Así ocultó Isabel Preysler su embarazo de su primera hija Chábeli a toda España
La socialité acapara actualmente las portadas de todos los medios nacionales por su ruptura con Vargas Llosa
Isabel Preysler es la eterna 'acaparadora' de las portadas de las revistas de corazón nacionales. A pesar de que actualmente es la comidilla de todos los medios de comunicación por su ruptura con el escritor Mario Vargas Llosa, la socialité filipina siempre será recordada por su historia con Julio Iglesias en la época de los años 70, cuando se dio a conocer.
Fue en las navidades de 1970, al regresar de sus compromisos en Argentina, cuando Julio Iglesias comentó a sus más allegados que se casaba 'deprisa y corriendo'. La pareja sólo había tardado seis meses en formalizar el contrato nupcial. Así lo cuenta Juan Luis Galiacho, director de elcierredigital.com, en su libro Isabel y Miguel: 50 años de historia de España.
El anuncio de la boda fue todo un bombazo, incluso para las familias de ambos, bastante conservadoras y católicas, que tenían preparados mejores planes para cada uno de ellos por separado. En Filipinas, la familia ejerce una gran influencia en la educación de las hijas así como en la elección de su matrimonio o en el tipo de trabajo al que tienen que acceder.
A los padres de Isabel les pareció una auténtica locura que su hija se uniera a un simple cantante de forma tan precipitada –nadie sospechaba que en su cuerpo pudiera estar gestándose un bebé-. Y a los padres de Julio, aunque tenían la esperanza de que estas nuevas responsabilidades sirvieran de revulsivo a su hijo para renunciar a sus aspiraciones en el mundo de la canción y proseguir su carrera de Derecho, también Isabelita les parecía muy poco.
Sobre todo, a la madre de Julio, Charo de la Cueva, una mujer de agrio carácter, que empezó a llamar despectivamente a Isabel 'la china', ya que anhelaba que su hijo se casara con una chica madrileña de alta alcurnia. “A Charo nunca le gustó Isabel. Mientras duró el matrimonio con su hijo no tuvo mas remedio que aguantarse y poner buen cara, pero nunca fue santo de su devoción”, afirman allegados. El doctor Iglesias, su padre, fue más receptivo, quizá como experto ginecólogo que era: “un día, de golpe y porrazo, por las prisas, nos anunciaron la intención de casarse”.
El problema siguiente radicó en buscar el sitio idóneo para que el compromiso tuviera repercusión pero que no levantara demasiado revuelo. La principal obsesión de Julio Iglesias era que no afectara a su carrera musical hacia el estrellato, aunque no pretendía que nadie dudara de su amor. Tampoco quería eludir a los plumillas, que eran sus amigos, sus confidentes. Muchos de los periodistas de las páginas de sociedad, estrellas de entonces, como Jaime Peñafiel o Tico Medina, eran muy buenos amigos de Julio y sabía que no había problema con ellos. Tal era la amistad que existía con algunos que, por ejemplo, Julio Iglesias fue el padrino de la boda de Jaime Peñafiel con Carmen Alonso años más tarde, en la iglesia de San Patricio, en Miami Beach (EEUU).
El lugar escogido para celebrar la ceremonia fue el pueblo toledano de Illescas, a unos 40 kilómetros de Madrid. Ni muy lejos, ni muy cerca. La pareja se casó el 20 de enero de 1971 en un día de lluvia torrencial y de ambiente frío en las calles, no así dentro de la iglesia, templada con el calor de los asistentes. Fue el padre José Aguilera, el consiliario de los Jóvenes de Acción Católica de Madrid, quien los unió en matrimonio.
Ante la ausencia de Carlos Preysler, que prefirió quedarse en Filipinas, actuó como padrino de Isabelita su tío José María Preysler, hermano de papá. La boda se convirtió en un acontecimiento social, desbordó todas las previsiones iniciales, con las cámaras del viejo Nodo y una multitud de fotógrafos que quisieron inmortalizar el momento. De las doscientas personas que acudieron al ágape celebrado en el complejo del conocido restaurador madrileño José Luis, la gran mayoría venía de parte del novio, siendo muy pocos los que asistieron de parte de la novia.
El banquete, que fue pagado por el doctor Iglesias Puga, consistió en un cóctel de bienvenida seguido de una exquisita cena elegida por la pareja: crema de langosta, lenguado a las dos salsas, tournedó a la fruta con champiñones y, de postre, una tarta de varios pisos que fue cortada entre vítores por los novios quienes, a las pocas horas, marcharon hacia Maspalomas, en el sur de Gran Canaria, para pasar una corta luna de miel. A Julio le esperaban sus contratos en Sudamérica. Empezaba ya a marcar lo que sería su nueva vida en común.
Muchos de sus seguidores no le perdonaron su precipitada decisión de casarse, sin saber quizá la verdad biológica que provocó la rapidez de su enlace. Fue entonces cuando, por primera vez, Isabel comenzó a despertar las envidias del público aunque con el tiempo le serían muy rentables. Todos se preguntaban quién era esa belleza oriental que había seducido a Julio Iglesias. ¿De dónde venía? ¿Cuál era su currículo? La opinión pública sólo había visto las fotografías de la boda, en las que Isabel lucía un traje blanco radiante del modisto Pedro Rodríguez, regalo del novio. Pero poco más se sabía de ella. Sólo que era una guapa chica filipina. Y aún se tardaría un tiempo en descubrir hasta qué punto Isabel Preysler estaba dispuesta a conseguir que se perpetuara su recién adquirida fama.
Isabel Preysler, embarazada de Chábeli
En 1971, en la primera gira por Latinoamérica de Julio Iglesias, Isabel acompañó a su marido en destartalados y tercermundistas autobuses en sus recorridos por las carreteras mexicanas. Los contratos eran todavía muy humildes, entonces no había tanto dinero, y a pesar de estar embarazada de varios meses de su primera hija, Chábeli, no se escuchó una sola queja o lamento de la tenaz y hermética Isabel, que fue la perfecta compañera del cantante en sus tiempos más duros.
Contaba el periodista José Luis Gutiérrez que en esas giras nadie podía ver a Isabel, que permanecía recluida, secuestrada día y noche en su habitación. Julio Iglesias se comportaba con su mujer como si no quisiera que nadie se acercara ella, la mantenía en el hotel durante todo el día y la obligaba a ocultarse en el baño cuando la camarera acudía cada mañana a servirle el desayuno a la habitación.
Cuentan sus amigas que Isabel era todavía demasiado joven, tan solo 20 años, para comprender lo que estaba sucediendo y que no se daba aún cuenta de lo que significaría su vida al lado del cantante. Que, al principio, estaba envuelta en un torbellino apasionado que la empujaba a aceptar cualquier ocurrencia de su marido y que, en su inconsciencia lo idealizó. Julio representaba la aventura, los viajes, la puerta de acceso a un mundo que le había estado vetado por su origen y educación y no dudó en acompañarle a todos los lugares donde él acudía. Isabel vivió esa etapa intensamente mientras duró, aunque siempre añoró una vida familiar más apacible que la transportara a ese recogido status que disfrutó durante su infancia en Manila, donde regresaba siempre que podía.
A su llegada a Madrid, la pareja se instaló inicialmente en un apartamento en la madrileña calle del Profesor Waksman, muy cerca del Estadio Santiago Bernabéu, y muy próximo a donde, con el paso de los años, Isabel se vería furtivamente con el entonces ministro socialista Miguel Boyer. Casualidades de la vida.
Luego Isabel y Julio se mudaron a un piso que compró el padre del cantante, el doctor Julio Iglesias Puga, en el número 31 de la calle de San Francisco de Sales, en el barrio universitario madrileño, donde vivía toda la familia. Siete meses después de su boda, el 3 de septiembre de 1971, nació su primera hija, María Isabel, conocida como Chábeli, en el Hospital Nuestra Señora de Cascais, en Portugal.
Una niña que con el tiempo se ha convertido en la fotocopia más perfecta de su madre. “Cuando nació Chábeli -cuenta Isabel-, tardé un día en encontrar a Julio para comunicárselo. Tardó otro día en llegar a Estoril, donde nació la niña, y luego sólo pudo estar con nosotras media hora”. Como indica Isabel Preysler, su primera hija nació en un hospital de Cascais, una localidad cercana a Estoril. Había que buscar un lugar seguro fuera de España alejado del mundanal ruido y de los posibles comentarios difamatorios.
La cortada debería ser lo más coherente posible. Por entonces, no era fácil viajar de un lugar a otro con rapidez ni siquiera al país vecino. Nadie podía dudar de que la niña era sietemesina y que se había adelantado dos meses a la fecha prevista, aunque había nacido con tres kilos y trescientos gramos de peso. Había que preservar la carrera musical de Julio Iglesias que estaba por encima de todo. Máxime siendo un ídolo musical en un régimen franquista conservador y católico al cien por cien. Nadie de la prensa debería dudar de ello. Todo estaba controlado y con los periodistas amigos más aún.
La nota de prensa estaba ya redactada: “Pese a los pronósticos, Chábeli se adelantó casi dos mes a la fecha prevista debido a una afección nefrítica que sufrió Isabel cuando pasaba unos días en la aristocrática ciudad portuguesa de Estoril mientras Julio estaba cantando en Albacete”. Pero aunque ésta fue la versión oficial, no faltó quien hizo cálculos y no le cuadró. E hiló este hecho con la precipitación con que se celebró la boda y las sospechas de la propia madre de Julio, Charo de la Cueva, que supuso cuando supo la noticia de la boda que la cigüeña estaba ya en camino.
De ahí el viaje a Portugal para dar a luz y evitar comentarios. El bautizo sí que, sin embargo, se celebró días después en Madrid. Los padrinos fueron la hermana mayor de Isabel, Victoria Preysler Arrastia, que reside habitualmente fuera de España, y el hermano del cantante, Carlos Iglesias de la Cueva. El nacimiento no impidió que Isabel siguiera acompañando a Julio Iglesias en sus giras, aun llevando a Chábeli en brazos.
Más noticias: