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La reina María Cristina de Habsburgo.
CULTURA

'Entre ayer y mañana' (II): Golpe de Estado durante la barriga de la reina Mª Cristina

El periodista Julio Merino ahonda en la intrahistoria de España en la serie de elcierredigital.com 'Entre ayer y mañana'

Como cada domingo, el periodista Julio Merino ahonda en la intrahistoria de España en la nueva sección de elcierredigital.com 'Entre ayer y mañana'. Esta vez lo hace desde 1885 cuando la Reina María Cristina estaba embarazada de su hijo, el que sería más tarde Alfonso XIII. “Don Práxedes ¿se da usted cuenta que si lo que nace es una niña tendremos otra vez a los carlistas en pie de guerra?”

Antes de hablar del que figura en la intraHistoria como “el Golpe de Estado de la barriga de la Reina” conviene repasar lo que fue y los efectos que tuvo para la Monarquía española la “Ley Sálica” que, entre otras cosas, produjo las tres guerras civiles que se produjeron entre los isabelinos y los carlistas. Veamos, pues, qué indicaba la “Ley Sálica” con relación a la herencia de la Corona:

Ley Sálica

Es la ley que prohibía que una mujer heredara el trono e incluso que pudiese transmitir sus derechos al trono a sus descendientes varones. Actualmente, la “Ley Sálica” no está en vigor en ninguna Monarquía europea y, para determinar la sucesión, lo que opera es en favor de la persona de más edad, con independencia de su sexo, es decir por primogenitura estricta.

Sin embargo, la Monarquía Española y el Principado de Mónaco constituyen dos excepciones: en ambos países se aplica en este momento la llamada ley “agnaticia rigorosa” (diferente de la “Ley Sálica”), que sitúa a las mujeres en la sucesión al trono detrás de sus hermanos varones, aunque éstos sean de menor edad.

La ley sucesoria en España

El rey Felipe V no instituyó la “Ley Sálica” sucesoria Monárquica en España, como se cree o se dice por lo común y equivocadamente, pues al instituir la «ley de la Agnación Rigorosa», solo priva a las mujeres de la sucesión cuando haya legítimos descendientes varones, mientras que la ley sálica las excluye absolutamente y en todos los casos («Nulla portio hæreditatis de terra salica mullieri venial, sed ad virilem sexum tota hæredita»).

El rey Felipe V, al subir al trono tras la Guerra de Sucesión Española, ideó establecer en España la “Ley Sálica”, que gobernaba en Francia, y presentó este proyecto a las Cortes de Castilla en 1713; estas discordaron con el rey, quien no pudo asegurar su designio. Entonces se promulgó un nuevo Reglamento de sucesión que a la postre se conoció como «Ley de Sucesión Fundamental». Según las condiciones de la nueva norma, las mujeres podrían heredar el trono aunque únicamente de no haber herederos varones en la línea principal (hijos) o lateral (hermanos y sobrinos).

El rey Felipe V.
El rey Felipe V. | El Cierre Digital

Esta distinción significante entre la “Ley Sálica” y la “Ley de Sucesión” es fundamental para comprender la pretensión jurídica del hermano de Fernando VII, el infante D. Carlos, al trono de España, al cual tendría legítimamente derecho en función de la Ley de Sucesión Fundamental promulgada por Felipe V, mientras que con la restauración del compendio de Fernando VII, lo tendría su hija Isabel.

Ahora, y sin entrar en muchos detalles en las diferencias entre la “Ley Sálica” y la “Ley de Sucesión a la Corona”, o sea, entre los derechos de los varones por encima de las hembras o los derechos por la edad y no por el sexo, que tantos problemas produjeron en el pasado, especialmente, tras la muerte de Fernando VII, cuando se fue a la guerra por la herencia de la Corona, ya que los isabelinos se inclinaron por la línea de la “Ley de Sucesión”, que Fernando VII había impuesto al cargarse la “Ley Sálica”, y por tanto le daba los poderes a su hija Isabel (sería Reina como Isabel II) y los carlistas, sin embargo, sujetándose a la “Ley Sálica” defendieron con las armas los derechos del hermano del Rey, don Carlos, por encima de las hijas.

La falta de un varón

Bien, aclarado aunque sea mínimamente, este punto vamos a centrarnos en lo que pasó a la muerte de Alfonso XII al morir sin heredero varón la Reina, pero embarazada, y el problema que se les planteó a Cánovas y Sagasta, los lideres indiscutibles de aquella España.

El problema era muy simple: según la Ley muerto el Rey heredaba automáticamente la Corona la hija mayor al no haber varón en la línea sucesoria, que ese era el caso. De acuerdo con esta situación legal Cánovas y Sagasta tuvieron que hacer de inmediato a la Princesa de Asturias (la Princesa María de las Mercedes) llamada así por la primera mujer de Alfonso (María de las Mercedes de Orleans) y declararla Reina, aunque por la minoría de edad quedase como regente la Reina María Cristina de Habsburgo, la madre... ¡cosa que no hicieron!, porque ¿y si la Reina, embarazada ya de cuatro meses, daba a luz un varón, qué pasaba con la Corona? ¿Había que desheredar a la Princesa recién proclamada para hacer Rey al Príncipe recién nacido?.

La reina María Cristina junto a su hijo Alfonso XIII.
La reina María Cristina junto a su hijo Alfonso XIII. | El Cierre Digital

Y en esta difícil situación (porque Cánovas buen conocedor de la idiosincrasia de los españoles, temió que volviera a resurgir el problema carlista de 1833 y consecuentemente otra vez la guerra por la sucesión), Cánovas y Sagasta se pusieron de acuerdo para cargar con todos los artificios legales o ilegales necesarios la sucesión al trono hasta que la Reina diera a luz. Y si era hembra estarían ya preparados para la guerra o habrían llegado a un acuerdo con los carlistas para coronar a un Príncipe de la familia Borbón independiente.

'El golpe de Estado de la barriga de la reina'

Legalmente, como denunciaron de inmediato los republicanos, aquello era un verdadero Golpe de Estado contra la legalidad vigente... y por ello, rápidamente, y con un ingenio destructivo, el exministro Ruíz Zorrilla, le llamó desde su periódico (“El País”): “El Golpe de Estado de la barriga de la Reina”. Fueron seis meses de incordios, de debates políticos y de problemas que pusieron, una vez más, en jaque a España. Quizá porque el legalista Cánovas del Castillo se quedó sin armas dialécticas, sabiendo que estaba infligiendo la “Ley de Sucesión de la Monarquía”.

El 25 de noviembre de 1885, España despertó consternada con la noticia de la muerte de Alfonso XII. El rey habría cumplido los 28 años tres días después y su – para muchos— inesperado deceso conmocionaba a una sociedad heredera de la vorágine política, social y económica de décadas anteriores. El motivo del fallecimiento, la tuberculosis que padecía desde hacía años y que siempre se había mantenido en secreto.

Desde 1868, España había vivido el destronamiento de Isabel II, una república, varios gobiernos provisionales y la entronización de una dinastía extranjera en la persona de Amadeo de Saboya, había tenido que batallar en una tercera guerra carlista y combatir la insurrección de Cuba. El joven monarca parecía haber puesto fin a aquella etapa frenética de su historia garantizando una cierta estabilidad institucional. Como había pasado a la muerte de Fernando VII en 1833, ahora la heredera, la infanta María de las Mercedes, era una niña y el reino quedaba en manos de una reina regente, María Cristina de Habsburgo-Lorena. La situación, además, se complicaba porque la reina estaba embarazada de tres meses y, en caso de que tuviera un varón, éste tenía mayor derecho al trono que la princesa de Asturias. Era evidente, pues, que durante unos meses existiría un vacío de poder cuyas consecuencias eran imprevisibles.

Anécdotas

Según las biografías de la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena, segunda esposa de Alfonso XII, ésta, solo tuvo un conflicto con la corte española en toda su vida. Al parecer cuando ella se preparaba para su primer parto decidió que su médico sería Juan Riedel, venido con ella desde Viena y que había sido el médico de su familia. Es más, decidió que ningún médico español asistiría al parto, ni siquiera como ayudante. Esta decisión, además del enfado de los médicos de cámara, provocó la dimisión del decano del Colegio de Médicos, el doctor Alonso Rubio.

Cuando María Cristina de Habsburgo-Lorena confirmó su nuevo embarazo en la primavera de 1882 hizo prolongar el Te Deum que se estaba celebrando en su honor en la colegiata del palacio de La Granja, todo ello con la esperanza de que fuera un niño. Además, y como tradicionalmente se hacía en la corte española, la reina hizo traer desde distintos puntos de España diversas reliquias. Entre ellas el báculo de Santo Domingo de Silos y la pila bautismal de Santo Domingo de Guzmán. Pese a todo, el 12 de noviembre de 1882 vino al mundo otra infanta, bautizada con el nombre de María Teresa.

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La reina María Cristina de Habsburgo-Lorena. | El Cierre Digital

Al parecer el tercer y último parto María Cristina de Habsburgo-Lorena, el de Alfonso XIII no fue demasiado fácil. Hasta el extremo de que el niño fue bautizado in útero, ante el temor de los médicos y de la misma María Cristina de que naciera muerto. Finalmente, y con ayuda de fórceps nació el nuevo rey, quien años después diría que debido a esto tenía la cabeza un poco torcida.

Tras la muerte de Alfonso XII, María Cristina de Habsburgo-Lorena fue nombrada regente de España, cargo que jurará el 26 de diciembre de 1885. Como la reina estaba embarazada de cuatro meses se decidió no nombrar un sucesor hasta que María Cristina no diera a luz.

La reina María Cristina de Habsburgo-Lorena anunció su tercer y último embarazo en 1885. Lo único que la apenaba era el vivir alejada del rey Alfonso XII, cuya residencia se había decidido que fuera el palacio de El Pardo, donde el aire de la sierra sería beneficioso para su enfermedad. Así María Cristina debía quedarse en el Palacio de Oriente junto a las dos infantas. Es más, ella debía comenzar a asumir la dirección del Estado ante el paulatino avance de la enfermedad de Alfonso, que parecía presagiar lo peor.

Pero, los republicanos no cejaron y durante aquellos meses del embarazo de María Cristina organizaron un contragolpe que puso en peligro la Restauración. Fue el Golpe del general Villacampa, siguiendo las instrucciones de Ruiz Zorrilla, que aunque fue un fracaso militar supuso un serio trastorno para la Monarquía, ya que las ideas republicanas no habían desaparecido y estaban todavía latentes en el pueblo.

De ahí que Cánovas y Sagasta movieran a los suyos a favor de la Reina viuda y del niño recién nacido (aquel niño, único caso en la monarquía española que fue Rey desde el propio vientre de la madre)... y no perdieron el tiempo en organizar un acto- homenaje en el que los madrileños le impusieron la Corona del pueblo.

También la intraHistoria resalta el solemne y complejo entierro que tuvo el Rey don Alfonso, a quien los madrileños habían adorado por su primera mujer, la Reina María de las Mercedes.

Acabados los primeros lutos por el monarca, hubo de escenificarse la nueva organización de gobierno. Ya en vísperas de la muerte del rey, el líder conservador Antonio Cánovas del Castillo y el liberal Práxedes Mateo Sagasta habían acordado sucederse alternativamente en el gobierno a fin de garantizar la estabilidad política (fue el famoso “Pacto del Pardo”). La regente, María Cristina, había jurado la Constitución justo después del fallecimiento del rey, pero hubo de reiterar el juramento ante las Cortes el 30 de diciembre de 1885. Cinco meses después, el 17 de mayo de 1886, nacía Alfonso XIII, rey desde el mismo momento de su nacimiento, y con el que se cerraría la Restauración borbónica.

Hay sin embargo dos anécdotas, que fueron inventos de los satíricos de su tiempo o “gracejos” del “izquierdoso” Sagasta.

La primera dice, se dijo, y hasta se publicó en “La Flaca”, que las últimas palabras del moribundo Alfonso XII y estando presentes la reina, Cánovas y Sagasta, solo ellos tres, que habían llegado a petición del propio Rey y sentados entorno a la cama, fueron:

-¡Ay, Cristinita que herencia te dejo! cree de veras que lo siento, pero esto es así, la vida es así y España es así. En esta hora fatal solo te doy un consejo: tú, no lo dudes, mantén el “coñito” cerrado a cal y canto y el Gobierno a Cánovas y Sagasta o Sagasta y Cánovas.

-Pues ya lo sabes, amigo, ahora mismo o mañana presento mi dimisión y usted pasará a ser Presidente del Gobierno... y já, já, já y ya lo sabe, don Práxedes, el “coñito” de la Reina ni mirarlo.

Y así nació aquel “Pacto del Pardo” que dio paso a la Restauración que duraría hasta bien entrado el Reinado de Alfonso XIII y que dio 20 años de paz, de desastres y guerras internas.

La segunda fue que muchos historiadores, la Historia Oficial, han silenciado lo que vivió aquella pobre mujer con un marido que no había superado la muerte de su amada primera esposa, doña María de las Mercedes. Porque lo que sí se divulgó y lo sabía todo Madrid, es que el Rey se hundió, desaparecida su “Mari” (así llamaba en la intimidad a la bella y jovencísima María de las Mercedes), pues enseguida se quitó el luto y se echó al monte, al monte de la bebida, de los amores y amoríos, del alcohol, de las noches de puterios y sin acudir al lecho matrimonial. Incluso, a la amante que casi le arrastra al divorcio, la actriz Elena Sanz, con la que tuvo dos hijas y lo tuvo tan enamorado (a él y a su abuela, Isabel II, que hasta su muerte llamó siempre “mi nuera”).

Yo mismo escribí hace ya unos años estas líneas sobre aquel pobre Alfonso:

“Y el pobre Alfonso quedó destrozado. Según todos los que le conocieron y le trataron, después nunca fue el mismo...como se vería en las películas que se hicieron de esa tragedia “Donde vas Alfonso XII” y “Donde vas triste de ti”, y el famoso “romance” de la reina Mercedes compuesta por Quintero León Quiroga y que sería cantada por todas las divas de la canción y del cante español.

Y tan perdió el sentido de su vida que aquel joven cayó en una depresión que le llevó al alcohol y a los burdeles de la Corte. Por los cronistas de la época se sabe que Alfonso salía del palacio a la madrugada y ya no volvía, cuando volvía, hasta el amanecer. De ahí que el Gobierno, y sobre todo Cánovas del Castillo que veía que se le hundía el “tinglado” que se había montado, le obligaron a casarse y ya no por amor, con la fría y antipática María Cristina de Habsburgo el 29 de noviembre de 1879, convirtiéndose en su segunda esposa, tras la muerte de la Reina Mercedes... y naturalmente su carácter introvertido, tímido y frio, chocó enseguida con el extrovertido monarca que además seguía enamorado de su María de las Mercedes y ya se había entregado a la amante que le daría dos hijas: la actriz Elena Sans. Pero fueron esos dos años entre la muerte de la primera esposa y la llegada de la segunda cuando Alfonso casi se pierde, como dejó escrito el gran madrileñista Mesoneros Romanos: “Estaba yo anoche, ya bien entrada la madrugada, con mis amigos José María Carnerero y Juan Grimaldi en nuestra tertulia “El Parnasillo”, cuando vi entrar a mí también amiga Elenita Sans, tan guapa como siempre, que venía acompañada de un grupo de amigos, entre ellos Don Alfonso, el Rey de España, abrazado a ella y sostenido por algunos de los acompañantes, ya que por lo que pudimos comprobar enseguida el Rey no se podía tener en pie por el alcohol que ya había consumido a esas horas. Y fue ahí donde nos dimos todos cuenta que entre Elena y Alfonso había algo más que amistad, porque el joven aunque bebido, no la dejó que se apartara de su lado y ella se pasaba varias horas, incluso pasándole paños de agua fría por la frente. Pero, desgraciadamente, no fue la única noche que vi al Rey en ese estado, y no solo cuando iba con Elena, otras veces se dejaba acompañar por varias mujerzuelas de la calle que lo trataban como un “manolo cualquiera”.

¡Pena de Rey!”.

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