'La Nueve', la Brigada de republicanos españoles que liberó París hace 80 años
Esta compañía liderada por el General Leclerc fue la primera en pisar la capital gala y ahora se le reconoce su valor
"La Nueve", la compañía militar de republicanos españoles liderada por el General Leclerc, fue la primera en pisar la capital gala y enfrentarse al nazismo para liberarla de las garras de Hitler. Ahora, ochenta años después, se le reconoce su valor y su heroicidad en los Campos Elíseos de París. Pero hay que retroceder en el tiempo para comprender qué es y qué supuso "La Nueve".
Mayo de 1940. El monstruo que llevaba creciendo en occidente dos décadas acabó por despertar. Hitler, los nazis, el mito ario, el espacio vital, la solución final… la realidad era mucho más terrorífica que la peor de las pesadillas. Seis semanas le bastaron a la temible Wehrmacht para hacerse con el control de Francia.
“La guerra relámpago” era imparable. Todo parecía perdido. Cuando el 14 de junio el mismo corazón del país galo, París, era ocupado por los nazis, pocos ciudadanos franceses podían imaginar que serían sus vecinos españoles quienes, cuatro años más tarde, liberarían la ciudad. Nos remontamos a 1931, concretamente al día 14 del mes de abril.
En medio de un júbilo desenfrenado, la Segunda República Española acababa de ser proclamada. Pocos años después, el ocaso del régimen republicano coincidió con un golpe militar que se gestó en el norte de África y finalizó con el general Franco al frente del país. El “caudillo” se perpetuaría en el poder hasta 1975, pero eso es otra historia. Lo realmente relevante en este caso es que fue durante la Guerra Civil Española cuando los futuros soldados de 'La Nueve' tuvieron su primer contacto con el fascismo.
En el invierno de 1939, la Segunda República había capitulado y 500.000 refugiados españoles se embarcaron en un peligroso viaje con el objetivo de cruzar los Pirineos. Muchos de ellos habían servido como soldados del ejército republicano y ahora marchaban derrotados en busca de la supervivencia. No fueron pocos los que alcanzaron su destino, pese a la espesura de la nieve.
En cualquier caso, Francia no les acogió precisamente con los brazos abiertos. Por todos era conocido que el país galo era objeto de deseo del Führer, que soñaba con hacer pagar a los franceses la humillación de Versalles tras la Primera Guerra Mundial. La presencia de estos españoles, que llegaban en masa a la frontera, ponía en peligro la endeble paz negociada con Hitler en Múnich pocos meses atrás.
Un callejón sin salida
El Ejecutivo galo resolvió concentrar a los refugiados en playas del Mediterráneo, playas que eran envueltas por alambradas al tiempo que recibían vigilancia constante. Algunos optaron por adentrarse al mar y perecer en sus aguas. Todos los días un español se suicidaba en las playas de Argèles, Saint Cyprien o Barcarès. Los republicanos, ansiosos por combatir contra el fascismo, mostraron desde el primer momento su disposición a luchar.
De hecho, ante la actitud del estado mayor galo, que se puso de perfil ante tal ofrecimiento, muchos de ellos pasaron a engrosar las filas de la Legión Extranjera y otro optaron por alistarse en los batallones de trabajadores extranjeros, que fortificaron la famosa línea Maginot.
Volvemos a mayo de 1940. Como ya se ha indicado, ante la ofensiva alemana, Francia fue humillada por el ejército nazi y en junio, postrada ante su rival, no tiene más remedio que solicitar un armisticio.
Mientras, los refugiados de guerra se hacinan entre ambos países sin salida, sin esperanza. En este sentido, muchos españoles serán enviados a morir a campos de concentración como el de Mauthausen. El general Philippe Pétain, otrora héroe nacional francés, acordaba con Hitler la implantación de un estado colaboracionista, la Francia de Vichy. Camino diferente recorrería el general De Gaulle, que huía a Londres para coordinar la resistencia. En cuanto a los españoles supervivientes, tres caminos se abrían ante ellos. Volver a España, reintegrarse en los batallones de trabajo o alistarse en la Legión Extranjera. Por motivos obvios, este fue la senda escogida por la mayoría.
Paralelamente, en el norte de África, otro de los grandes frentes de la guerra, había refugiados procedentes de todos los rincones de Europa. Algunos eran españoles que cruzaron el Mediterráneo tras la Guerra Civil y que habían sido reubicados en campos de concentración dispuestos a lo largo y ancho del Sáhara. A finales de 1942, los aliados decidieron combatir a los alemanes en el continente negro. El ejército francés afincado en África debía decidir si permanecer bajo el mando de Pétain o si, por el contrario, se unía a los aliados.
La “seducción” norteamericana les ahorró cualquier tipo de duda. Finalmente, los soldados españoles tendrían su oportunidad; lucharían contra el fascismo y lo harían en primera línea, en la campaña de Túnez.
De Túnez a Francia: La génesis de La Nueve
El enemigo, no obstante, no iba a ser fácil del doblegar. Hablamos, ni más ni menos, del ejército más preparado del planeta en aquel momento, el Afrika Korps (DAK), dirigido con puño de hierro por “el zorro del desierto”, el mariscal Erwin Rommel. 2.000 legionarios aliados, en su mayoría belgas y, sobre todo, españoles, perecieron. Sin embargo, el sacrificio sirvió para derrotar a los alemanes y los republicanos, que llevaban años sufriendo una derrota tras otra, pudieron deleitarse con la imagen de 150.000 soldados del DAK hechos prisioneros.
Pese a la victoria, la aventura estaba lejos de acabar. Los ejércitos de Hitler comenzaban su repliegue progresivo en todos los frentes. La Francia libre, dirigida por De Gaulle, necesitaba participar en “reconquista” de su territorio. Los franceses libres del general Leclerc constituyeron la única división gala destinada a participar en el desembarco de Normandía, una maniobra en la que finalmente no tomaría parte.
Leclerc requería de 15.000 hombres y solo disponía de 4.000. Asimismo, tuvo que renunciar a sus temibles soldados negros, pues la xenofobia americana era latente en aquel tiempo. Teniendo en cuenta todo esto, se iniciaron campañas de reclutamiento a las que, cómo no, los españoles republicanos no dudaron en alistarse.
Dentro de la fuerza que logró reunirse, se conformó una unidad de combate compuesta casi exclusivamente por españoles. Hombres como Miguel Campos, Luis Rollo, Manuel Fernández y, muy especialmente, el curtido exmilitar republicano Amado Granell, que habían combatido en África y llevaban toda la vida peleando se unieron bajo las órdenes del capitán Raymond Dronne en la novena compañía. 'La Nueve' había nacido.
Los oficiales eran franceses pero al mando de 150 fieros españoles, conocidos y valorados entre los galos por su valentía y habilidad en combate. Anarquistas, republicanos moderados, socialistas… todos con un denominador común: El antifascismo. Como elemento identificativo, se les permitió bordarse en sus uniformes la bandera republicana. Además, Amado Granell llevó a término una iniciativa más que curiosa. Propuso bautizar los tanques que los americanos enviaron al ejército francés con nombres de batallas de la Guerra Civil Española. Así pues, los miembros de 'La Nueve' desfilaron orgullosos a bordo del Guernica, el Brunete, el Madrid o el Ebro.
En abril de 1944 toda la segunda división blindada de Leclerc, compuesta en su gran mayoría por extranjeros, embarcó hacia Europa. El objetivo estaba cerca. No obstante, antes de pisar las playas francesas pasaron tres meses en Inglaterra, meses donde olvidaron por momentos la guerra y el sufrimiento entre bailes, cenas y visitas a los famosos clubes británicos.
Un camino de espinas hacia París
Pero el día llegó y tras tocar tierra francesa Leclerc recibe una orden directa de De Gaulle. Había que entrar en París antes que los norteamericanos. En el trayecto hacia la capital, 'La Nueve' luchó valientemente en primera línea en Écouché. Miguel Campos se infiltró con su sección más de tres kilómetros para atacar una posición del ejército nazi sin sufrir una sola baja, capturando a 129 prisioneros. No obstante, en Écouché descansan cinco españoles que perdieron la vida en la refriega. El sacrificio había sido grande.
El 19 de agosto, con esta batalla finalizada, haciendo uso de la autorización que De Gaulle había conseguido que firmase el propio Eisenhower, los franceses tenían luz verde para reconquistar su capital. El día 23, la división Leclerc se pone en marcha. Las calles de París llevaban días contemplando una auténtica batalla campal entre los insurrectos y lo que quedaba de las SS. El Ayuntamiento, las comisarías y la jefatura de Policía habían sido tomadas por los rebeldes. Ante el temor de que los norteamericanos se llevasen la gloria, con la llamada de auxilio de la Resistencia francesa y con miedo a que los alemanes incendiasen París como había ordenado Hitler, Leclerc ordenó a Dronne que avanzara con 'La Nueve' hacia París.
De esta manera, una docena de half tracks apoyados por tres tanques Sherman y 150 bravos españoles aceleran su marcha. La Nueve iba a ser la primera compañía aliada que pisara suelo parisino cuatro años después de su toma por los nazis. El 23 de agosto, al atardecer, el Guadalajara entraba triunfal en el consistorio de París. Tras él llegaría el Guernica, el Teruel, el Madrid...
Poco después, Amado Granell y el capitán Dronne idean un asedio a la central telefónica, una maniobra arriesgada que nuevamente necesitó de sacrificio español para alcanzar el éxito. El 25 de agosto, con la ciudad libre, Granell es portada del periódico Libération. Los españoles luchaban bajo bandera francesa.
Sin embargo, en un momento tan emocionante, De Gaulle no podía permitir que el mérito fuese a parar a unos extranjeros. Por ende, el general galo pronunció un icónico discurso en el que redundaba en la idea de que era la Francia libre quien había liberado el país del yugo nazi.
El tanque Guadalajara se convirtió en el Romilly y los españoles republicanos que habían luchado por reconquistar la ciudad ahora eran parisinos enardecidos por el espíritu patrio. Mientras, 'La Nueve' derramaba su sangre en París: 40 bajas y más de 100 heridos hasta la expulsión definitiva del enemigo.
Sin embargo, nada de aquello importaba para Granell y los suyos. Aquel desplante valdría la pena si lograban hacer realidad el pensamiento con el que atravesaron ventiscas a través de los Pirineos y que siempre tenían presente: derrocar a Franco. Nada más lejos de la realidad. Cuando llegó el momento, la invasión del Valle de Arán, bautizada como "Operación Reconquista de España" no fue apoyada por los aliados.
Así acabó el sueño de los republicanos españoles. No habría vuelta a una España libre para ellos, ni gloria alguna. De Gaulle les ofreció la nacionalidad francesa a cambio de renunciar a la lucha contra el franquismo. La mayoría lo hicieron y muchos guardaron con orgullo hasta su muerte condecoraciones como la "Legión de honor" otorgadas por los diferentes presidentes franceses de la Repúblique en la postguerra.
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