25 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

Las 10 mujeres ninfómanas más importantes de la historia

Las diez ninfómanas más importantes de la historia (I): La vida de Paulina Bonaparte, la hermana de Napoleón casada con el general Leclerc

Gina Lollobrigida en el papel de Paulina Bonaparte.
Gina Lollobrigida en el papel de Paulina Bonaparte.
El periodista y miembro de la Real Academia Julio Merino inicia una serie en elcierredigital.com con las 10 mujeres importantes que pasaron a la Historia como "ninfómanas", a veces, casi siempre, porque su "enfermedad" sexual sobrepasó todos los límites y sus escándalos se hicieron famosos... Comenzamos la historia a modo de guión teatral con Paulina Bonaparte, hermana de Napoleón.

Hablar hoy de ninfomanía es ya como hablar del tiempo. Todo el mundo sabe lo que es una mujer ninfómana, incluso los más jóvenes. La inclinación, el deseo incontrolables de hacer el amor sin descanso. aunque sea con hombres diferentes es la ninfomanía... Pero, no crean ustedes que es un vicio (¿o enfermedad?) de este tiempo, porque ya entre los persas, los egipcios, los griegos, los romanos y sobre todo los más orientales... la ninfomanía era aceptada como un hábito más de las mujeres. Bueno, y dicho esto, pasen y lean el caso de Paulina Bonaparte, la hermana rebelde de Napoleón y la más atractiva de su tiempo.

Escena uno

(Al levantarse el telón aparece en escena una joven que está sentada ante una mesita y escribe en un ordenador. Es Marina, la Secretaria del escritor don Gabriel Araceli. Tiene aspecto casi de niña y viste muy moderna: una blusa de color verde con mucho escote y atada a la cintura, que deja a la vista el ombligo y parte de la espalda. Por abajo sólo lleva un pantalón, también verde, muy corto, lo que deja al descubierto sus muslos y calza unos zapatos de tacón muy alto. Es rubia y el largo cabello le llega casi a la cintura. Lleva los labios ligeramente pintados color mora. Pero lo más llamativo de Marina es su amplia sonrisa, que muestra una dentadura perfecta. El escritor es un hombre maduro, casi viejo. Viste un pijama encima un batín azul y lleva el pelo y la barba muy cortos. En esta primera escena él dicta y la secretaria escribe).

                                                    Paulina Bonaparte.

ESCRITOR: Bueno, Marinita ¿comenzamos ya?

SECRETARIA: Cuando usted diga, Don Gabriel.

ESCRITOR: Muy fresca vienes tú hoy señorita.

SECRETARIA: ¿Fresca?... sí, en la calle estamos a más de 40ºC.

ESCRITOR: Está bien, además esa ropa te sienta de maravilla, estás muy guapa. Pero, vayamos a lo nuestro. Escribe.

En una página sólo los títulos. Arriba del todo pones “Teatro” y al centro, grande, lo más grande que puedas PAULINA BONAPARTE y debajo casi a pie de página, grande también mi nombre DON GABRIEL ARACELI. Ahora el texto:

María Paulina Bonaparte nació en Ajaccio (Córcega), el 20 de octubre de 1780 y murió en Florencia el 9 de junio de 1825. Fue la hermana predilecta del emperador Napoleón y la que, por contra, más disgusto le causó por sus escándalos amorosos y sus célebres orgías. Paulina comenzó su andadura erótica desde muy joven, pues a los 14 años ya tuvieron que intervenir la madre y el hermano para separarla de un tal Stanislas Frerón, y a la manera que solía hacerlo el Primer Cónsul. Aquel pobre diablo fue rápidamente enviado a la isla “La Española” (hoy Haití y República Dominicana), donde moriría años más tarde.

Después, ya trasladada la familia Bonaparte (todavía Buonaparte) a Marsella y luego a París, Paulina no dejó de ser la preocupación de su hermano, ya que los amantes se sucedían unos a otros como si fuesen cerezas.

Así las cosas Napoleón la obligó a casarse con el general Leclerc, uno de sus más brillantes oficiales, y con un ejército de 40.000 hombres los mandó a la isla francesa del Caribe para acabar con una revolución negra que había estallado. La revoltosa, rebelde y sensual Paulina se negó a marcharse y tuvo que ser metida en el barco a la fuerza. Una vez en Haití volvió a las andadas y acabó “liándose” con los oficiales del ejército, y todavía más con los indígenas negros que habían respaldado a Francia… y tan escandaloso fue su comportamiento que el general Leclerc no tuvo más remedio que dictar un edicto escueto y de obligado cumplimiento: “Las mujeres blancas que se hubiesen prostituido con negros serán devueltas a Francia, cualquiera que sea su rango”. A lo que Paulina responde ante las súplicas de otras damas de la isla: “Vosotras podéis llorar, porque no sois hermanas de Bonaparte. Pero yo no me embarco más que con mi marido, o moriré”.

Napoleón Bonaparte.

Y así fue, pero por otro motivo, la muerte, por unas fiebres amarillas, del general Leclerc, su esposo y padre del único hijo que tuvo. Y Paulina volvió a Francia amarrada al féretro que trasportaba los restos de su esposo. Era ya la viuda Paulina Bonaparte, una viuda de 23 años que volvía cargada de oro y joyas y dispuesta a comerse el mundo. Pero, llegados aquí voy a dejar que sean la Historia, la Intrahistoria y la Imaginación la que sigan la vida de la más rebelde de las mujeres de su tiempo.

- Bien, Marina, ahora me sacas en papel lo que hemos escrito y lo repasaré esta tarde. Por hoy hemos terminado. Por cierto, ¿qué te parece la pequeña biografía.

SECRETARIA: ¡Fu!... Sí que debió ser una mujer de armas tomar. Tengo curiosidad por conocer el resto de su vida.

ESCRITOR: Pues vamos a ver otra parte desde el patio de butacas.

Escena dos

(En ese momento aparecen en escena Paulina Bonaparte y su aya y confidente Madame Juliette, Marquesa de Pisa. Paulina va a tumbarse en un sofá alargado y va ataviada con una camisola transparente de cintura para arriba y su largo cabello recogido, un poco de pintura en sus labios y unas gotas de su perfume de rosas preferido. A su lado Madame Juliette se sienta en un sillón y con un libro en las manos. Paulina aparenta tener 25 años y está bellísima.

Madame Juliette viste a la moda de la época, elegante y aparenta tener 40 años, aunque está bien conservada).

PAULINA: ¿Y hoy qué me vas a leer, mi querida Juliette?

JULIETTE: Unas Cartas que he encontrado de Cyrano de Bergerac…

PAULINA: ¿Son de amor…? Si no son de amor no me interesan… hoy quiero amor, mucho amor.

JULIETTE: Bueno, sí, son de amor, pero de un amor raro.

PAULINA: ¿Y qué amor no es raro? ¿y se acuestan o no se acuestan? Anda, lee.

JULIETTE: (Abre el libro que tiene en las manos y empieza a leer).

Ella: Los dos llevamos una herida. Yo tengo la mía. Siempre viva. La siento en mi pecho cada día. El papel sigue conservando aquel encanto. Con manchas de su sangre y de su llanto.

Él: “Su carta: permitidme que vuestra herida comparta. ¿Me dejáis leer?”

Ella: ¿Queréis su carta?

Él: “Sí. La quiero, hoy.”

Ella: Tomad.

Él: “¿La puedo abrir?”

Ella: Abridla. Leer.

Él: “Roxana, adiós. Voy a morir”.

Ella: En voz alta.

Él: “Quizás esta noche, por mi lado… tengo el alma hita de amor aún no expresado… y moriré. Jamás vuestros ojos veré. Aquellas miradas que…”

Paulina Bonaparte en un cuadro.

Ella: ¡Qué bien leéis su carta!

Él: “Aquellas miradas que eran de mi alma la única fiesta. Incluso vuestros gestos de protesta. Recuerdo uno adorable que os será peculiar… cuando os tocabais la frente y yo quisiera gritar”.

Ella: ¡Qué bien leéis su carta!

Él: “Y gritó: ¡adiós!”

Ella: Seguid leyendo.

Él: “Mi amor, mi vida, mi tesoro”.

Ella: Con una voz de otro mundo.

Él: “Mi amor… Con una voz que me trae recuerdos de un modo veloz. Mi corazón no os dejará ni un segundo… porque soy y también seré en el otro mundo quien os amó desmesuradamente, aquel que…”

Ella: ¿Cómo podéis leer así?, si es de noche.

PAULINA: No sigas Juliette. No me interesan los pormenores y dime si se van o no se van a la cama. Cuéntame la historia, tú que la has leído.

JULIETTE: ¡Ay Paulina que impaciente eres…! Está bien, te cuento. Es la historia de Cyrano de Bergerac y de Roxana, su amor imposible.

PAULINA: ¿Imposible? ¡No hay amores imposibles!... ¡A mí no se me ha resistido ningún hombre!

JULIETTE: Bueno, sigo. Cyrano está ciegamente enamorado de Roxana, pero ella a quien quiere es al joven Lousión, un joven y bello oficial de caballería, que a su vez no se digna ni a mirarla. Al descubrir Cyrano que a quien ama Roxana es al joven oficial, le escribe una carta muy amorosa con el nombre del joven, y ella que se lo cree, hasta se vuelve simpática con él y sólo eso le hace feliz. Así que detrás de aquella primera carta vinieron más, y mientras más cartas recibía la joven Paulina más abierta se mostraba con Cyrano, pero este que sabe la verdad se va encerrando en sí mismo y hasta se vuelve agresivo con la espada.

Cyrano descubre entonces que Roxana no le ama por la enorme nariz que tiene y prefiere huir y arrancarse a su amada del corazón, pero ésta, que ya ha intuido la verdad, una noche le da a leer una carta firmada por Lousión y hace que la lea en la oscuridad.

Así confirma lo que ya intuía, que el autor de las cartas y el hombre que la amaba de tal manera no era otro que el “narigudo” Bergerac y sin pensarlo se entrega a él porque ha descubierto que detrás de aquella enorme nariz hay un gran corazón, un gran hombre.

PAULINA: Vaya, no está mal la historia, pero a mí las palabras me aburren Juliette. A mí me gustan los hombres al desnudo. El amor sin cama no es nada. Por hoy está bien, además es la hora de Paulo, esta mañana me he levantado con un gran dolor en la espalda.

JULIETTE: ¿Sólo en la espalda?

PAULINA (riéndose): Ja, ja, ja, ¡Qué bien me conoces Juliette!... divina, ha sido una noche divina. Ese músico es más fuerte de lo que aparenta y tiene una batuta que vuelve locos a los violines. Te juro que nadie hace el amor como los italianos.

JULIETTE: Pues, Paulina, debes tener cuidado. En la Corte ya se habla de vuestro “lio” con el compositor.

PAULINA: ¡Y a mí que me importa la Corte…! Aquí no hay nada más que viejas y arrugadas.

JULIETTE: Pues procura no exhibirte con él porque Josefina ya ha preguntado y quiere saber qué relación tienes con él.

PAULINA: ¿Qué esa “vieja” quiere saber lo que yo tengo con mi amor italiano?... pues, decidle que se venga esta noche a mi cama.

JULIETTE: Cuidado Paulina, que Josefina es la esposa de vuestro hermano y vuestro hermano es el primer Cónsul de Francia.

PAULINA: ¿Mi hermano? ese no piensa nada más que en sus batallas y en sus soldaditos. Por cierto ¿dónde está ahora el “ogro”?

JULIETTE: ¿No lo sabes?... si todo París no habla de otra cosa… Al parecer ahora quiere invadir Inglaterra. Creo que esta vez puede conseguirlo. Según dicen ha conseguido reunir entre Brest y Amberes una flota más poderosa que la inglesa para poder cruzar indemne el canal y dicen que si consigue pasar a los 200.000 hombres y la artillería que ha conseguido en el campo de Boulogne puede estar en Londres antes de que termine el año.

PAULINA: No me extraña, mi hermanito nació para la guerra… ¿No le llaman “El rayo de la Guerra”?... ¡Ay, si fuera en la cama como en el campo de batalla! Así tiene a la vieja, que se le van los ojos detrás de los soldados de la guardia.

JULIETTE: Paulina, Paulina… debes ser más prudente, tu hermano es el Poder, el hombre que más poder tiene en Francia y ella es su mujer.

PAULINA: Sí, Napoleón será el amo de Francia, y de Europa si quiere, pero yo soy el amo de mi cuerpo y con mi cuerpo yo hago lo que quiera… Además, que me va a decir mi hermanito si ha hecho de las Tullerias un burdel… ¿no sabes que a mi hermanito le llevan todas las tardes mientras está en París, a una putilla para que le haga el amor, porque no tiene tiempo ni para eso?

JULIETTE: Bueno Paulina, tú dirás lo que quieras, pero yo te lo advierto, ten cuidado y no te exhibas demasiado.

PAULINA: Anda, Juliette ve y dile a Paulo que ya puede pasar, ahora voy a cambiarme. Esta tarde me ha prometido Felice que me va a traer una bailarina que ha descubierto y que, según él, baila como los ángeles.

 Escena tres

(Pero en ese momento y ya cuando Madame Juliette se disponía a salir entró unas de las sirvientas de Palacio algo nerviosa y sin pedir ni permiso. Viste de uniforme).

LA SIRVIENTA: Señora, está fuera el “Signore” Don Felice y pide verla enseguida. Está muy alterado y nervioso.

PAULINA: Pues, que espere. Estos hombres siempre tienen prisa… hasta cuando hacen el amor.

LA SIRVIENTA: Señora, me parece que no voy a poder convencerle.

DON FELICE: ¡¡Paulina!! (casi grita, entrando sin mas) ¡¡No puedo esperar!!... Es muy grave lo que tengo que decirte

PAULINA: ¡Ay, amore mío, tú siempre igual! Siempre nervioso y siempre con prisas… A ver ¿Qué te pasa ahora?

DON FELICE: (acercándose a ella e hincándose de rodillas y cogiéndole la mano) ¡Paulina! Tu hermano me echa de Francia.

PAULINA: (Levantándole del suelo) ¿Cómo? Explícate.

DON FELICE: Paulina, esta mañana se han presentado en mi casa dos policías y me entregaron este oficio. En él se me comunica, a través del Ministro de la Policía, que debo abandonar París y Francia, si no quiero vivir, el resto de mi vida en prisión. Me dan 7 días para abandonar Francia. Y ahora ¿Qué hago yo?... Si sabes que estoy a punto de estrenar mi última ópera.

PAULINA: Bueno, amigo mío, mi amor, de entrada tranquilizarte y no perder los nervios. No olvides que en esta vida todo tiene arreglo menos la muerte.

DON FELICE: ¿No querrás que viva el resto de mi vida en la cárcel?... antes de abandonar París y Francia y perderte a ti, prefiero la muerte.

PAULINA: No digas tontería, Felice y tómate las cosas con calma… si, ya veo que detrás de esa orden está mi hermano y seguro que también la Emperatriz. Esa “vieja” no perdona que yo tenga mi vida propia… y la Corte seguro que aplaudirá tu expulsión, todas esas “cotorras” me envidian. No soportan que yo viva mi vida al margen de normas y de leyes, no soportan que yo defienda la igualdad de la mujer, el amor libre y que me exhiba con vestidos que ellas serian incapaces de ponerse.

DON FELICE: Si, pero yo tengo a los dos policías pegados a mis zapatos.

PAULINA: Esta bien, amore mío, yo hablaré con mi hermano y trataré de que esa orden se rompa.

DON FELICE: ¡Ah, mi querida Paulina, si tú consigues eso serás mi salvadora!

PAULINA: Pues, ya sabes vete a tu casa y haz tu vida normal. Tenemos siete días para resolver el entuerto.

DON FELICE: Gracias, Paulina, mil veces gracias… te aseguro que no te olvidare en mi vida y que te amaré por los siglos de los siglos.

(Y el compositor se va hacia la puerta de salida, pero todavía Paulina le dice:)

PAULINA: Felice, no te vayas todavía, se cómo se curan los nervios y yo te los voy a curar ahora mismo. Ven conmigo (y le coge de la mano y lo arrastra con ella) que ahora mismo tú y yo vamos a viajar a Venecia… ¡Y esa “vieja” que siga con “el Rayo de la Guerra”! (Y ambos salen por una puerta lateral.)

JULIETTE: (Ya sola en escena) ¡Esta mujer se ha vuelto loca! No se da cuenta la fuerza que tiene su hermano, el Poder en Francia, una vez más se va a complicar la vida. Pero… así es mi Paulina y nadie la va a cambiar. En fin, iré a por Paulo, el masajista, y ya veremos cómo resuelve este problema. 

Escena cuatro

(Y sale de escena. Inmediatamente después entran dos sirvientes uniformados, que trasportan la cama de masajes y van a instalarla en un lateral). (Al tiempo que sale Madame Juliette entran dos de los servidores de Palacio Françoise y Charles. Arrastran una especie de cama con ruedas totalmente lisa y van a situarla a un lado y de frente).

CHARLES: Joder, tío, esto es lo que me faltaba, ponerle la cama al negro ese.

FRANCOISE: Charles, Charles, calla que las paredes oyen.

CHARLES: Pues que me oigan. No me gusta que sean las manos de un negro las que “masajeen” a la mujer más guapa de Francia.

FRANCOISE: ¿Y a ti qué te importa lo que haga nuestra señora con el negro? Además, según dice Carlota tiene unas manos de oro, que donde las pone desaparecen los dolores, cualquier dolor.

CHARLES: Mira, Francoise, puede que eso de las manos sea verdad, pero mucho me temo que además de las manos el negro tiene algo más poderoso.

FRANCOISE: Charles, mi querido gruñón, y a ti y a mí ¿qué nos importa lo que tenga el negro?... al menos mientras nos paguen, y de eso no te quejarás, porque la Señora Paulina nos paga muy bien.

CHARLES: No, si yo no me quejo, yo me quejo de la suerte que tienen algunos… Porque, ¿sabes lo que te digo?... que ya me gustaría a mí ser el negro.

FRANCOISE: (Mientras va arreglando y colocando sábanas blancas sobre la mesa-camilla y fijándola al suelo). Pues, según Carlota, además de los masajes creo que la baña también.

CHARLES: ¡No me digas!, ¿desnuda?

FRANCOISE: Carlota dice que sí.

CHARLES: Mondieu, mondieu, mondieu… los clientes se me van a caer de envidia… Con el “cuerpazo” que tiene nuestra señora… Claro, que bien se lo trabaja. Oye y el musiquito ese que viene ahora por aquí, ¿qué te parece?

FRANCOISE: Calla, Charles, calla. Al parecer el musiquito ese, como tú le llamas, es su nuevo amante, un compositor italiano.

CHARLES: Aquí todo el mundo tiene suerte menos yo.

FRANCOISE: Anda, no te quejes que bien te trabajas tú a la Monique.

CHARLES: Va, no me como una rosca, Monique es un témpano de hielo.

(En ese momento sale por la puerta del dormitorio de Paulina, poniéndose bien la ropa y con el sombrero a medio caer el músico italiano. Sale como huyendo).

FELICE: Bonn soir mesie, bonn soir mesie… esta mujer será la más bella y su cuerpo será el de Venus… pero a mí me va a matar. (Y sale de escena)

(Al salir el compositor entra Madame Juliette acompañada del negro Paul).

JULIETTE: ¿Qué ha pasado?, ¿qué le ha pasado al signore compositor?

FRANCOISE: ¡Ah, Madame Juliette, el signore ha salido de esa habitación como un gato escaldado y diciendo palabrotas en italiano!

JULIETTE: Bueno, ¿está ya todo preparado?, ¿puedo avisarle a la señora?

CHARLES: Sí, sí, Madame, por nosotros la cama está lista.

JULIETTE: Está bien, podéis retiraros.

(Todavía al salir el tal Charles se para ante el negro y le dice).

CHARLES: Ea, negro cabrón, ahí tienes tu cama bien preparada, que la aproveches… ya quisiera yo ser negro.

FRANCOISE: Pero, ¿qué haces, amigo Charles, no sabes que Paul es sordo y mudo?

CHARLES: ¿Sordo y mudo?, entonces, ¿qué tiene ese tío que yo no tenga?

FRANÇOISE: ¡Ay qué bobo eres Charles!, ya sabes lo que dicen que tienen los negros que no tenemos los blancos.

(Y los dos salen de escena, al tiempo que por la puerta del dormitorio entra Madame Juliette y la bella Paulina).

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