Séptimo aniversario de la muerte de Amy Winehouse
Ya en la época de Frank, su primer disco, la cantante de jazz se mostraba desorientada en varias apariciones públicas, lo que provocó en ocasiones una evidente pérdida de calidad vocal y la suspensión de algún concierto.
Desde hacía un tiempo Amy sufría depresión y bulimia, trastornos a los que más tarde se sumaron el alcohol y las drogas en enormes cantidades.
Gente del entorno de Amy acusan al jóven Blake Fielder-Civil, novio de Amy por aquel entonces, de haberla introducido en el mundo de las drogas. Una relación de idas y venidas que terminó cuando Blake fue encarcelado. Una de esas rupturas se reflejó en la obra consagratoria de Amy, Back to black.
Otro de los señalados como responsables de la muerte de Amy es su padre, Mitch Winehouse, que no reconoció los problemas de su hija hasta bastante tarde, negándose a que ingresara en centros de rehabilitación durante mucho tiempo.
La última etapa de Amy estuvo marcada por la soledad, al tiempo que se alejaba de las drogas volvía al alcohol el cual se le antojaba más inofensivo. Estaba más centrada y deseosa de grabar un nuevo disco.
El día anterior a su muerte su madre le hizo una visita inesperada, la encontró algo ida pero no se alarmó dado que había presenciado ese cuadro en múltiples ocasiones. Al atardecer de ese mismo día también recibió la visita de su doctora, que la vio algo achispada pero tampoco le dio demasiada importancia puesto que fue capaz de mantener una conversación de forma coherente.
Al día siguiente, el 23 de julio de 2011 su guardaespaldas la encontró muerta en su habitación, junto a su cama había tres botellas de Vodka vacías.
Los análisis toxicológicos revelaron una desmesurada cantidad de alcohol, 4.16 gramos por litro de sangre, sin embargo, no se encontraron rastros de drogas.
De esta manera precoz, lenta y previsible nos dejó Amy Winehouse, la última artista en ingresar en el exclusivo Club de los 27, el conocido listado de rockeros que han muerto a esta temprana edad.
