Francisco García Escalero nació en Madrid el 24 de mayo de 1954 y fue uno de los mayores asesinos en serie de España. Su infancia la pasó junto a su hermano mayor y su padre en una zona de 200 chabolas junto al cementerio de La Almudena, próximo al barrio de Ventas.

Él mismo manifestó que siendo un niño “hacía cosas que no estaban bien”. Con doce años comenzaron sus tendencias suicidas, paseaba entre las tumbas del cementerio de La Almudena y se ponía delante de los coches para que le atropellaran, ya que siempre afirmó sentir atracción por la muerte. Además, paseaba por las noches con un cuchillo y entraba en casas abandonadas.

La educación recibida por su padre a base de agresividad marcó la actitud asocial que Francisco acabaría desarrollando. En varios intentos de ‘corregirle’, su padre le propinaba brutales palizas ante las que el niño se defendía con insultos y golpes. Francisco escuchaba voces que resonaban solo en su cabeza: “me llamaban, me decían que hiciese cosas raras, que tenía que ir a los cementerios y que tenía que matar”.

Era un niño solitario, frío y con un carácter obsesivo. “Me gustaba ir a sitios solitarios y me pasaba la idea de matarme”, explicó a los psicólogos forenses tras su detención. Francisco ingresó en la prisión de Carabanchel a los dieciséis años tras robar una moto, donde tuvo un comportamiento modélico pero con una tétrica afición “Cogía los pájaros y animales muertos que me encontraba y me los llevaba a la celda. Me sentía más a gusto”, relataba Escalero.

Francisco García Escalero el día de su juicio y la escena de unos de sus crímenes.

En 1973 Francisco salió del reformatorio acompañado de otros tres delincuentes. Juntos asaltaron a una pareja en mitad de la noche y mientras retenían al novio, le obligaron a ver cómo se turnaban para violar a su novia. A consecuencia de este hecho, Escalero ingresó en prisión durante doce años.

A los 30 años recuperó la plena libertad por extinción de condena. Por entonces, su padre había muerto y él se dedicó a vagabundear, a tener un consumo descontrolado de pastillas y alcohol, y a desenterrar cadáveres del cementerio de La Almudena con los que practicaba la necrofilia y se acostaba en los nichos.

También recurrió a contratar prostitutas, a quienes golpeaba y obligaba a realizar prácticas sexuales en contra de su voluntad. Fue aquí cuando el homicidio comenzó a rondar la cabeza de Francisco como una amenaza real. 

La horda de asesinatos que cometió el 'matamendigos'


En 1987 asesinó a su primera víctima, Paula Martínez, una prostituta toxicómana con la que Francisco quedó por la zona de Cuzco y a la que condujo a un descampado donde la apuñaló, la decapitó y carbonizó su cuerpo. Al año siguiente, acuchilló por la espalda a un indigente, le aplastó la cabeza con una piedra, le cortó el pene y se lo metió en la boca. Ese mismo año asesinó a dos hombres más, a uno de ellos le decapitó y le arrancó las yemas de los dedos.

Un año más tarde, el ‘matamendigos’ añadió nuevos métodos en sus crímenes. Asesinó a dos mendigos a navajazos y les aplasto la cabeza con una piedra, les sacó los órganos, los decapitó y los arrojó al mismo pozo en el que lanzó la cabeza de Paula Martínez. Fueron varias las víctimas que sufrieron el mismo modus operandi por parte de Francisco.

El último asesinato del ‘matamendigos’ tuvo lugar en 1993. Ese año Escalero ingresó voluntariamente en el Hospital Psiquiátrico Alonso Vega. Francisco se emborrachaba junto a Víctor Luis Criado, un compañero de internamiento con el que se fugó del hospital. Días después de la fuga, apareció el cuerpo de Víctor con la cabeza machacada y calcinado junto al cementerio de La Almudena. Los agentes no dudaron que había sido Francisco quien estaba detrás de esta muerte.

Escalero trató de suicidarse arrojándose a la carretera pero solo se rompió una pierna. En el hospital alertó a sus enfermeras de que tenían que ingresarle inmediatamente en prisión, que era un asesino en serie y que estando suelto, volvería a matar. Previamente, ya había avisado de haber cometido trece crímenes, pero nadie lo tomó en serio. 

Al ser detenido confesó uno a uno todos los asesinatos y las barbaries que había cometido. Aseguró haber cometido catorce asesinatos, pero fue acusado de once. Finalmente fue condenado a 30 años de cárcel por estos once crímenes. No obstante, la sentencia fue revocada al declarársele demente y fue trasladado al psiquiátrico penitenciario de Fontcalent, Alicante, donde falleció en 2017.

Años antes de fallecer afirmó en una entrevista: “Yo pienso en la muerte, la muerte me atrae. Me gustaría morirme, sí. Yo no estoy en condiciones ya de estar en esta vida, y soy una persona que tenía que acabar mal”.