Tamara Falcó se casa en la finca que su madre salvó de 'la quema' al Marqués de Griñón
La filipina prestó 21 millones de pesetas en su día a Carlos Falcó para pagar el embargo de 'El Rincón'
La finca “El Rincón” es uno de los edificios con más historia de España. La propiedad, ubicada en el municipio madrileño de Aldea del Fresno, ha sido lugar frecuentado por reyes, espacio de rodajes de películas como ‘La escopeta nacional’ o series como ‘La Promesa’ y testigo de bodas como la de Julio José Iglesias junto a Charisse Verhaert en 2012.
Este pasado 8 de julio “El Rincón” fue testigo de un nuevo enlace pues la aristócrata Tamara Falcó celebró allí su enlace junto al empresario Iñigo Onieva. También fue allí donde Carlos Falcó vivió junto a su última esposa, la modelo Esther Doña, como ya lo hizo en la década de los ochenta junto a la socialité filipina Isabel Presyler, quien no se acostumbró demasiado a la vida campestre.
El día en el que Isabel Preysler salvó 'El Rincón'
A partir del nacimiento de Tamara el 20 de noviembre de 1981 la cosa cambió. La convivencia con Carlos Falcó se hizo cada vez más agobiante para Isabel Preysler. Cuenta la periodista Asunta Roura, su biógrafa, que Isabel encontraba en su marido más al padre o al amigo que al amante. Su presencia le resultaba enormemente grata y necesaria, pero todo sentimiento apasionado iba desapareciendo en ella.
Que en el amor, ella siempre se entrega de forma absoluta y que su temperamento ardiente hizo que no encontrase en su segundo marido, el marqués de Griñón, un compañero en la medida de sus deseos y, sin embargo, a él le ocurrió lo contrario, que la mujer bella y refinada le satisfizo de tal modo que anuló en él toda clase de inquietud, toda ambición. La felicidad que le proporcionaba Isabel Preysler le cegó hasta el conformismo, lo que condujo a Isabel a la infidelidad.
Paralelamente a estos conflictos conyugales, también salían a la luz los problemas económicos del marqués de Griñón, que los más atrevidos achacaban a la vida de lujo asiático que llevaba su esposa, con la que se había casado en régimen de separación de bienes. La economía de Carlos Falcó no era tan boyante como para seguir el ritmo de vida que ella iba determinando en cada momento. Durante la primera mitad de los años ochenta, Carlos Falcó sufrió varios reveses económicos.
Por ejemplo, el entonces Banco Hispano Americano, al que adeudaba 120 millones de pesetas, inició un proceso de embargo contra sus propiedades. También el Banco Español de Crédito había comenzado un contencioso contra su finca de La Barquilla, en Cáceres, que se encontraba hipotecada por los préstamos que el marqués había solicitado por un importe de 300 millones de pesetas.
El 14 de julio de 1985, ante un clamor popular, la pareja firmaba un comunicado publicado, de nuevo, en la revista Hola, donde informaban oficialmente de su ruptura matrimonial. Habían pasado siete años desde que Isabel iniciara su relación formal con Carlos Falcó y otros siete años lo que duró su matrimonio con Julio Iglesias. Siete, un número que no se cumplió con Miguel Boyer.
En torno al domicilio de la calle Arga 1 se congregaron curiosos y decenas de fotógrafos en busca de la ansiada foto de ver salir al marqués de Griñon con sus maletas. Pero cuentan allegados que, en un gesto de gratitud, los efectos personales del marqués permanecieron en la casa de Arga, 1 hasta después de ese verano cuando, por fin, dispuso de otro piso donde instalar sus regalos personales, la vajilla, la cubertería con sus iniciales, etc., que la filipina ya no volvió a utilizar nunca más.
El marqués de Griñón no pidió compensación alguna en su separación y sí, en cambio, se convirtió en deudor de su ya exmujer. Cuatro días después del comunicado publicado en la revista Hola, de común acuerdo también, la pareja estampaba su firma en un documento privado en el cual el marqués de Griñón reconocía mantener una deuda de 21.237.815 pesetas con Isabel Preysler.
En una de las cláusulas se especificaba que durante el primer año, el deudor Carlos Falcó y Fernández de Córdova, estaba obligado a abonar a la acreedora, María Isabel Preysler Arrastia el interés anual del 14% de la cantidad prestada, mediante el pago de recibos mensuales.
Asimismo, se hacía constar que la deuda debía saldarse en el plazo de dos años. Se trataba de un préstamo que le había dado en su día Isabel para salvar unas hipotecas que pesaban sobre sus fincas de El Rincón, Cantoblanco y Peña Halcón, colindantes y situadas en las inmediaciones de la localidad madrileña de Aldea del Fresno, a unos cincuenta kilómetros de la capital.
Tras el comunicado oficial hubo que esperar todavía dos años más, hasta el 15 de junio de 1987 para que hubiera una sentencia definitiva de divorcio. Ésta establecía que la pequeña Tamara siguiera viviendo con su madre sin cambiarse de casa y que el marqués de Griñón pasaría a Isabel Preysler una asignación mensual de 175.000 pesetas para la manutención y educación de la niña, importe que más tarde se aumentó.
A pesar de su separación, las relaciones de Isabel Preysler con Carlos Falcó siguieron siendo buenas y según apuntan varios medios de comunicación, su hija Tamara estaría a punto de firmar la venta de la finca que logró salvar su madre por 7 millones de euros. El motivo sería por el mal estado en el que se encuentran algunas de las dependencias, como se pudo ver a lo largo de la docuserie de 'La Marquesa'.
El nacimiento de Tamara
El primer año de convivencia de la pareja transcurrió en medio de una intensa vida social. Era muy frecuente que se organizasen cacerías en sus heredades, a donde acudía la flor y nata de la sociedad madrileña. Isabel siempre era la perfecta anfitriona. Cuentan quienes acudían a ellas que era esplendorosa agasajando a sus invitados. Además de las jornadas de caza, también viajaban los inviernos a la localidad suiza de Gstadd, donde acudían a menudo los clanes familiares de las altas finanzas españolas a esquiar.
Pocos meses después llegó a sus vidas una nueva hija a la que pusieron por nombre Tamara Isabel, a quien su madre llama familiarmente Tami, sus hermanastros Tamarik y el servicio doméstico del marqués definía como “la Presyler chica”. Fue el 20 de noviembre de 1981 cuando vino al mundo, justo seis años después de la muerte del general Franco, y en su bautizo también actuaron Los del Río, de quienes Isabel Preysler fue, más tarde, madrina del lanzamiento de sus discos de sevillanas. El nacimiento de Tami sirvió para reforzar a la pareja, cuya unión conyugal empezaba a dar señales de debilidad.
‘Fiebre del sábado noche’, la película que unió a Falcó y Preysler
Tras el cantante llegó el aristócrata. La socialité filipina Isabel Preysler había dado por finalizado su matrimonio junto al cantante Julio Iglesias. La relación estaba rota. Fue la ‘reina del corazones’ quien relató en unas memorias, que escribió para la revista ¡Hola!,como conoció al aristócrata, su segundo marido. “Empecé a salir con un grupo de amigos. Un día me invitaron a una sesión privada de la película Fiebre del Sábado Noche [fue en la sala privada del primo hermano de la madre de Miguel Boyer, José Antonio Sainz de Vicuña].
Estábamos unas veinte personas y, entre ellas, Carlos Falcó, con quien coincidí poco después en una cena. Cuando entré en la casa vi la sorpresa pintada en el rostro de Carlos. Sonreímos divertidos por la coincidencia, no se separó de mí en toda la noche”. El marqués de Griñón se enamoró locamente de la china. Cada día que pasaba, la extremada amabilidad y la delicadeza de la filipina estimulaban aún más a Carlos Falcó.
Por aquellas fechas, año 1978, este aristócrata, un hombre elegante, educado, de gran caballerosidad, tenía novia oficial, la joven Sandra Gamazo, sobrina del conde de Gamazo e hija de Pimpinella Hohenlohe y de Claudio Gamazo. Pero pronto abandonó a la glamourosa Sandra al caer rendido ante la dulzura de Isabel Preysler.
Falcó iba introduciendo a la joven con más intensidad en su vida y a su vez se iba adentrando en el terreno pantanoso de la prensa del corazón. “Cuando la conocí yo no tenía ni idea de ese mundo rosa de las revistas, ni de nada de eso. Recuerdo que, al principio de nuestra relación, la invité a que viniera a una especie de reserva de animales que habíamos montado con Félix Rodríguez de la Fuente en la provincia de Madrid. Con mucha delicadeza ella me preguntó si habría gente, y yo le dije que habría previstas visitas de colegios, niños, profesores. Pero que qué problema había. Me dijo: “No, el problema es que me conozcan”.
“Yo le dije que cómo le iban conocer, que nada, que allí íbamos y fuimos y cuando Isabel apareció, en fin, uno se puede imaginar lo que ocurrió”. La filipina, a pesar de su juventud, con 27 años de edad, ya había hecho de la fama su medio de vida. Los periodistas de entonces contaban cómo Carlos Falcó salía a veces metido en el maletero del coche de casa de Isabel, en la calle San Francisco de Sales, para no ser visto por los fotógrafos que hacían guardia en la puerta (años después haría lo mismo Miguel Boyer en su domicilio de Arga 1, lo único que éste tapado con una manta).
El ímpetu amoroso de Carlos Falcó sorprendió a muchos que sabían de su pulcritud en todas sus formas, a pesar de ser un aristócrata atípico, de espíritu liberal, una característica no muy frecuente en los aires de nobleza entre los que nació y se crio. Isabel Preysler, que vivía por entonces un apasionado romance con el marqués de Griñón, estaba deseosa de obtener cuanto antes la anulación de su matrimonio para casarse nuevamente y renunció a su derecho sobre toda la mitad del patrimonio de Julio Iglesias que le correspondía.
Así, el domingo 23 de marzo de 1980 contraían matrimonio, esta vez con absoluta discreción, en la pequeña y antigua capilla de la finca familiar de “Casa de Vacas”, en Malpica de Tajo (Toledo). Los Falcó deseaban a toda costa evitar más escándalos y se encargaron de defender celosamente el secreto del acontecimiento, que se llevó con el mayor de los anonimatos. Los invitados fueron alertados con un tiempo prudencial, para evitar la propagación de la noticia. Incluso al servicio doméstico se le comunicó que se iba a dar una fiesta familiar ese día, pero sin más detalles.
Fue una celebración íntima, casi secreta, a la que asistieron un total de veinticuatro personas, que al final del ágape bailaron unas sevillanas que cantaron in situ Los del Río, el grupo entonces de moda de la jet set, que durante la ceremonia oficiada en la capilla de la heredad había interpretado una salve rociera, imprimiéndole a la boda un aire de fiesta.
Entre los invitados, siendo notoria la ausencia de su amiga Carmen Martínez-Bordiú (ya estaba viviendo en Paris), se encontraban los hijos de cada uno de los contrayentes; así como la íntima amiga de Isabel, Marta Oswald, que había sido madrina en el bautizo de su segundo hijo, Julio José Iglesias; los duques de Arión, Beatriz de Hohenlohe y Gonzalo Fernández de Córdova; la marquesa de Berantevilla, Rocio Falcó, la ya fallecida hermana del novio, que ejerció de madrina; y su hermano el marqués de Cubas, Fernando Falcó, quien, curiosamente, en otros tiempos fue un asiduo acompañante de Beatriz, la hermana pequeña de Isabel Preysler, antes de contraer éste matrimonio en 1982 con la joven Marta Chávarri Figueroa, por entonces con tan solo 22 años, biznieta del conde de Romanones y luego coronada Lady España.
Sí que acudió a la boda la madre de Isabel, a pesar de una primera negativa familiar y después de una reconciliación en la que intervinieron varios miembros del clan Preysler, ya que en la tradicional sociedad filipina una separación significaba un escándalo y si había segundas nupcias aún peor. No fue, sin embargo, su padre, que moriría en el otoño de 1992 y a cuyo entierro en Manila no fue su hija. Ante su ausencia fue un amigo de la familia quien actuó de padrino en la ceremonia. Según consta en el acta eclesial, la ceremonia fue oficiada por el párroco de Malpica, Manuel Saiz Pardo. Y como testigos de Isabel actuaron “los señores Gil de Biedma, Zulueta y Pérez Rubio”.
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