
La vida y la muerte... más allá de la ciencia
Columna de opinión por Federico de Sánchez
Desde que el ser humano adquiere conciencia como tal, desde que las criaturas humanas de la especie neandertal, en vez de desechar los cadáveres de sus congéneres, los sepultaban ceremonialmente, la andadura racional constituye un duro esfuerzo intelectual por descifrar el enigma más constante y real que representa la propia finitud de la especie: la muerte.
Es curioso comprobar cómo el interés del hombre en la vida después de la muerte ha permitido a las generaciones posteriores satisfacer su curiosidad con referencia a la vida antes de la muerte de sus antecesores. Efectivamente, gran cantidad de material de naturaleza arqueológica ha sobrevivido gracias a formar parte de la dotación, del equipo que preveían para sus muertos.
No es de extrañar que exista una pugna, un constante deseo de trascendencia, que supere esa sensación de caos final que aparece con las primeras manifestaciones del cese de la vida. La propia responsabilidad inherente a la conducta humana lleva a sensibilizar el tejido que constituye su frágil estructura de ser pensante, remueve los cimientos del edificio que sostiene toda su personalidad y lo conduce a una duda angustiosa basada en la incertidumbre.
En nuestra época contemporánea, vemos un cambio sustancial de actitud frente al cese de la vida. Efectivamente, todo parece ir debidamente encaminado a un proceso de prolongación de las facultades vitales; ciertamente, existe una poderosa tecnología consagrada a la subsistencia. Con frecuencia, es factible encontrarnos ante una prolongación mecánica, artificial, del ser humano, al que conscientemente se le priva de la participación en el último acto de la conciencia, en esa experiencia extrema.
Existe un claro contraste entre las culturas de sociedades desarrolladas tecnológicamente y las de menor desarrollo, incluidas las culturas antiguas y orientales, donde la muerte es considerada y juzgada como una parte importante del proceso de la vida. Saber morir requiere un aprendizaje, como, igualmente, lo requiere el vivir: aprender a morir es considerado un aspecto integral del vivir, de la existencia.
Vida y muerte son cara y cruz de una misma realidad. A lo largo de la historia del pensamiento universal, la filosofía y la muerte van unidas como pueden ir la filosofía y la vida. En general, podríamos decir que buena parte de la historia del pensamiento racional está referida a la muerte humana por el mismo motivo que buena parte de ella está dirigida al problema de la vida humana en sus aspectos éticos, sociales, políticos, espirituales, etc. Así, sociológicamente hablando, la muerte humana no es solo un fenómeno natural, sino fundamentalmente un fenómeno social. La muerte no solo la referimos a los muertos: también tiene una importante proyección en el mundo de los vivos.
Desde un punto de vista psicológico, diríamos que la muerte humana es más muerte que la de otros seres vivos, porque ella misma es sentida como muerte, como cesación personal, y no como un mero instinto de supervivencia propio de los animales irracionales.
La muerte como fenómeno humano tiene múltiples aspectos. Uno de los que más han preocupado en la historia de la filosofía (del pensamiento universal) y de las religiones es el problema de: ¿qué hay después de la muerte?, ¿qué ocurre cuando morimos?: ¿perecemos del todo y para siempre, o nos espera otra vida? El destino del hombre después de la muerte es una cuestión fundamentalmente religiosa, aunque muchas filosofías se lo han planteado cuando menos como telón de fondo.

La mayor parte de las grandes religiones son inmortalistas en el sentido de que no prevén un fin para el hombre o para el elemento más esencial del mismo: el alma. Esta inmortalidad se manifiesta de diferentes maneras: bien como reencarnación y transmigración en las religiones orientales; bien como la idea de otro mundo superior a este, que será la morada de nuestras almas en la eternidad (cristianismo e islamismo).
Es, lógicamente, este último sentido el que más ha imperado en el mundo occidental, siendo el pensamiento griego –fundamentalmente a través de Platón– el que inspiró esta idea de una vida más plena después de la muerte.
Para la ciencia, en cambio, no constituye una cuestión de naturaleza esencial, al menos así lo indica la línea de investigación desarrollada, partiendo de la premisa del aquí y ahora, de lo medible, repetible y experimentable. Ahora bien, la nada, la angustia, la vida inauténtica y la alienación son otras formas de muerte, aunque estas se produzcan en vida.
Cuando queremos acotar la realidad, podemos comprobar que nuestra perspectiva se manifiesta insuficiente para abordar la totalidad: somos finitos –aunque nos rebelemos–, temporales, limitados por nuestra propia naturaleza. No obstante, el ser humano ha desarrollado esfuerzos considerables para trascender esta limitación.
Su deseo de inmortalidad lo lleva a plantearse cuestiones esenciales: ¿de dónde procede la inquietud cuando se observa a sí mismo y a su alrededor, y lo que ve está sometido a leyes inexorables de mutabilidad, de cambio permanente?, ¿y el anhelo de supervivencia más allá de lo que manifiesta su biología?
La ciencia, con su modelo (recordemos: siempre mutable), ofrece soluciones concretas, prácticas; aporta explicaciones que dan sentido a una realidad cósmica, planetaria y humana. La física contemporánea no se agota (no puede hacerlo) en sí misma. La física cuántica crece y, en su crecimiento, va camino de fusionarse con estructuras que pierden su carácter rígido, mecanicista, y abordan cuestiones de naturaleza espiritual.
Vivir es una experiencia maravillosa. Sentir que somos libres, autónomos, responsables… es sentir cualidades básicas de nuestra personalidad. Aparentemente, han quedado atrás tiempos tenebrosos para nuestra especie, donde resultaba casi imposible reflexionar sobre cuestiones que eran tenidas y sostenidas como dogmas inmutables. No podemos olvidar, no obstante, que siempre debemos estar atentos, conscientes.
Vida y muerte son cara y cruz de una misma realidad: la nuestra.
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