
Los amores de Antonio Machado: Leonor y Guiomar, dos pasiones que marcaron su poesía
Se cumple casi un siglo desde que el escritor sevillano fuera nombrado miembro de la RAE, una silla que nunca ocupó
El 23 de marzo de 1927, Antonio Machado (26 de julio de 1875, Sevilla) fue elegido para ocupar la silla "V" de la Real Academia Española (RAE). Machado es considerado una de las figuras más representativas de la Generación del 98 y de la poesía española del siglo XX.
El nombramiento no solo reconocía su indiscutible aporte a la literatura y pensamiento de su tiempo. Además, lo situaba en un espacio institucional clave para la evolución del idioma.
A pesar de ello, como muchos saben, Machado nunca llegó a tomar posesión de su puesto. Esto se debió a las complejas circunstancias políticas de principios del s.XX y personales que marcaron los años previos a la Guerra Civil Española.
A pesar de su ausencia en la Academia, el poeta redactó un discurso de ingreso. Titulado 'Sobre una nueva política de la lengua', que aunque inacabado, fue publicado póstumamente en 1949 en la Revista Hispánica Moderna.

En este texto, Machado abordaba cuestiones fundamentales sobre el idioma y su papel en la identidad cultural, anticipando debates que siguen vigentes en la actualidad.
Es relevante mencionar que, aunque Antonio Machado no llegó a ocupar su silla en la RAE, su hermano Manuel Machado sí lo hizo. Fue elegido en 1938 para ocupar la silla "N". En su discurso de ingreso, titulado 'Unos versos, un alma y una época', Manuel analizó su propia obra publicada hasta ese momento.
Décadas después, en 1997, el poeta Ángel González reivindicó la figura de Machado durante su propia ceremonia de ingreso a la RAE. Subrayó la trascendencia del pensamiento machadiano y su legado para las generaciones futuras.
Más allá de su legado académico, la vida de Antonio Machado estuvo marcada por dos grandes historias de amor. Estas historias influyeron profundamente en su obra. Por un lado, la trágica relación con Leonor Izquierdo y la apasionada conexión con Pilar de Valderrama, su enigmática Guiomar.
La relación de Antonio Machado y Leonor Izquierdo: Un amor truncado por la tragedia
En mayo de 1907, Antonio Machado, un joven poeta de 32 años, llegó a Soria. Su destino era ocupar la cátedra de francés en el Instituto General y Técnico. Durante los primeros meses de su estancia, se hospedó en una pensión en la calle del Collado 50.
La pensión era regentada por Isidoro Martínez y Regina Cuevas. Esta última, tía de Leonor Izquierdo, sería quien conectaría al poeta con la joven que marcaría su vida.

En diciembre de ese mismo año, la gestión de la pensión pasó a manos de Isabel Cuevas, madre de Leonor. La familia se trasladó a una nueva dirección, la calle Estudios 7. Fue en este entorno, entre libros y conversaciones sobre cultura y literatura, donde Machado conoció a Leonor.
La joven entró en su vida con apenas 13 años. A pesar de la considerable diferencia de edad, surgió entre ellos una relación afectuosa que rápidamente evolucionó hacia un profundo vínculo emocional.
La relación entre Machado y Leonor avanzó con rapidez y no pasó mucho tiempo antes de que el poeta solicitara la mano de la joven a través del profesor Zunón. La diferencia de edad, sin embargo, generó un debate dentro de la familia de Leonor. Finalmente, la decisión quedó en manos de la joven, quien aceptó casarse con el poeta.
La boda tuvo lugar el 30 de julio de 1909 en la iglesia de Santa María La Mayor de Soria. Leonor tenía apenas 15 años, mientras que Machado tenía 34. A la ceremonia asistieron familiares y amigos cercanos, incluyendo a varios miembros del claustro de profesores del instituto donde Machado enseñaba.
Tras el enlace, la pareja emprendió un viaje de luna de miel que les llevó a diversas ciudades españolas, entre ellas Zaragoza, Pamplona, San Sebastián y Madrid, consolidando su unión.
París y la enfermedad de Leonor
En enero de 1911, Machado recibió una beca de la Junta de Ampliación de Estudios que le permitió trasladarse a París para continuar su formación en filología francesa. La pareja se instaló en el Hôtel de l'Académie, en pleno centro de la ciudad.
Durante su estancia en la capital francesa, Leonor comenzó a mostrar los primeros síntomas de tuberculosis, una enfermedad muy común en la época. En julio de ese mismo año, sufrió una hemoptisis severa, lo que la obligó a ingresar en la Maison Municipale de Santé, un centro médico especializado.
Siguiendo las recomendaciones de los médicos, que sugerían un cambio de ambiente, Machado y Leonor regresaron a Soria en septiembre de 1911. Sin embargo, la salud de Leonor no mejoró.
La pareja alquiló una casa cerca de la ermita del Mirón, un lugar apartado y tranquilo. Allí, Machado se dedicó por completo al cuidado de su esposa. A pesar de algunos momentos de aparente mejoría, el destino fue cruel. Leonor falleció el 1 de agosto de 1912, a la edad de 18 años, dejando a Machado devastado por el dolor.
El legado de Leonor en la poesía de Machado
La trágica muerte de Leonor marcó un antes y un después en la vida de Antonio Machado. La profunda pena por su pérdida se reflejó en muchos de los poemas que el poeta escribió tras su fallecimiento. Plasmando en sus versos el dolor, la nostalgia y el amor eterno que sentía por su esposa.
"Con los primeros lirios y las primeras rosas de las huertas, en una tarde azul sube al Espino, al alto Espino donde está su tierra", se lee en uno de los más conocidos de sus poemas, 'A un olmo seco', que refleja la tristeza y la relación especial que unía al poeta con su tierra y su amor perdido.
Leonor fue una musa esencial en la poesía de Machado. Su presencia y su posterior pérdida se traducen en los versos de 'Campos de Castilla', una de sus obras más destacadas. En este libro, Machado expone sus sentimientos más profundos, entrelazando su experiencia personal con su creación literaria.
La influencia de Leonor en su obra fue fundamental, no solo como fuente de inspiración, sino también como motor de su desarrollo artístico y personal. La relación que mantuvo con la joven Soria trascendió más allá de su breve tiempo juntos, dejando una huella imborrable tanto en la vida de Machado como en su legado literario.
A través de sus poemas, Antonio Machado supo transformar el dolor en arte, creando una de las voces más destacadas de la literatura española. La figura de Leonor, siempre presente en sus versos, sigue siendo un símbolo de amor y pérdida. Su historia continúa emocionando a generaciones de lectores.
Pilar de Valderrama: El amor secreto de Guiomar
En junio de 1928 Pilar de Valderrama, una poetisa madrileña de 39 años, atravesaba un momento personal complicado tras descubrir la infidelidad de su esposo. Buscando escapar de la tensión emocional, decidió viajar a Segovia. Allí fue donde, por azar del destino, conocería a Antonio Machado, un hombre de 53 años, poeta consagrado y profesor de francés en el Instituto de la ciudad.
Su encuentro tuvo lugar en el vestíbulo del Hotel Comercio de Segovia. Aunque sus caminos se cruzaron en una circunstancia poco ideal, rápidamente establecerían una conexión que marcaría la vida de ambos para siempre.

Desde el principio, Pilar fue clara con Machado. Le explicó que, debido a sus convicciones y su situación familiar, solo podía ofrecerle una amistad sincera. Sin embargo, esa amistad sería exclusivamente espiritual.
El poeta, respetuoso de esta condición, aceptó sin reservas. A partir de este momento, su relación se caracterizó por encuentros discretos y una correspondencia intensa y constante que uniría sus destinos durante años.
Se veían regularmente, generalmente en lugares tranquilos como los jardines de La Moncloa. Estaban cerca de la residencia de Pilar, en el Paseo del Pintor Rosales 52. También se encontraban en un café de Cuatro Caminos, al que llamaban cariñosamente 'nuestro rincón' o el 'rincón conventual'. Este lugar se convirtió en su refugio de intimidad y confidencias.
Durante toda su relación, Pilar y Antonio mantuvieron una correspondencia constante. El contenido de sus cartas reflejaba fielmente la profunda admiración y cariño que se profesaban. Esta comunicación se realizaba a través de cartas, las cuales se recogían en la agencia privada El Continental, garantizando el carácter secreto de su intercambio.
En estas misivas, Machado se refería a Pilar con un tono reverencial, llamándola su "diosa", y firmando siempre como "tu poeta". Esta correspondencia no solo fue un canal de afecto, sino también de apoyo intelectual y emocional, alimentando la creatividad de ambos.

Las cartas de Machado a Pilar, llenas de poesía y sentimiento, reflejan la profunda admiración que él sentía por ella. También muestran la importancia que Pilar tenía en su vida.
En 1931, Pilar de Valderrama se trasladó temporalmente a Hendaya, en la frontera franco-española. Este cambio de residencia representó una nueva etapa para la poetisa, pero también un nuevo capítulo en su relación con Machado.
El poeta, a pesar de sus responsabilidades en España, hizo visitas frecuentes a Pilar en Hendaya, manteniendo viva su conexión. En una de estas visitas, Machado escribió a Miguel de Unamuno, quien también se encontraba en el exilio.
Describió a Pilar como "una mujer muy inteligente que conocí en Segovia y ferviente admiradora de usted". Esta descripción resalta no solo la admiración mutua que existía entre Machado y Pilar, sino también la profunda consideración que él tenía hacia ella.
La influencia de Pilar en la obra de Machado
La relación con Pilar de Valderrama tuvo un impacto significativo en la obra de Antonio Machado. A lo largo de los años, Pilar fue una fuente de inspiración para el poeta, motivándolo a retomar su escritura en un periodo de inactividad. Bajo el seudónimo de "Guiomar", Pilar se convirtió en la musa de numerosos poemas de Machado. Estos poemas reflejaban la intensidad de sus sentimientos hacia ella.
La figura de "Guiomar" representaba una pasión madura, reflexiva y contenida, un amor pleno que impregnó la poesía de Machado de una nueva dimensión emocional. La influencia de Pilar en la obra de Machado no solo se limitó a su imagen como musa. También renovó su voz poética, llevándola a explorar nuevos matices de la intimidad y el deseo.
La relación entre Pilar de Valderrama y Antonio Machado se vio bruscamente interrumpida con el estallido de la Guerra Civil española en 1936.
Pilar, temerosa por su seguridad y la de su familia, se exilió en Estoril, Portugal. Machado permaneció en España, viviendo la tragedia de la guerra hasta su exilio en 1939, donde poco después fallecería. La distancia física y los convulsos tiempos que siguieron a la guerra marcaron el final de su relación.
Tras la muerte de Machado, Pilar, profundamente afectada por la pérdida, mantuvo en secreto su relación con él durante muchos años. Fue solo en 1950, cuando autorizó a su amiga Concha Espina a publicar su epistolario con el poeta.
Sin embargo, fue en 1981 cuando Pilar dio a conocer públicamente los detalles de su relación con Machado en sus memorias, tituladas "Sí, soy Guiomar". En este libro, Pilar desveló aspectos íntimos de su vida con el poeta. Al compartir algunas de las cartas que él le había escrito, ofreció al mundo una visión más profunda de la relación que mantuvo con uno de los grandes poetas de la literatura española.
Leonor Izquierdo y Pilar de Valderrama marcaron la vida y obra de Antonio Machado de formas opuestas pero igualmente intensas. Mientras Leonor representó la juventud, la pasión temprana y la tragedia, Pilar encarnó el amor maduro, la inspiración contenida y la melancolía de lo imposible.
Ambas quedaron inmortalizadas en la poesía de Machado, cuyo eco sigue resonando en la literatura española, demostrando que el amor y la pérdida pueden convertirse en versos eternos.
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