
No basta con pedir perdón
Columna de opinión por José Francisco Roldán
Los expertos dicen que para pedir perdón se exige reconocer la ofensa, asumir la responsabilidad, concretar de qué va el lamento, expresar arrepentimiento, comprometerse a cambiar y practicar la empatía. Para la gente honrada y cabal no debe suponer ningún problema, porque no habrá quien sea ajeno a torpezas de las que arrepentirse.
Hacerse perdonar regala una reconciliación, incluso por razones muy poderosas. No es complicado perdonar, si las variables se cumplen rigurosamente. La simple disculpa, que podría suplir el auténtico acto de contrición, se puede quedar en una simulación sin capacidad de influencia. Pero no todo se borra cuando la causa de un desbarajuste viene determinada por falacias intencionadas mostrando el mayor de los desprecios. Si aceptamos con generosidad cualquier excusa, no habrá obstáculos insalvables, pero suele quedar circunscrito a corazones muy especiales.
Para la mayoría de los españoles, aquellas maniobras protagonizadas por el gobierno de España en los primeros días de la pandemia, cuando morían miles de personas en condiciones espeluznantes, no se puede obviar. Tampoco es sencillo perdonar, entre otras razones, porque nadie ha pedido disculpas, ni siquiera para disimular un atisbo de vergüenza.
Es imprescindible reiterar las declaraciones del entonces ministro de Sanidad y el vicepresidente de lo social, y el Presidente del Gobierno, que sigue, cuando han estado esquivando una hemeroteca impasible y justa denunciando su clamorosa recua de mentiras y fracasos.
El actual y poco honrable presidente de la comunidad autónoma de Cataluña se arrogaba el papel de coordinador de los servicios sanitarios de España asumiendo la puesta en marcha de protocolos. El actual tabernero de callos, entonces vicepresidente, asumía la dirección suprema para organizar la actividad en las residencias y centros de mayores nacionales arrogándose la capacidad para coordinar todas las acciones necesarias en la lucha contra la COVID.
Ahora, cuando tenemos la oportunidad de ver y escuchar sus declaraciones al respecto, no faltan ciudadanos dispuestos a escupirles toda una retahíla de improperios. Y lo que es peor, jamás reconocieron su protagonismo en el caos y arremetieron contra los contrincantes políticos acusándolos de todos los males adjudicándoles la matanza de mayores, eso si, solamente en la comunidad autónoma de Madrid.
Lo que no hay duda es que han estado difundiendo sin descanso una leyenda negra despreciable. Según nos informaba el líder del progresismo y derechos sociales, los ministerios de Sanidad y Defensa le habían pedido su intervención, que asumía poniendo en marcha los protocolos para la atención en domicilios y residencias. Con una cara dura como el cemento armado decía que iba a reforzar con personal y recursos, incluido material de protección individual.
Esos protocolos que decía tener el ministro de Sanidad se iban a convertir de una orden de ámbito nacional. El Presidente del Gobierno, con el empaque propio de un defraudador profesional, respaldaba a los dos personajes del momento, verdaderos paladines de la responsabilidad gubernamental.
Los años pasaron y demasiados sinvergüenzas han salido indemnes de semejante tragedia colectiva, es más, no pocos sacaron beneficios de la muerte en casas y residencias de mayores en toda la nación. Jamás escuchamos una disculpa, un requerimiento de perdón, aunque fuera con la boca pequeña, al estilo de sus aliados, que amparan terroristas y dan lecciones sobre derechos humanos.
Su decadencia ha descarrilado arrollando a mucha gente, y más tarde nuestro presidente, haciendo gala de lo que es, largaba una perorata defendiendo a su fiscal general, exigiendo respeto e intimando a pedirle perdón. Tantas discrecionalidad y arbitrariedad, que no tiene colmo, está ofendiendo sistemáticamente a muchos españoles, asqueados de un modo despreciable de gobernar. Ya no hay vuelta atrás, el destino es pertinaz y de algún modo reconfortante, porque esto debe finalizar, pero para estos personajes, pendientes de una retribución penal ejemplar, no bastará ni con pedir perdón.
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