Hace sesenta años se cerraban las puertas de Alcatraz, una de las cárceles más famosas y herméticas de la historia. El 21 marzo de 1963, se ordenó el cierre de el centro penitenciario de Alcatraz para siempre, debido a su fracaso como modelo carcelario y a su alto coste.

El presidio dentro de Alcatraz fue durante décadas sinónimo de encarcelamiento con los peores convictos y los más peligrosos. Su edificio equivalía al destino final del preso, pues quien era condenado allí ya no regresaba. Construida en una pequeña isla frente a la costa de San Francisco, se presentó como la cárcel más hermética e inexpugnable del mundo. A ella se derivaban los convictos que el sistema federal no podía controlar, a los que se deseaba aislar del resto de la población carcelaria. Entre ellos, Al Capone fue la mayor celebridad.

Inaugurada en 1934, tuvo un recorrido breve pese a la creencia popular, estuvo operativa menos de treinta años. El día de su cierre quedaban solo 27 convictos en su interior. El edificio era conocido por ser claustrofóbico e imponente. Contaba con 336 celdas, de las cuales solo se llegaron a ocupar 302 en el momento de máxima población.

Dentro de sus muros imperaba el silencio. Los prisioneros casi no tenían oportunidad de hablar entre ellos, se pasaban la mayoría del tiempo aislados. Los turnos para contar los presos y comprobar que ninguno había escapado eran permanentes. Asimismo, la cárcel contaba con varias torres de vigilancia, un gran número de guardias armados, varias rejas para clausurar el acceso y la comunicación entre sectores, un protocolo anti escapes, y sin olvidar al aliado natural, el Océano Pacifico que rodeaba la isla. Quien consiguiera escapar del edificio sería vencido por las aguas frías y las corrientes del Pacifico.

A lo largo de la historia se han construido múltiples cárceles con la premisa de ser las más herméticas o las más seguras. De todas ellas cabe destacar la ADX Florence y la Cárcel de Ushuaia.

ADX Florence

El Centro Administrativo-Máximo o ADX Florence, es considerado como una de las prisiones de máxima seguridad, está especialmente diseñada para aislar a los presos del resto del mundo. Conocida como el “Alcatraz de las Montañas Rocosas”, esta prisión está pensada para albergar a lo peor de todo el sistema penitenciario, incluyendo a los reclusos más violentos y a los terroristas invictos. Dentro de ella, muchos de los 400 encarcelados llegan a pasar hasta 23 horas al día solos en sus celdas insonorizadas que miden aproximadamente dos metros de largo y tres de ancho.

Considerada como una fortaleza en medio de las montañas, constantemente se pueden ver patrullas fuertemente armadas recorriendo el complejo. Casi una docena de torres de armas se elevan sobre edificios de ladrillos, y cuentan con muros rematados con alambre de púas que bloquean parcialmente las montañas.

Vista aérea de la prisión.

La arquitectura del edificio está diseñada para el absoluto control. Los encarcelados casi no cuenta con comunicación a aparte de los guardias y el personal penitenciario. Deben usar grilletes en las piernas, esposas y cadenas en la cintura cuando los sacan de sus celdas, y deben ser escoltados siempre por guardias. Además, solo cuentan con una hora de recreo, donde están encerrados en una jaula al aire libre, donde solo pueden ver el cielo. Debido a la alta vigilancia, a la arquitectura y al lugar donde está construido se considera como una de las cárceles más infranqueables.

Cárcel de Ushuaia

La Cárcel de Ushuaia, comúnmente llamada la cárcel ‘del fin del mundo’. Estaba  ubicada en el sur de Argentina, en una isla donde se encontraba en una de las ciudades más inhóspitas del planeta. Allí eran enviados los presos más peligrosos, aquellos que se querían eliminar de la faz de la tierra. Muchos lograban escapar, pero el frío y el aislamiento hacían de ese corto periodo de libertad la peor de las prisiones.

A unos 1000 kilómetros de la Antártida y en la isla de Tierra de Fuego, entre Argentina y Chile, en 1920 se abrieron las puertas de la Cárcel de Ushuaia. Lejos de la civilización, en un territorio prácticamente virgen, rodeada de mar y montañas; no había escapatoria.

En 1920, la cárcel contaba con cinco pabellones y 386 pequeñas celdas unipersonales de dos por dos metros, provistas de una pequeña ventana, aunque llegó a contar con más de 600 internos.

 

Pasillo de la prisión

Los presos eran sometidos a una fuerte disciplina, la gran mayoría trabaja fuera del edificio, en la explotación forestal en bosques helados a los que tenían que ser enviados en tren. Muchos de los presos se fugaban, pero acababan regresando a la prisión porque no podían soportar el frío o el hambre. Si en unos días no volvían se les consideraba muertos. Muchos presos han dejado innumerables testimonios de la violencia y las bajas temperaturas que allí se sufrían.

Finalmente, la prisión cerró en 1947 y el edificio se transfirió a la armada, para ser convertida posteriormente a una base naval.