Veinte años sin Antonio Gades, el genio del baile que sentía 'envidia' de Marisol
El bailarín alicantino, que falleció el 20 de julio de 2004, también estuvo casado con la actriz Marujita Díaz
El 20 de julio de 2004 el bailarín valenciano Antonio Gades irrumpía por última vez en la crónica social nacional. El exmarido de la cantante Marisol fallecía a los 67 años víctima de una larga enfermedad y lo hacía rodeado de sus tres hijas, Tamara, María y Celia, y de la bailarina Eugenia Eiriz —su última mujer— en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, donde se encontraba ingresado.
Un año después, las cenizas del que era conocido como el genio del baile español fueron trasladadas a La Habana, concretamente al Panteón de Héroes de la Revolución cubana. Según publicaron diversos diarios locales, Gades “amaba Cuba y tanta era su modestia que, a pesar de todo su apoyo y disposición de dar incondicionalmente la vida por la Revolución, injustamente se reprochaba aún no haber hecho más por ella”.
El vínculo del bailarín alicantino con Cuba no solo quedaba en el ámbito político, sino que fue en La Habana donde contrajo matrimonio con la que fue la niña prodigio del franquismo en presencia de Fidel Castro y la bailarina Alicia Alonso, que actuaron como padrinos del enlace.
El legado de Antonio Gades en el ámbito artístico nacional así como su trayectoria ha sido recogida en las páginas de Antonio Gades. Arte y Revolución. Una biografía escrita por el periodista Julio Ferrer y que está “centrada en sus múltiples facetas como artista, su compromiso con la causa de la revolución cubana y el amor inquebrantable hacia este pueblo. Tras su muerte, este intérprete excepcional quedó inmortalizado en la historia de la danza española y flamenca”.
La historia de Antonio Gades, el genio del baile español
El 14 de noviembre de 1936 España se encontraba en plena Guerra Civil y en el municipio alicantino de Elda llega al mundo Antonio Esteve Ródenas. Antonio era uno de los hijos del matrimonio formado por Aurelia —trabajadora de la industria del calzado— y Vicente, un fabricante artesanal de mosaicos con un férreo compromiso político.
A principios de 1937, el padre del bailarín se alista voluntario en el ejército republicano. Cuando triunfó el bando franquista, Vicente fue condenado por su apoyo al bando republicano y llevado ante a uno de los pelotones de fusilamiento.
Según recoge la biografía de Ferrer, el padre del bailarín “milagrosamente salvó su vida, pues el tiro de gracia entró por un ojo y salió por el cráneo. Debido a este hecho fortuito, que incluyó la pérdida de un ojo, lo apodaron el Ventana, y por ser un mutilado de guerra le otorgaron un puesto de portero de edificio”.
Fue Vicente quien inculcó a su hijo Antonio el compromiso político y una marcada conciencia de clase, por la que estuvo a punto de perder la vida en plena contienda bélica.
Una vez finalizada la Guerra Civil Antonio y su familia dejaron Elda y se trasladaron a Madrid. Allí residieron en una portería de la avenida de la Ciudad de Barcelona. Por aquel entonces —y en plena posguerra —el bailarín comenzó a trabajar para ayudar a su familia porque, como revelaría años después, “el hijo del obrero tenía que ser obrero y aunque me hubiera gustado estudiar no tuve la posibilidad de ir al colegio".
El bailarín trabajó como botones al lado del fotógrafo Juan Gyenes, por cuyo estudio desfilaban las grandes figuras de la danza que se ponían frente a su objetivo. Esta experiencia despertó en el bailarín cierta curiosidad por aquella disciplina artística. Posteriormente trabajó junto a José Demaría Campúa —conocido como Pepe Campúa— y, también, como mozo en el diario ABC o repartidor de fruta.
Antonio comenzó a bailar para “escapar del hambre”. Y pese a que, como otros jóvenes, bailaba al ritmo de los pianos mecánicos que tocaban por las calles de la capital, la energía y destreza artística del bailarín no pasaba inadvertida. Fue una vecina quien le sugirió a su madre que comenzara a recibir clases.
En 1949 comienza su larga formación. Durante esta época conoce al guitarrista Emilio de Diego, quien llegó a ser secretario del Comité de Arte y Cultura del Partido Comunista (PCE). La danza se convierte en un aspecto clave en su vida y comienza a realizar sus primeras giras al lado del cabaret de Harry Fleming.
Su trabajo cautivó a figuras como Manuel Castellanos —encargado de los Festivales de España—, que lo recomienda a la coreógrafa Pilar López Júlvez. Fue la bailarina quien le sugirió el nombre artístico de Antonio Gades. El bailarín ingresa en la compañía de la bailarina, donde llegar a ser primer bailarín. Gades realiza giras por todo el mundo y en el Teatro de la Ópera de Roma le llaman ‘el bailaor de la esencia andaluza’. Una esencia que pasea por ciudades como Milán, Londres o París.
En 1962, a su regreso a la capital española, funda su propia compañía y un año después protagoniza, junto a la bailaora Carmen Amaya, la película musical ‘Los Tarantos’, que es nominada a los Oscar y supuso el reconocimiento definitivo a su carrera como bailaor.
Pero aquel año Gades también da el salto a las páginas del papel cuché por uno de sus romances más mediáticos.
Los romances de Antonio Gades
Fue todo un flechazo. El bailarín Antonio Gades y la actriz Marujita Díaz sellaron su amor un 18 de marzo de 1964 en la ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid. Como padrinos actuaron Luis Escobar y Lucía Bosé. Aquel enlace fue retransmitido por el No-Do, aunque el matrimonio tan solo duró veinte meses en los que se hicieron patentes las diferencias entre la pareja.
Según cuentan, el final de aquella historia se debía a que Gades le había pedido dinero prestado para montar un espectáculo, 'Don Juan', y ella se lo habría negado. Tal y como declaró la cantante, “mi primer matrimonio, con Espartaco Santoni, duró cuatro años, que me parecieron cuarenta. El segundo, con Antonio Gades, solo duró siete meses, pero me parecieron siete siglos. Aquel fue una locura; este, una metedura de pata”.
Tras la ruptura, Gades volvió a la palestra mediática por su romance con una de las niñas prodigio del cine español. Junto a Marisol comenzó un idilio que volvería a unir a dos grandes figuras de la cultura nacional. Ambos se conocieron en la histórica Casa Gades de Madrid. “Yo había ido a comer con un amigo que trabajó conmigo en el rodaje de La chica del Molino Rojo. En las paredes había varias fotografías mías, hechas por el fotógrafo César Lucas. Antonio se me presentó diciendo que tenía simpatía hacia mí. Y desde entonces comenzamos a vernos asiduamente. Siempre me trató como a una mujer normal, escuchaba lo que yo decía y nos comprendíamos perfectamente ya desde los primeros momentos”, confesó la malagueña.
Ambos tuvieron tres hijas. María Esteve, actriz y actual presidenta de la Fundación Antonio Gades; Tamara, que trabaja como psicóloga; y Celia, quien ha continuado la carrera de su progenitora como cantante. El matrimonio dejó Madrid y se instaló en Altea, lejos de la escena pública. No solo compartían vida familiar, sino también el compromiso político con el Partido Comunista —era habitual su asistencia a actos o mítines de la formación política— y, también, proyectos profesionales junto a personalidades como el cineasta Carlos Saura —gran amigo de la pareja—, con quien ambos trabajaron en proyectos como‘Bodas de Sangre’ o ‘Carmen’.
Si bien Antonio Gades se había consagrado como un genio de la danza internacional —en 1978 se puso al frente del ballet nacional—, la fama de Marisol despertó en él celos y, según trascendió, llegó a mostrar actitudes machistas durante el rodaje de la cinta ‘El poder del deseo’. Muchas escenas de carácter erótico tuvieron que ser eliminadas.
La frenética vida laboral de la pareja no impidió que en 1982 celebraran su boda en La Habana. Una ciudad con la que Gades mantenía un vínculo muy especial. En aquel enlace sin presencia religiosa actuaron como padrinos Fidel Castro y la bailarina Alicia Alonso. Cuatro años después el matrimonio se rompió y el bailarín comenzó un nuevo romance con la millonaria suiza Daniela Frey.
El retiro de Gades
Aquella historia finalizó en un complicado momento profesional en la vida de Gades. A principios de los noventa disolvió la compañía y se dedicó a otra de sus grandes pasiones: la navegación. Tan solo regresó a los escenarios para crear Fuenteovejuna, su última obra. Un proyecto que el Ballet Nacional de España propuso montar en 2001 y en el que conoció a su última mujer, la también bailarina Eugenia Eiriz. Además de nuevos hitos profesionales, Eugenia fue testigo de la llegada de una dura enfermedad, que le impidió montar Don Quijote de la Mancha y Noche de guerra en el Museo del Prado.
No obstante, el bailarín de Elda continuó al frente de sus diversos compromisos políticos. A principios de junio de 2004 volvió a Cuba y en el Palacio de la Revolución, de manos del comandante Fidel Castro, recibió la máxima condecoración que concede el Consejo de Estado, la Orden José Martí, en reconocimiento a sus aportes a la cultura universal y por su "amistad y fidelidad inquebrantables hacia el pueblo y la revolución cubana".
A su regreso del país tropical, fue ingresado en el hospital Gregorio Marañón de Madrid y el 20 de julio de 2004 el bailarín falleció rodeado de su familia y como todo un genio del baile internacional.
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