Dentro de la comunidad LGTBI las personas trans son uno de los colectivos que más sufren discriminación y rechazo por parte de la sociedad. En muchos países los derechos y el reconocimiento a las personas trans son mínimos o nulos y sufren discriminación de todo tipo. En América Latina, por ejemplo, el 80 por ciento de las transexuales mueren antes de los 35 años, según un informe elaborado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

En España, aunque se ha avanzado mucho en los últimos años, el colectivo trans sigue siendo discriminado y en muchos casos desprotegido institucionalmente. Es el caso de Sara (nombre ficticio para proteger su identidad), persona trans de un pueblo de Albacete que lleva 23 años sufriendo maltrato psicológico por parte de sus padres, que no aceptan la condición de su hija. Así lo cuenta la Tribuna de Albacete en un artículo firmado por Virgilio Liante, donde relata su caso y cómo denunció a sus padres por haberla secuestrado.

Su padre amenazaba con pegarse un tiro y su madre aseguraba que si a él le pasaba algo Sara, que ahora tiene 28 años, lo llevaría siempre en su conciencia. Así pasaron los años sin que pudiera expresar de verdad quién es, bajo amenazas y chantajes de su progenitor, quien le advertía de que iba a raparle el pelo si salía a la calle con ropa de mujer y le pegaba para reprimir sus deseos de mostrarse tal y como es.

Pasión por aprender

Para romper con el acoso y maltrato que sufrió en su pueblo, en el colegio y en el ámbito familiar y continuar con su vida, Sara se mudó a Albacete para cursar la carrera de Humanidades y allí hizo buenas amigas. Su pasión por aprender y por la lectura le ayudaron a sobrellevar los traumas de su infancia.

Pero el 12 de octubre, cuando tomó la decisión de llevar a cabo el cambio de sexo integral y se lo comunicó a su padre, este reaccionó llevándola a su pueblo natal, encerrándola en la casa y golpeándola durante varios días, provocándola “un estado de estrés y ansiedad insoportables”, según la denuncia que interpuso. Su madre no intervino, pero justificaba el comportamiento de su padre.

Sara ya había ido al médico, recomendada por sus amigas, y tras realizarle un estudio le dijeron cuál era su condición y ella decidió que iba a dar el paso. Por entonces ya estaba en contacto con Esperanza Escribano, activista por los Derechos Humanos y responsable de la Secretaría de Asuntos Sociales y de Contigo Somos Democracia por Albacete, quien llamó a las autoridades policiales al enterarse de que Sara estaba retenida y sufriendo palizas por su padre. Esperanza acogió desde entonces a Sara en su casa y le ayudó a salir adelante.

“El día que la recogí venía sin calcetines, sin ropa, sin casi poder hablar. Para decirte hola ni te miraba a la cara y tardaba diez minutos”, asegura Escribano.

No han recibido ayudas

La directora del Instituto de la Mujer, Mercedes Márquez, afirmaba en el artículo que se habían puesto en marcha todas las herramientas legales de la Junta a disposición de la víctima, pero Esperanza Escribano asegura para elcierredigital.com que no es verdad. "No se ajusta a la verdad. Lo que se ha puesto en marcha por parte de la junta es nada, literalmente. Hemos solicitado una paga de 485 euros que puede solicitar cualquier persona con problemas, pero la Junta no ha tramitado nada especial para este caso. Además, hasta finales de marzo Sara no puede cobrar este dinero", denuncia Escribano.

Esperanza Escribano denuncia la falta de medios para ayudar a Sara

Lo que dice Márquez con respecto a las fundaciones y colectivos dedicados a la ayuda de personas en situaciones similares a la de Sara tampoco es del todo cierto. Así, afirma que “ni la Fundación Daniela ni Chrysallis se encuentran en Albacete, por lo que es difícil que pueda acudir a ellas para solicitar ayuda y, además, Chrisallis no atiende a personas transexuales mayores de 18 años”.

Y es que, desde septiembre, desde que Sara se encuentra en casa de Esperanza, no ha recibido ningún tipo de ayuda social ni para sufragar su tratamiento. "Está tomándose una medicación para su tránsito, que son casi 40 euros mensuales, y necesita ir a terapia, necesita tratamiento psicológico y terapéutico por las graves secuelas que le han provocado durante todos estos años”.

“Es una chica con un corazón enorme”

A pesar del calvario que ha sufrido, Sara ha conseguido terminar su carrera y progresa poco a poco en sus relaciones sociales, pero tiene unas secuelas graves “como cualquier mujer anulada y maltratada”, apostilla Escribano, quien solo tiene buenas palabras para describirla.

“Sara tiene un corazón enorme, tremendamente generoso. Es una chica que tiene muy claro sus limitaciones y sabe que tiene que pelear mucho”, asegura y añade que “su pasión por la historia y la lectura le han salvado la vida. No la lectura de postureo, la de enriquecerse como persona”.

Tiene en mente encontrar un trabajo y hacer un máster y su sueño es dedicarse a la pedagogía para poder ayudar a los demás y a las personas que han vivido situaciones similares a ella. “Es tremendamente educada y dulce. Es muy buena persona, cree que sus padres todavía pueden comprender su condición y aceptarla y, a pesar de todo lo que ha sufrido, piensa en cuidar de sus padres cuando sean mayores y no puedan valerse por sí mismos” relata la activista.

Ya desde pequeña se sentía mujer y su interés en mostrarse tal y como es le llevaba a ponerse bragas o a maquillarse, actos que, en un pueblo como el suyo donde hay muchos prejuicios, suponían ser víctima de acoso y humillaciones. Esperanza Escribano comenta que “ella es muy femenina y en el colegio sufrió mucho bullyng. Siempre le decían que si era amanerado o gay”. Así, Sara llegaba a pintarse las uñas de los pies en invierno para que la gente no pudiera verlas. Era su pequeño acto de rebeldía y una reivindicación de lo que en realidad era ella.  

Ahora Sara ha comenzado a progresar en su vida, aunque aún le queda un largo camino por recorrer y es necesario que reciba el tratamiento y las ayudas necesarias para ello. "Se relaciona más y tiene menos miedo a salir. Le cuesta un poco hablar, pero en casa sí que se suelta más. También está empezando a echar currículums y sale con algunas amigas, pero, como no se le han puesto desde el principio los bloqueadores, su aspecto físico no es el deseado aún”, asegura Escribano.

A día de hoy, los padres se niegan a hablar, tanto con los médicos y psicólogos como con Esperanza. Y siguen chantajeando a Sara diciendo que se van a morir si se cambia el nombre y que vuelva con ellos.

La responsable de Asuntos Sociales de Contigo Somos Democracia por Albacete asegura que los Servicios Sociales aún no han hecho nada para ayudar a Sara y ni si quiera se han puesto en contacto con ellas. Además, pide que se implante un protocolo de emergencia para estos casos.