear por su cuidado casco histórico es viajar a una época de esplendor cortesano, donde cada rincón conserva el eco de su pasado. Visita imprescindible es el Parador Nacional, antiguo palacio ducal, hoy convertido en hotel, que conserva la grandeza y sobriedad de su arquitectura original. En estas fechas, Lerma ofrece un ambiente sereno y contenido, que invita al paseo pausado y a la reflexión.

BURGOS, Penitencia Gótica

Y así, nuestro camino nos conduce a Burgos, noble Cabeza de Castilla, donde la historia se asoma en cada rincón. Cuna del Cid Campeador, héroe inmortal de la literatura y la leyenda, y etapa esencial en el Camino de Santiago, esta ciudad castellana es un refugio de piedra y memoria que alberga siglos y siglos de aventuras y hazañas.

Presidiendo su perfil se alza la Catedral de Santa María, declarada Patrimonio de la
Humanidad, un imponente templo gótico que es, sin duda, uno de los más sublimes de Europa. No menos ilustres son el Arco de Santa María, antigua puerta de entrada a la urbe, o el Monasterio de las Huelgas, testigo de coronaciones, sepulcros reales y siglos de espiritualidad. El paseo junto a la ribera del Arlanzón, entre árboles, puentes y viejos muros, completa una estampa serena.

Una catedral gótica con torres altas y detalles arquitectónicos intrincados bajo un cielo azul claro, rodeada de personas caminando en una plaza amplia.
Catedral de Burgos | Cedida

En Semana Santa, Burgos se transforma. La ciudad adopta ese aire grave y solemne, tan propio de Castilla, donde el silencio es parte del lenguaje. Las procesiones recorren sus calles estrechas con sobriedad, recogimiento y respeto, en una liturgia que no necesita artificios para emocionar. Es entonces cuando emerge, con fuerza, la gran tradición imaginera de Castilla y León, de la que Burgos es dignísima heredera.
Aquí, como en tantas otras ciudades de la región, la imaginería procesional alcanza alturas insuperables, gracias a la obra de grandes maestros como Gregorio Fernández, Juan de Juni o Francisco del Rincón.

Sus esculturas (auténticas joyas del Barroco español) desfilan sobre los hombros de los cofrades, convirtiendo cada paso en una escena conmovedora, en
un relato mudo de pasión y fe, tallado con un dramatismo que sobrecoge. Castilla y León atesora algunas de las mejores colecciones de imaginería sacra de toda Europa, y su Semana Santa es, por ello, un museo viviente al aire libre, donde arte y devoción se entrelazan.

Next step: MIRANDA DE EBRO

A orillas del Ebro y con un pasado medieval, Miranda de Ebro marca la última parada antes de abandonar Castilla y León. El Puente Viejo, el Castillo y su Casco Antiguo conservan el encanto de su historia, invitando a descubrir sus raíces.

Una estación de tren antigua con una locomotora de vapor en el andén y varias personas esperando.
Ferrocarril de Miranda del Ebro | Cedida

Pero es, sobre todo, el recuerdo de su antiguo cónclave ferroviario, con su imponente estación y el ir y venir de trenes, lo que sigue hablando de una Miranda que fue uno de los principales nudos ferroviarios de España, un punto estratégico clave en las comunicaciones del norte, aunque hoy esa relevancia haya quedado en un discreto segundo plano.

VITORIA-GASTEIZ, en Tierras Romanas

Nos despedimos de los campos de Castilla y nos acercamos poco a poco a los límites terrestres antes de llegar al mar Cantábrico. Álava nos recibe con los brazos abiertos y un sinfín de planes por descubrir: desde los encantadores pueblos de la Rioja Alavesa hasta su espléndida capital, Vitoria-Gasteiz. Aquí se elaboran algunos de los mejores vinos del mundo en bodegas de renombre como  Marqués de Riscal, Izadi o Luis Cañas, rodeadas de viñedos infinitos y paisajes que invitan a perderse y conectar con el espacio.

Edificio moderno con diseño arquitectónico de formas curvas y colores metálicos brillantes en un entorno natural.
Bodegas Marqués de Riscal | Cedida

Durante la Semana Santa, las tradiciones más singulares cobran vida en estas tierras. En varios pueblos se celebra la ancestral Quema de Judas, donde un muñeco que simboliza la traición es reducido a cenizas en plazas y calles, en un ritual lleno de historia y emoción.

En Vitoria-Gasteiz, las procesiones recorren su cuidado Casco Medieval, con la Catedral de Santa María como testigo, y una atmósfera que mezcla recogimiento, cultura y una gastronomía que enamora.

BILBO, el estilo burgués

Y ahora sí, llegamos al gran Bilbao, una ciudad que ha sabido reinventarse con creces y hacer de una ciudad gris, una de las más imponentes urbes del planeta. Destaca el Museo Guggenheim, icono mundial de arquitectura contemporánea, y el animado paseo junto a la ría, donde modernidad e historia desfilan al ritmo de las aguas. Tan recomendable como atractivo es perderse por el  Casco Viejo y sus míticas Siete Calles, perfectas para ir de bar en bar y saborear Bilbao con sus pintxos y “txikiteo". 

Desde allí, es fácil llegar a lugares como la majestuosa  Basílica de Begoña o cruzar la ría por el famoso Puente Colgante de Portugalete, Patrimonio de la Humanidad.

Una imagen de una procesión religiosa con una figura de la Virgen María adornada con flores y un manto, frente a un edificio histórico en un día nublado.
Imagen de la virgen de La Dolorosa en una procesión | Cedida

En Semana Santa, Bilbao se viste de recogimiento y solemnidad con las procesiones
organizadas por sus nueve cofradías. Más de una veintena de desfiles recorren la ciudad, destacando pasos tan emblemáticos como el Cristo de la Villa o la Dolorosa. El Museo de Pasos de Semana Santa permite, además, adentrarse en la historia y el valor artístico de estas tallas y tradiciones.

Muy cerca, en la villa de Balmaseda, se celebra uno de los Vía Crucis vivientes más impresionantes del país, una representación cargada de realismo y emoción. Y si seguimos ruta hacia Cantabria, nos espera otra cita similar, aunque única: la Pasión Viviente de Castro Urdiales, una de las más conocidas y multitudinarias, donde todo un pueblo se transforma para revivir las últimas horas de Cristo.

CASTRO URDIALES: Pasión Viviente

Salimos de Euskadi para adentrarnos en la infinitud verde y atlántica de Cantabria, llegando a Castro Urdiales.  Como comentamos antes, en estas fechas se vuelve imprescindible presenciar su famosa Pasión Viviente, una representación única que va mucho más allá de las habituales celebraciones de Semana Santa. Más de 600 vecinos transforman las calles, acantilados y rincones de la villa en un escenario realista y sobrecogedor, capaz de conectar con lo más profundo de quien la contempla, metiéndonos de lleno en la trama y haciéndonos partícipes de una experiencia emocional, casi mágica, que trasciende lo religioso.

Una representación teatral de la Pasión de Cristo con un actor llevando una cruz mientras una multitud observa en un entorno histórico.
Pasión Viviente de Castro Urdiales. | Cedida

Pero Castro Urdiales es mucho más que esta celebración. Es una de las villas marineras más hermosas de España, con su puerto tradicional, la imponente iglesia gótica de Santa María vigilando el Cantábrico, sus escarpados acantilados y la imagen de la Virgen en lo alto del monte, iluminando las noches costeras. Cada rincón destila pureza, ya sea paseando por su animado paseo marítimo o perdiéndose por las calles del casco antiguo, con sabor a villa pesquera pero con el ambiente alegre de las calles bilbaínas, donde los pintxos y la vida social acompañan a cada paso.

SANTANDER: Elegancia Marinera

Y qué mejor manera de cerrar esta Semana Santa norteña que en Santander, una ciudad que respira brisa marina, elegancia discreta y ese aire señorial que aún sobrevive en sus calles. Pasear por su paseo marítimo es dejarse envolver por la calma del Cantábrico, mientras la  Península de la Magdalena se asoma majestuosa, coronada por su palacio, antiguo refugio veraniego de la nobleza. Si el tiempo acompaña (y en primavera suele regalar momentos únicos) la playa del Sardinero invita a refrescarse, tomar el sol o simplemente relajarse con el rumor del mar de fondo.

Playa concurrida con personas disfrutando del sol y el mar, rodeada de vegetación y edificios al fondo.
Playa del Sardinero. | Cedida

Una vez aquí, no puedes dejar pasar la oportunidad de dejarte caer por Cañadío. Un rincón con esencia, autenticidad y sabor, donde vayas con quien vayas, es imposible fallar. Santander es, al fin y al cabo, un pequeño lujo al alcance de todos, que hasta no hace tanto era territorio exclusivo de nobles y veraneantes distinguidos, y que hoy abre sus puertas como broche perfecto para despedir esta aventura por el norte.

DE VUELTA A MADRID: Parada en Villarcayo

Por último y para terminar de rematar, ya en la vuelta a la capital, qué mejor que aprovechar el camino y hacer una parada en Villarcayo, capital de Las Merindades. Allí podrás llevarte un auténtico manjar elaborado en estas tierras burgalesas: la morcilla de Villarcayo, famosa por su sabor único y tradición. Pocas cosas hay mejores que volver a casa con un recuerdo gastronómico de calidad, que hable de los sabores del viaje y de la esencia de la tierra que has recorrido.

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