Un año sin Marta Chávarri: Así se gestó el escándalo que dinamitó al poder económico
'Diez Minutos' sacó en 1989 el romance entre la socialité y el empresario Alberto Cortina que rompió la beatiful people
A finales de los ochenta, en plena era del triunfalismo socialista, los ricos dejaron de tener miedo a la exposición social. Se dejaban retratar en la prensa y mostraban sus posesiones sin ningún tipo de pudor: fincas, yates, mansiones… Un grupo de privilegiados que hacían negocios bajo el paraguas del Estado, en un país en el que, según su Ministro de Economía de entonces, Carlos Solchaga, era “fácil hacerse rico”.
Fue la era del pelotazo, sobrenombre con el que se conoció popularmente los negocios rápidos y rentables en los años inmediatamente anteriores a la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992. Una nueva clase social que fundía los elementos más horteras del capitalismo salvaje de los ochenta americanos con el aire de nuevos ricos del círculo poderoso que rodeaba al PSOE. Los medios les dieron un nombre descriptivo: beatiful people. Marta Chávarri, fallecida hace un años a los 62 años, se convirtió en la musa improvisada de esos años y de esa clase social.
Rubia, algo atolondrada a la hora de expresarse y moviéndose siempre como si tuviera mucha prisa, esas eran sus principales características. En palabras de Francisco Umbral fue “la ninfa desbragada del socialfelipismo detenido”. Su larga melena, sus jerséis en tonos pastel ajustados, sus ponchos y sus botas hasta las rodillas, crearon tendencia y era fácil encontrar varias ‘Martas Chávarri’ en cualquier ciudad española.
La chica que soñaba con ser portada
Marta nació el 1 de agosto de 1960 hija del diplomático Tomás Chávarri y de Matilde Figueroa, hija del Marqués de Santo Floro y por lo tanto hermana de Natalia, la mujer del cantante Raphael. Debido la profesión de su padre pasó su infancia y adolescencia entre países como Estados Unidos o Suiza. A los 17 años se instaló en Madrid y repartió su tiempo entre algún romance rápido y las fiestas de los cachorros de la jet madrileña. A principios de 1981, uno de esos noviazgos la enfrentó con su mejor amiga, Beba Fernández de Longoria. En eso estaba cuando conoció a Fernando Falcó, marqués de Cubas, 21 años mayor que ella. Marta había obtenido un permiso de conducir en Estados Unidos y necesitaba convalidarlo en España y acudió a Fernando, que por entonces presidía el Real Club del Automóvil.
En el historial amoroso de este aristócrata se acumulaban ya varios nombres de mujeres famosas. Sobre estas cuestiones le interrogaba a principios de 1982Mercedes Milá en Televisión Española, cuando soltó la bomba: “Eso forma parte ya de mi pasado, tengo ahora novia y me voy a casar con ella”. Así fue y lo hicieron en junio de ese mismo año acaparando la portada de ¡Hola! Esa sería la primera de las muchas portadas que ocuparía Marta en su vida, casi siempre, y desgraciadamente, para mal.
En el caso de Marta Chávarri parece cumplirse la máxima de Santa Teresa de Jesús: “Se sufre más por las plegarias atendidas que por la no atendidas”. La joven Chávarri soñaba con acaparar portadas y ser una estrella mediática. Muchos afirman que envidiaba a su entonces cuñada Isabel Preysler, casada con el marqués de Griñón, hermano del marqués de Cubas. De hecho, sus palabras hacia la filipina cuando dejó a su marido por el entonces Ministro de Economía y Hacienda Miguel Boyer, no fueron precisamente piadosas. Más bien agresivas.
Desde el principio del matrimonio se hicieron patentes las diferencias de carácter de Marta y Fernando Falco. Él estaba en un momento de retirada de la vida bullanguera, ella estaba deseosa de devorar la noche madrileña y de llegar a lo más alto de la Jet Set. El nacimiento de su hijo Álvaro en 1983, les dio algo de paz. El afán de notoriedad llevó a Marta a acabar trabajando en La Revista, la publicación que el Grupo Zeta lanzó para competir con ¡Hola! y dirigida por Jaime Peñafiel tras su polémica salida de la publicación couché. El cometido de la Marquesa de Cubas era realizar entrevistas junto a Rafael Ansón mientras éste celebraba una comida, su principal negocio. “Marta era un florero. Bellísimo pero florero al fin. No escribía ni una línea ni hacia una sola pregunta. Sólo sonreía en la mesa, al lado del invitado de turno: Pajares, Ana Obregón… Estaba en el mercado en ese momento. Quería ser carne de portada. ¡Vive Dios que lo consiguió! Eso sí, creo que se ha arrepentido con creces”, aseguraba hace unos años Jaime Peñafiel a Elcierredigital.com.
Después de este escarceo pseudoperiodístico intentó una aventura empresarial montando una tienda de objetos de hogar con amigas como Katia Kañedo, a la que algunos vincularon en su día con el marqués de Villaverde, Cristóbal Martínez -Bordiu, el famoso yerno de Franco, y que en su juventud fue bautizada como "la eterna" novia juvenil de Cayetano Martínez de Irujo, el hijo varón más pequeño de la duquesa de Alba.
Tampoco duró la cosa, pero Marta seguía su camino hacia la gloria mediática. Alcanzó la cima, cuando a inicios del verano de 1988 fue coronada como Lady España, un título que entonces administraba el periodista Santy Arriazu, y que premiaba a mujeres con relevancia social y tirón en las revistas del corazón. A Marta la corona se la cedió su predecesora, la Duquesa de Alba. Así, acaparaba al fin todas las portadas.
Se convirtió en la chica de moda y hasta recibió ofertas para hacer cine. Ese mismo verano, además, entró una nueva ilusión en su vida: el empresario Alberto Cortina, una de las grandes fortunas del país, casado desde hacía años con Alicia Koplowitz.
El romance furtivo entre en el financiero y la marquesa, devenida en chica de portada, pronto comenzó a ser el tema de conversación del todo Madrid financiero y de los cenáculos de la Jet. De ahí pasó a ser objetivo de los fotógrafos de prensa. Y no pasó mucho tiempo para que lo lograran. Incluso Jesús Mariñas deslizó en clave de cotilleo esta relación, titulando una crónica en Época de la siguiente forma: ‘Marta Chávarri pone una cortina de cemento en su vida’. Ella era la mujer del momento y él, junto a su inseparable primo Alberto Alcócer, el otro "Alberto", estaban inmersos en una guerra financiera para una gran fusión bancaria que iba a revolucionar España. Una unión de la que saldría "Cartera Central", con el Banco Central de Alfonso Escámez y teniendo al incipiente Mario Conde, entonces al frente de Banesto, como principal contrincante.
Las fotos que lo destapan todo
A finales de enero de 1989 la relación ya era cuasi pública. Toda España era consciente de la infidelidad de Cortina. Las fotos de la pareja saliendo furtivamente del hotel Palais Schwarzenberg de Viena, publicadas por la revista Diez Minutos, hicieron que la vida económica española se trastocase por completo. Para algunos ya para siempre.
Sin embargo, la historia de estas imágenes empezó unos meses antes y tiene visos de culebrón. El 13 de diciembre de 1988, la víspera de la primera huelga general de la democracia, los fotógrafos de EFE, Manolo Agustín, Paco Bartolomé (que acababa de fichar por ¡Hola! para incorporarse de inmediato) y Carlos Pesce, consiguen las fotos de la pareja saliendo de su nido de amor en los Apartamentos Galaxia, en la Ciudad Universitaria de Madrid, y visitados en la época por aquellas parejas que querían cometer una infidelidad sin ser descubiertos.
El chivatazo lo consiguió Paco Bartolomé gracias a que coincidía en el bingo con la sirvienta de Marta Chávarri, quien se fue de la lengua. Sin embargo, estas fotos nunca se publicarían. Dicen que Manolo Agustín supuestamente llegó a traicionar a sus compañeros y se las vendió al propio Cortina, que ya se había enterado de que las fotos circulaban por las redacciones. Según algunas fuentes consultadas por elcierredigital.com, el financiero desembolsó 13 millones de pesetas de la época.
Había muchos intereses en juego. Y se veía ya la sombra alargada de algunos enemigos de "los Albertos", como Mario Conde o Javier de la Rosa. Esas fotos acabaron con la fusión de Cartera Central y, además, provocaron el divorcio posterior de los primos de las famosas hermanas Koplowitz. Las fotos consiguieron apartar a ‘Los Albertos’ del poder en la empresa que las hermanas Koplowitz heredaron de su padre Ernesto Koplowitz: Fomento de Construcciones y Contratas (FCC).
¿Hasta qué punto es cierto esto? Así fue. Rosa Villacastín en su libro El club de las "santas" (1993) habla de cómo las fotos de Diez Minutos provocaron un cambio drástico en las negociaciones de Cartera Central y que antes de llegar a la revista ya habían llegado a los miembros del Consejo de Administración de FCC por parte de un enemigo de los primos. Jesús Locampos, entonces director de la publicación que sacó a la luz las fotos, contó al autor de este reportaje hace años en el transcurso de una entrevista radiofónica cómo fueron las presiones que recibió: “Cortina intentó por varios intermediarios parar la edición de la revista; por otro lado, los fotógrafos, estaban escocidos por el tema frustrado de sus fotos no publicadas en diciembre; y, muchos, no querían nada bueno para "los Albertos" y se chivaron del viaje a Viena”.
El escándalo fue muy fructífero para los medios de comunicación. Logró que la prensa económica se diera la mano con la del corazón, que a partir de ese momento vivió un momento glorioso, su década dorada.
Los miembros de la beautiful people quedaron desde entonces al descubierto, en un baile de parejas para regocijo del público lector: los banqueros se liaban con marquesas y los ministros con aprendices de vedettes. Sus historias ocupaban ya todas las portadas. La saga Koplowitz y sus secretos familiares llenaron muchas líneas, tanto como su conflictivo divorcio que acabó en armisticio amistoso en 1992.
En el caso de Marta Chávarri, su fantasía de ser la reina del papel couché se volvió en su contra. Pasó a ser escudriñada hasta en lo más íntimo y todo su pasado, real o supuesto, fue servido a la opinión pública. Incluso alguno, como Ricky Trujillo, Javier de Arcos o Pablo García-Trevijano, relataron sus supuestos romances con ella. Pero aún lo peor estaba por llegar. Si la portada de Diez Minutos puso su vida patas arriba, la de Interviú la convirtió en carne de escándalo. Bajo el título ‘Lo nunca visto de Marta Chávarri’ la revista mostraba a la joven cubierta con un jersey en fuerte tono anaranjado y con un collar de perlas de tres vueltas. Pero lo más llamativo era que la mostraba sin ropa interior. No la llevaba para no dejar la marca bajo el ceñido vestido. Pensaba que con los panties no era necesario, pero los potentes flashes de las cámaras iluminaron las zonas oscuras y dejaron al descubierto toda su pilosa intimidad.
Las imágenes habían sido tomadas meses antes, en la primera fiesta que se celebraba en Madrid a la vuelta del verano. Era en la discoteca Mau-Mau, en los bajos del Hotel Eurobuilding. Estaba "el todo Madrid", desde Carmen Martínez-Bordiú hasta el policía José Amedo, entonces implicado en el Caso GAL.
Las fotos en las que se podía ver el sexo de Marta Chávarri se vendieron en aquel tiempo por poco dinero. “En esa época las fotos explícitas de desnudos robados no vendían apenas nada. Todos teníamos imágenes así, porque todas las que no llevaban bragas sabían que nunca se iban a publicar. Poco antes de la de Marta le pasó lo mismo a Lita Trujillo. Todos decíamos que teníamos nuestros "coñitos" en referencia a las fotos que no se podían publicar”, asegura un veterano fotógrafo a Elcierredigital.com.
El peso del tiempo
Interviú consiguió un nuevo récord de ventas, pero Marta Chávarri cambió desde entonces su relación con la prensa. Se volvió huraña y hasta pleiteó con todos los medios y periodistas del país. Una década después una sentencia ha convertido la mítica portada en irreproducible. Ningún medio puede recuperarla, aunque, es fácil de conseguir por Internet, en esas páginas donde a uno le venden un boli por una cantidad exagerada con un ejemplar de Marta de regalo.
Tanto Marta como Cortina contraatacaron con querellas. Algunas las ganaron, como la que interpusieron contra Jesús Mariñas por hablar en Época de "los supuestos picores de Marta en la entrepierna", y otras, las perdieron, como la que tuvo como víctima a Karmele Marchante por contar que la joven decoraba su casa con margaritas.
Cortina y Chávarri se casaron en diciembre de 1991, pero su matrimonio duró poco. En 1995 se divorciaron con ventajosas condiciones para Marta, que fueron muy comentadas como la paga vitalicia, la criada y el chófer a cargo del financiero. Desde entonces su estrella mediática se apagó.
La que prometía ser una nueva Isabel Preysler dejó poco a poco de interesar a los medios, a los que ya no soportaba. Después, algunas portadas acapararon sus romances con Philipe Junot o con Jorge Juste. A finales de 1996, la rumorología volvió a su vida gracias a la publicación de un supuesto romance con Juan Abelló. Una carta de su tía Natalia Figueroa a los medios puso fin a la especulación.
Con el tiempo su aire dinámico y juvenil se fue marchitando y su rostro sufrió varios cambios, debido a problemas de salud y rocambolescos accidentes domésticos. Hasta su muerte este viernes vivió tranquila y cada vez que podía se reunía con su hijo Álvaro, con el que tuvo cierto distanciamiento en los años centrales de sus escándalos.
Este periodista se la encontró hace años en la madrileña calle de Serrano, a la altura de la Puerta de Alcalá, camino de la radio en la que entonces trabajaba. Ella llevaba unos vaqueros y un chaleco de piel. Al cruzarnos se fijó en la grabadora que portaba con el logotipo de la emisora en cuestión. Abrió los ojos de forma casi teatral y procuró ni rozarme. Normal. Marta vivió hasta el último día alejada del mundanal ruido que tanto le ocasionó en su vida y que rompió por entero las finanzas españolas del felipismo.
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