23 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

CAMARERO DE PROFESIÓN, RELATA CÓMO UN JUEZ LE DIJO EXTRAOFICIALMENTE QUE EL REY EMÉRITO DE ESPAÑA ERA SU PADRE: 'QUEDÉ BLOQUEADO, TODO ME ENCAJÓ'

Albert Solà, el supuesto 'primogénito' no reconocido de Juan Carlos I: 'Nunca le busqué como padre, aunque siempre me aseguraron que lo era'

Albert Solà afirma que la vida le cambió desde que supo "ser el hijo primogénito del rey emérito Juan Carlos I". Ahora ha querido ir más allá contando con todo detalle los pormenores de su existencia. Dice que ni quiere ni pretende nada con este libro que cuenta su singular vida azarosa y anónima hasta el momento en que todo cambió. El Monarca de La Bisbal es el título, bautizado así por un cliente del bar en el que trabaja, y que ahora no cambia por nada.

Albert insiste a lo largo de la conversación mantenida con elcierredigital.com en que “no pido nada, ni deseo ni busco nada, simplemente me he quitado una espinita que tenía clavada”.  En el libro, publicado por Ediciones B, Albert Solà desmenuza su vida, los recuerdos que tiene de ella, porque admite que “hay una primera parte que he perdido”. 

La vida de Albert Solà ha estado llena de misterios e incógnitas. 

Nació en Barcelona en 1956, en el seno de una familia de la alta burguesía catalana, en una de las zonas más ricas. Con tres meses le llevan a Ibiza donde es cuidado por una pareja. Después, regresa a Barcelona, hasta que con ocho años es adoptado por un matrimonio humilde que vivía en  una masía de Sant Climent de Peralta. Los Solà Jiménez se convierten en sus padres adoptivos.  

Pero Albert Solà cuenta, sobre todo, su largo y costoso -en todos los sentidos- periplo en busca de su identidad. Desde que se enteró de que era adoptado quiso saber quiénes eran sus padres biológicos. Lo que no imaginaba es que esa búsqueda iba a ser tan complicada y que acabaría exigiéndole tanto en lo económico y en lo personal.  

¿Qué intención o ánimo le ha movido a escribir este libro autobiográfico?

Fue la editorial la que vino a mi encuentro, me propusieron escribirlo, habrían investigado y al final decidí contarlo todo. Yo no tenía ganas ya de seguir con este asunto después de tantos años. Pero también es verdad que será un libro único, porque esta historia ya no se repetirá. Hablamos de la historia del primogénito de un rey. Esto marca un antes y un después, pero a mí no me interesa, la verdad.

"Nunca lo busqué como padre"

¿Toda esta historia le ha marcado en su vida?

Yo nunca le busqué como padre. Jamás. Pero tengo dos grandes preguntas para las que no he encontrado respuesta. La primera es por qué me pusieron a mi padre como tal tres instituciones diferentes, la Maternidad de Barcelona en 1982, la Embajada española en México  1999 y en 2001 un juez de Barcelona, que fue quien me dijo todo, con nombre y apellidos aunque de manera extraoficial. Me confirmó lo que yo de alguna manera ya sabía. La segunda pregunta es por qué me hicieron volver de México, donde estaba ya viviendo con mi exmujer y mis dos hijas y donde tenían un buen trabajo.

Si todas estas circunstancias no se hubieran dado y si no hubiera seguido investigando, ¿Usted cree que continuaría en México con su familia?

Quizá sí, no estaría como estoy ahora. Todo eso me ha causado un problema enorme. Hace dos meses he vuelto a ver a mi hija pequeña después de 18 años sin verla. Nos vimos en Barcelona, me llamó y quedamos. Y cuando nos reencontramos ella lloraba muchísimo. Es más parecida a mí. Con la mayor no tengo contacto, sigue viviendo en México, con su madre. En este aspecto sí que toda esta historia me ha causado mucho daño. Pero ya lo he superado.

En el libro cuenta además que tiene una tercera hija.

Sí, la he reconocido. Y tengo bastante contacto con ella. Era una espina que tenía clavada y lo tenía que hacer, es mi responsabilidad como padre. La niña no tiene ninguna culpa. Pero sus hermanas no sabían nada. Ahora lo sabrán, no ha habido ocasión de contárselo con calma.

Albert Solà se declara tranquilo y sereno y asegura que "no quiere ni exige nada". 

¿Se arrepiente de no haber regresado a México, a la vida que se había construido allí?

El problema  es que no pude volver, pero no por mí, fue una llamada telefónica la que me frenó el regreso a mi casa. Por seguridad, aunque no sé a qué seguridad se referían, pero no cogí el avión tras aquella llamada que recibí cuando ya tenía el billete. Pero yo me adapto a todo y he salido adelante. No tengo problemas en ese aspecto. He pasado por mucho, perdí a mi familia que se quedó en México, pero he rehecho mi vida.

¿Le ha desgastado esta búsqueda de su identidad?

Yo no iba a hacer nada más, esto ya estaba más o menos contado, era consciente de que la historia estaba y que de vez en cuando saldría el tema, me llamarían.... Pero al llegar la editorial, me decidí. Yo estaba seguro de que el libro saldría adelante, y creo que es un libro decisivo. Porque todos saben realmente quién soy.

¿Por qué estaba tan seguro de que el libro saldría adelante?

Porque he vivido muchas situaciones en el servicio militar, hay prueba de todo, registros, situaciones extrañas que después he entendido. Yo siempre he sentido la protección en la sombra, lo describo en el libro.  A lo largo de mi vida he sentido que había alguien detrás. Yo hablo de la realidad de mi vida. Ellos me han estudiado a su manera a lo largo de estos años y saben que no tengo ánimo de lucro ni de poder, nunca lo he tenido.

Ahora, ¿cuál es su estado de ánimo con respecto a este tema?

Siento que he contado todo, al cien por cien, que me he quitado ese peso que tenía dentro. En el fondo me ha servido para descargarme, aunque al principio no lo veía así, ha sido un tanto terapéutico para mí...

Usted ha enviado muchas cartas para poder establecer un contacto.

Sí, nunca lo hubo. Pero a mí me grabaron ante una cámara realizando una declaración de renuncia a cualquier aspiración. En el libro hablo de las pruebas de ADN realizadas... que tuvieron resultados  sorprendentes.

Albert Solà ante el libro que cuenta su vida. 

¿Se declara monárquico?

Yo soy neutral... y  sí, cada vez menos monárquico, eso lo digo siempre a todos.

"Me protegían a mí pero no ayudaban a mis padres adoptivos"

¿Era tan fuerte esa sensación de tener una mano protectora detrás durante su infancia y siempre después?

Sí, totalmente. En cada cosa que hacía. Yo vivía en una familia de campesinos muy pobre, y a ellos, a mis padres no les ayudaban, a mí sí, bicicleta, motos, coches... por eso me dolió después, cuando a los 25 años empecé a investigar y descubría cosas. Si me ayudaban a mí ¿por qué no les ayudaban a ellos que pasaban tantas penurias? Me entristece porque lo he vivido, me dolió. Había mucha diferencia entre ellos y yo. Ahora ya han fallecido... Pero  no  es rencor lo que siento, no, no. Es tristeza por ellos. Solo me pregunto  por qué a ellos no, por qué.

Ningún rencor, usted lo remarca continuamente, no siente rencores.

Claro, yo  incluso escribí una carta a mi padre y a mi madre en la que les decía que les perdoné. Y por el derecho a la vida, sobre todo. Porque me permitieron vivir, me dieron la vida. Me protegieron. Y yo solo puedo agradecerlo.

¿A medida que investigaba y conocía más sobre su vida, qué pensaba?

Cuando el juez de Barcelona me confirmó en 2001, según él, quién era mi padre, me quedé bloqueado y me encajaron todos los episodios vividos. Después, sufrí una depresión ligera y viví durante ocho meses con un amigo hasta que pude ir asimilando todo. Porque quizá a alguien le pueda gustar una noticia así, a mí no. Ya antes, como cuento en el libro, en la Maternidad de Barcelona me habían dicho que mi padre era alguien de la esfera política... pero luego yo me fui a México.  

Del libro trasciende como único afán su deseo desesperado por hallar su identidad, por saber quién es en realidad.

Cierto, es correcto. He tenido una infancia y una juventud muy felices. No me interesa el dinero de nadie, ni de mi madre biológica tampoco. Yo vivo bien, vivo solo y me he adaptado rápido. Desde que me divorcié no me he vuelto a casar. Y sigo trabajando como camarero en el bar el Drac de La Bisbal (Girona). Ahora sí estoy a gusto. Si alguien quiere venir, mis puertas están abiertas. Yo no culpo a nadie, me tuvieron muy jóvenes, con apenas 17 años, ellos no decidían, otros decidieron por ellos. Aunque después crecieron, y fueron maduros y todo siguió igual...

Sin rencor y muy sereno, Albert Solá Jiménez se despide y vuelve a su barra para continuar sirviendo cafés y cañas a sus clientes.    

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