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Un torero en una plaza de toros realiza una faena con un toro usando un capote.
CULTURA

Adiós a Paco Camino: Duelo en primera persona por un torero descomunal

El 'Niño Sabio de Camas', fallecido a los 83 años, era un hombre "de gran personalidad" que imprimía en el coso taurino

Escribo estas líneas con un '¡ay!' en el cuerpo. A primera hora un mensaje de mi hermano Ignacio me anunciaba la muerte de uno de los más grandes toreros de la historia: don Francisco Camino. Paco Camino, el 'Niño Sabio' de la sevillana localidad de Camas. El pueblo más taurino del mundo porque su tierra ha parido a dos genios del toreo como Camino y Curro Romero.

En mi podio del toreo tengo en lo más alto a mi amigo y paisano Dámaso González. En el peldaño siguiente a Paco Camino y en el tercero a Antoñete. Todo lo demás, salvo el Viti, está a distancia.

Tuve la suerte de tratar a Paco Camino. Más adelante hablaré de su toreo. En 2020, en ese año fatídico de la pandemia, y en pleno marzo, días antes el inconstitucional confinamiento (qué palabra más fea y triste), en el Foro Taurino Universitario Mazzantini le entregamos, y en el Colegio Mayor de San Pablo, el prestigioso premio nacional universitario en tauromaquia Joaquín Vidal. Fue su último acto en público.

Allí dejó para el recuerdo una frase que me persigue: “He sido el torero que más ha toreado de la historia. No solo los míos. También los de mis compañeros, porque nunca dejé de atender sus faenas”. En aquel acto, que contó con la buena laudatio de Carlos Abella, su biógrafo, Camino reivindicó la emoción perdida que tuvo la Fiesta: “Si en nueve muletazos no tienes al público en pie, hay un problema gordo. Esto no engancha y la gente no vuelve”.

Pero cómo logré, se preguntará alguien, conseguir que Paco Camino recogiera, ya debilitado de piernas, el premio. Detrás de su logro hay un nombre, la mujer de su vida, quien le acompañó hasta el último momento: Isabel Sánchez Flor. Isabel es amiga de la familia Galiacho. Prácticamente éramos vecinos en Albacete. Las dos familias de la calle Francisco Fontecha. Los dos edificios juntos. Amigos de ella y de sus hermanos Miguel, Juan Carlos y Begoña. Sus padres, amigos de los míos.

Las conexiones con Paco Camino

El patriarca de los Sánchez Flor era don Miguel. A él se debió la célebre firma comercial Bristol Man. Esa firma cuyo anuncio se colocaba detrás de muchas porterías de futbol en estadios de primera y televisados por TVE. Miguel se hizo con el Gran Hotel de Albacete y le puso de nombre Bristol y allí paraban en feria y en los años 70 y 80 todos los toreros de relumbrón. Miguel era un gran aficionado. Entre ellos, Paquirri y Paco Camino. Allí, el sabio de Camas conoció en la madurez de su vida y en la fase última de su toreo a la hija de don Miguel, la guapísima Isabel, y el flechazo fue hasta el último día de su vida.

Isabel, cuando le comenté lo del premio Joaquín Vidal, hizo todo lo posible para que Paco aceptara. Y lo consiguió, no solo al comentarle nuestra amistad, sino porque a Camino le hacía ilusión que la universidad lo reconociera y porque sabía del premio y del nombre que lleva.

Una mesa con un libro abierto, un arreglo floral con flores rojas y blancas, y dos fotografías enmarcadas de personas.
Capilla ardiente del torero Paco Camino. | Francisco J. Olmo / Europa Press

Solo faltaba que yo hablara con él. Sí, con mi ídolo de la mejor juventud. Recuerdo perfectamente que conducía por la fuente de los delfines de Madrid cuando recibí la llamada de Isabel: “Te paso a Paco, pero te adelanto que lo ha aceptado”. Me eché a un lado y estacioné el coche. “Javier”, me entró con esa voz rocosa que siempre le definió, “yo ya no voy a ningún sitio, pero en este caso echamos la pata para adelante y solo queda fijar la fecha”. Yo le dije que para mí era un honor hablar con él, como leyenda viva del toreo, como “caminista” que uno era, y que suponía una inmensa alegría que aceptara. Y recuerdo, al final, decirle que me ponía en pie para despedirle, por lo que significaba para el toreo.

Ese día el toreo me regaló la suerte de tratarle. Qué razón llevas amigo Antonio Lorca diciendo que la afición al toreo nos ha dado muchas más alegrías que decepciones. Aquel día de marzo de 2020, tras la entrega del premio, les despedí, a Isabel y Paco, a pie del monumental edificio del Colegio Mayor de San Pablo y nos emplazamos a vernos en su finca de Candeleda. Luego vino el Covid y todo se truncó.

Tres personas posan para una foto mientras sostienen una estatua de un toro.
El maestro Paco Camino junto a su mujer y el presidente del Círculo Taurino Universitario, Javier Galiacho. | Archivo

Esta fue mi relación personal con el maestro. Ahora va el toreo. Llevo unos 55 años viendo toros. Y lo he visto todo. Por eso me atrevo a decir que nadie ha tenido, en conjunto, la elegancia, el empaque, el mando y la personalidad de Paco Camino.

El arte de Camino en el coso

Desde que hacía al paseíllo imprimía carácter. Esa misma dosis de fuerte personalidad que le llevó a enfrentarse —delante de 18 millones de personas— a Palomo Linares en el programa de TVE de otro genio como fue Íñigo. Con el capote era mágico. Sobre todo, sus chicuelinas de mano bajan, girando en el embroque perfectamente los tobillos sobre la arena. Con la muleta dictaba lecciones de solidez y mando únicos. Recuerdo sus últimos años en el toreo, con el pelo blanco, como un senador romano. Cómo toreaba prodigiosamente en redondo mientras alzaba la mano y el codo izquierdos, lográndolo con un poderío exquisito. Y qué decir de su espada. Cómo mataba marcando los tiempos. Verdad y pureza.

Los toros le pegaron. La cornada de Aranjuez en el cuello fue gravísima. Recuerdo que TVE cortó la programación para alertar del estado de salud muy grave de Camino. Y qué decir de la pérdida de su hermano Joaquín, yendo con él de banderillero en la plaza de Barcelona. A las órdenes de su hermano Paco se disponía a cerrar el tercio de banderillas del toro “Curioso”, segundo del festejo, que pertenecía a la divisa salmantina de Atanasio Fernández Iglesias. Corría 1973. Y qué decir de la cornada que hace poco le dio la vida con la muerte de su hijo Francisco Camino Gaona.

Tres hombres mayores vestidos con trajes formales posan juntos y sonríen frente a una estructura de fondo.
Diego Puerta, Paco Camino y El Viti. | Archivo

Sé que su desaparición es ley de vida. Pero mi época del toreo se está yendo también cuando se va alguien como Paco Camino. Como antes me pasó con Antoñete y Dámaso. Solo me quedan en vida toreros a los que admiré como Paula, Curro, el Viti, Esplá, Ruiz Miguel y el Capea. Se nos fue Antoñete, mi Dámaso, ayer Pepe Luis hijo, Paquirri, Manzanares, Puerta o Julio Robles. Ahora Paco Camino. No es que me venza o caiga en eso de que cualquier tiempo pasado es mejor. No lo acepto. Ni mucho menos. Es que comparas y lo de hoy es muy aburrido, previsible, neutro y no me dice nada.

Se va Paco Camino y con él se entierra una parte fundamental del toreo. Quizá su muerte nos despierte de ese sueño de creer que esto tiene aún arreglo y que un mesías lo arreglará.

Descanse en paz, un torero descomunal. Mi torero. Fue un honor tratarle y admirarle. Isabel, querida amiga, nuestro más sentido pésame.

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