
El actor Eduardo Casanova vuelve con polémica: Su última miniserie 'levanta ampollas'
El también director de 34 años y creador de 'Pieles' lleva a Sitges 'Silencio', una tragicomedia sobre vampiras con VIH
Eduardo Casanova (34) acaba de presentar mundialmente ‘Silencio’, su nueva miniserie sobre "vampiresas queer con VIH", en el prestigioso Festival de Locarno. La tragicomedia fantástica conecta la peste negra medieval con la crisis del SIDA en España. Permanece sin distribuidor y busca plataforma tras su paso por el festival suizo.
Esta nueva producción marca un punto de inflexión en la carrera del madrileño, quien evoluciona hacia la comedia sin abandonar las temáticas controvertidas que han definido su filmografía desde ‘Pieles’ (2017).

La trayectoria de Casanova constituye un caso singular en el espectáculo español. Eduardo Reina Valdehita —su nombre real— saltó a la fama interpretando a Fidel en 'Aída' entre 2005 y 2014, convirtiéndose en el primer personaje gay adolescente de la televisión española.
Entró al plató con apenas 12 años. Según sus propias palabras, “eso ha sido mi infancia, mi preadolescencia, mi adolescencia, mi juventud y mi madurez”. Aquella exposición mediática le provocó “fobia social el primer año de ‘Aída’”, al pasar de ser “el maricón del cole” a “el maricón de España, con 12 años”.
Del éxito televisivo a la experimentación cinematográfica
Tras nueve temporadas en la serie de Telecinco, Casanova apostó por la dirección cinematográfica. Adoptó un estilo que combina una paleta cromática rosa pastel, minimalismo decorativo extremo y exploración de temáticas tabú.
Su ópera prima, ‘Pieles’ (2017),costó un millón de euros, financiados principalmente por productoras privadas como la de Álex de la Iglesia. No obstante, solo recaudó 85.000 euros en taquillas españolas. Pese al fracaso comercial, la película obtuvo el Méliès d’Argent a la mejor película europea y tres nominaciones a los Goya.
‘La Piedad’ (2022), su segundo largometraje, repitió el patrón: 317.570 euros en subvenciones públicas del ICAA frente a apenas 15.000 euros de recaudación. El ratio resultó demoledor para sus críticos: 132 euros de ayuda pública por cada espectador que vio la película en cines. Sin embargo, ambas películas lograron distribución internacional a través de Netflix, así como reconocimiento en festivales como Berlín, Karlovy Vary o Fantastic Fest.
La polémica de las subvenciones públicas
El debate sobre la financiación pública del cine español tiene en Casanova uno de sus casos más polarizantes. Sus dos largometrajes han recibido un total verificado de 329.570 euros en ayudas estatales, una cifra que contrasta drásticamente con sus resultados comerciales. En la gala de los Goya 2020, el director pidió “más dinero para hacer nuestras películas” mientras defendía una “cultura antifascista”. Estas declaraciones generaron un intenso debate político.
Los datos oficiales del ICAA desmienten algunos bulos: ‘Pieles’ no recibió el millón de euros que se especulaba, sino únicamente 12.000 euros para su participación en la Berlinale. La confusión surgió al equiparar el presupuesto total con las subvenciones recibidas. No obstante, el caso ilustra las tensiones del sistema de ayudas al cine entre el valor artístico y la rentabilidad económica.
Un estilo controvertido pero reconocible
La crítica especializada define a Casanova como “el director punk del cine español”, comparándolo con referentes como John Waters, Todd Solondz o Park Chan-Wook. Su universo visual, caracterizado por la mezcla de estética kitsch con contenidos perturbadores, explora sistemáticamente la deformidad física, las relaciones tóxicas y la exclusión social. “Soy una persona completamente obsesionada con el cine”, admite el director. Reconoce que “todas mis películas acaban siendo controvertidas y polémicas, aunque yo no quiera”.

Sus declaraciones públicas no han escapado a la polémica. En 2024 calificó la maternidad como “un acto completamente egoísta” y llegó a afirmar que “estaría muy bien acabar con la humanidad”.
Este tipo de manifestaciones refuerzan su imagen de enfant terrible del cine patrio. También han generado críticas de sectores que cuestionan la financiación pública de sus proyectos, así como las temáticas que aborda.
El futuro incierto de ‘Silencio’
‘Silencio’, producida por Gamera Studios y la ONG Apoyo Positivo, representa un giro hacia la comedia manteniendo las inquietudes sociales del director. La miniserie aborda la estigmatización de las mujeres seropositivas a través de la metáfora vampírica, conectando dos pandemias separadas por siglos. “Las personas más invisibilizadas en esta pandemia del VIH son las mujeres”, explica Casanova, que busca “romper el silencio” sobre un tema que considera urgente.
Con un reparto encabezado por Leticia Dolera, María León y Ana Polvorosa, la serie incluye hasta siete horas de maquillaje por actriz. Las vampiresas, “alopécicas con incisivos picudos”, fueron filmadas parcialmente en 16 milímetros como homenaje al cine de terror de los años setenta. Tras su paso por Locarno, llegará en octubre al Festival de Sitges, buscando despertar el interés de plataformas o cadenas televisivas.
El reconocimiento esquivo
Pese a su proyección internacional —“en Asia están entusiasmados conmigo”, admite—, Casanova sigue siendo una figura marginal en el panorama cinematográfico español. Su obra genera admiración en circuitos especializados, pero rechazo en el público generalista.
“Para mí, mis jefes son los espectadores. Lo único que quiero es que el público me quiera”, confiesa un director que aspira a conseguir “muchos muñecos” de merchandising de su nueva serie.
La carrera de Eduardo Casanova encarna las contradicciones del cine español contemporáneo: un talento indiscutible para crear universos visuales únicos que choca sistemáticamente con las demandas del mercado. Su futuro dependerá de encontrar el equilibrio entre experimentación artística y conexión con audiencias más amplias. Un reto que 'Silencio' pretende resolver desde la comedia, sin renunciar a la provocación.
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