23 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

Mercedes Arrastia es muy conocida en su país por su defensa a ultranza del Santo Rosario y de los movimientos provida

'Mercy', la tía de Isabel Preysler, embajadora de Filipinas en el Vaticano gracias a sus vínculos con Cory Aquino

Mercedes Arrastia con el Papa.
Mercedes Arrastia con el Papa.
La vida de Isabel Preysler, especialmente su niñez, estuvo marcada por los principios católicos que su madre, Beatriz Arrastia, mujer muy devota y estricta en el cumplimiento de las normas religiosas, le había inculcado. Una fe que también profesa su hija Tamara Falcó. Sin embargo, es Mercedes Arrastia, 'Mercy', quien más gala hace de sus creencias. Embajadora de Filipinas ante la Santa Sede, la tía de la 'reina de corazones' es conocida en su país por su defensa de los movimientos provida.

Mercedes Arrastia, tía de Isabel Preysler, es uno de los miembros de este clan familiar que más gala hace de la fe que profesa. 'Mercy', como la conocen, se introdujo de lleno en el fervor religioso tras la muerte de su marido, José Ramón del Rosario Tuasón, víctima de un accidente aéreo en 1969, siendo muy conocida en su país por su devoción y por su defensa a ultranza del Santo Rosario, así como por su integración en los movimientos provida. 

Gracias a su profunda amistad con la ex presidenta de su país, Corazón Cojuangco Aquino, conocida como 'Cory' Aquino, Mercedes se convirtió en 2009 en embajadora de Filipinas ante la Santa Sede. Un cargo diplomático que aún hoy mantiene. 

De este modo, repasamos todo lo contado sobre la familia de Isabel Preysler por el director de Elcierredigital.comJuan Luis Galiacho, en su libro 'Isabel y Miguel. 50 años de historia de España'.

Una familia conservadora con problemas

Isabel Preysler Arrastia nació un 18 de febrero de 1951, en el seno de una familia media, relativamente acomodada, con servicio doméstico a su disposición, de costumbres convencionales, que se movía en círculos muy cerrados de signo claramente católico, en el que todos se conocían y no se admitían fácilmente nuevos miembros.  

El padre de Isabel trabajaba en una compañía de exportación e importación, que le obligaba a trasladarse con relativa frecuencia a Hong Kong, llegando ser después director ejecutivo de Philippine Air Lines (PAL) y miembro de la junta directiva del Banco Español de Manila. Pero en el seno de la familia Preysler, unos hermanos salieron mejor parados que otros en su vida, alguno de ellos con bastantes problemas con la droga. Y eso a pesar de que su madre, desde muy pequeños, les transmitió los principios religiosos católicos, ya que Beatriz Arrastia era una mujer muy devota y estricta en el cumplimiento de las normas religiosas, que había aprendido en su infancia. Por eso a Isabelita, la tercera de sus hermanos, sus padres la matricularon desde pequeñita en el elitista colegio de Nuestra Señora de la Asunción, de Manila, donde las chicas vestían riguroso uniforme y la disciplina era la marca de la casa.

Desde entonces, Isabel ya destacó por su sentido de la independencia y prefería realizar sus actividades en solitario. Cuentan que por aquellos años era muy delgada, presumida, le gustaba ponerse un vestido azul intenso, llevar el pelo largo trenzado, con las trenzas adornadas con lazos y que le gustaba ponerse zapatos de charol. Había heredado los rasgos físicos de su madre y su parecido con la abuela Teodorica: una simpatía contagiosa y un encanto indudable. Pero su currículo estudiantil era bastante mediocre. Aprobaba las asignaturas por los pelos. Lo peor que llevaba eran las matemáticas y la física. Aunque mostraba ciertas aptitudes para los idiomas, la historia y la geografía. Pero destacaba, sobre todo, en los trabajos manuales y en la asignatura de economía doméstica, su preferida. En realidad, en aquellos años en Filipinas la educación que recibían las niñas no estaba orientada para conducirlas a estudios superiores, salvo raras excepciones. La alta burguesía filipina, siempre muy conservadora y tradicional, entendía que la mujer debía interpretar el único papel de ser una buena esposa. Sus padres la orientaron de acuerdo con este objetivo, inculcándole la importancia de introducirse en los círculos de la alta sociedad de Filipinas. Muchas de estas enseñanzas las aprovecharía al máximo Isabel Preysler en su futuro.

Isabel Preysler (derecha) en el colegio / Archivo.

Todas las amigas de entonces de Isabel cursaron los mismos estudios, es decir, los básicos. Sólo se preocupaban de cuidar su estética, no su ética. Ya a los quince años, Isabel era una chica tan atractiva que llamaba la atención por encima del resto de sus compañeras. Tanto que fue elegida reina de las fiestas de su barrio de San Lorenzo, en Manila. Atrás quedaban sus papeles interpretativos de niña buena en el colegio, donde representaba a la Virgen María. A partir de entonces Isabel comenzó a tomar conciencia del atractivo que poseía, del poder de seducción que ejercía sobre los demás. Sus compromisos religiosos se vieron relegados a un plano secundario y empezó a frecuentar las fiestas que se organizaban en las casas de “gente bien”.

Comenzaron a salirle numerosos pretendientes. Fueron varios los jóvenes que durante este periodo estuvieron flirteando con Isabel Preysler. Uno de ellos se llamaba Louie Ismael, que fue su primer novio serio. Este joven aristócrata le acompañó durante más de un año y medio, introduciéndola en los círculos más selectos de la capital filipina. Con él frecuentó el Casino Español, el Manila Polo, el Wack-Wack Club de Golf y el Yatch Club, los ambientes más chic. Isabel comenzó a descubrir un mundo de lujos al que ya no renunciaría jamás. Y aunque por entonces su padre ya había logrado un puesto como empleado en la banca, que luego complementó con la representación de algunas empresas, su salario no permitía que sus hijos disfrutaran de grandes caprichos. Los lujos no estaban fácilmente al alcance del bolsillo familiar. Cuentan que sólo gracias a su atracción física, Isabel logró conocer ambientes y personajes que nunca por su posición familiar hubiera podido llegar a disfrutar. Sus amigos afirman que sus encantos bien valían un esfuerzo. Así se introdujo en un mundo de lujos que contrastaba con la situación de pobreza que vivía Filipinas. Ese círculo de amistades, que le encandilaban, le abrió las puertas de la vida que siempre anheló, una vida regida por el poder y la ambición. Desde que terminó a duras penas su enseñanza elemental, tenía muy claro que en ningún momento seguiría estudiando.

Ya, con sólo 17 años, Isabel se codeaba con los integrantes de las grandes familias filipinas, que además le adulaban y cortejaban. Se había ganado la confianza y la simpatía de las personas que rodeaban a la presidenta Imelda Remedios Visitación Romuáldez, más conocida por Imelda Marcos, la entonces primera dama del país y esposa del dictador Ferdinand Marcos, que fue bautizada por sus compatriotas como la “mariposa de hierro” (The iron butterfly). De esta manera consiguió ser invitada a muchas de sus fiestas. Empezó a participar en los desfiles de modelos que organizaba la controvertida presidenta para supuestos fines benéficos. La ex primera dama de Filipinas era conocida por sus excesos, sus colecciones de joyas y los más de 1.500 pares de zapatos (de Ferragamo, Givenchy, Chanel, Christian Dior…) acumulados durante los años del mandato de su esposo, como también más tarde por su excelsa línea de moda. Estas extravagancias fueron después copiadas en parte por Isabel Preysler, formando algo vital en su vida, por ejemplo, sus copiosos armarios que han sido descritos de mil maneras por ex camareras y niñeras a su servicio, a las que siempre ha gustado dar incisivas órdenes.

En este ambiente de lujo y placer conoció a un atractivo play-boy, de nombre Juny Kalaw, quince años mayor que ella, e hijo de una de las familias más ricas de la capital. El maduro Juny Kalaw quedó prendado enseguida del encanto de aquella jovencita que lucía minifaldas por las pasarelas de los hoteles de cinco estrellas de Manila. Pronto empezó a salir con ella, dotándola de todo tipo de caprichos, provocando el desasosiego de sus padres que no veían con buenos ojos esta relación, que consideraban bastante frívola.

Su “huida” a Madrid

Para separar a Isabelita de este mundo de lujos y caprichos, que contradecía la rigidez moral de la influencia católica en su familia, decidieron mandar a la niña lo más lejos posible. Y pensaron que lo idóneo era Madrid, donde tenían familia. En principio, sólo se trataba de una temporada. Lo importante era que tuviera ocasión de reconducir su vida y no acabara como alguno de sus hermanos que había sido víctima de la droga en ese mundo loco de placeres mundanos. Por ejemplo, su hermano Carlos, conocido como Charlie junior, que tenía la condición de toxicómano, con antecedentes policiales, y estaba fichado por la Brigada Antidroga Americana con la clave P624, según el reportaje que publicó en su día la revista Tiempo. En una referencia, fechada el 7 de marzo de 1985, dentro del archivo de datos del Federal Bureau of Investigation se puede leer: “Orden de arresto contra Carlos Preysler Arrastia, nacido en Manila el 17 de marzo de 1954 por quebrantamiento de condena, atraco a mano armada y violación de una mujer”. En las anotaciones marginales del documento, el juez responsable del caso escribió: “distribuida su fotografía y sus huellas, interesa su búsqueda y captura. Individuo muy peligroso, suele ir armado”.

Después ingresó en la prisión de Muntinlupa donde estuvo cerca de cinco años, de 1999 a 2004, por un delito de estafa. Murió en Filipinas el 15 de abril de 2013 víctima de un cáncer de pulmón, una enfermedad que también produjo la muerte de su hermana pequeña Beatriz en octubre de 2011. “Lo que tengo claro es que él jamás violó a nadie ni tuvo un arma en sus manos. Se rodeó, eso sí, de muy malas compañías. Mi hermano estaba enganchado a las drogas. Algunos desalmados las vendían a la puerta de los colegios de Filipinas. Hay una generación perdida en aquel país por esta cuestión. Yo, por suerte, me libré, porque me casé a los 20 años y me fui. Mi hermano Carlos, sin embargo, que era menor, cayó. Mis padres se percataron cuando tenía 16 años de que estaba metido hasta dentro. No llevaba mucho tiempo en ese mundo, pero ya era demasiado tarde”, afirmó Isabel Preysler tras su muerte.

Isabel Preysler en sus tiempos de colegio en Filipinas / Archivo. 

Otro de sus hermanos, Enrique, el mayor, conocido como Ricky, murió en extrañas circunstancias en Hong Kong ahogado en la bañera de un hotel donde vivió un apasionado romance con una ilustre dama filipina. Según algunas fuentes, en la habitación donde apareció muerto se encontraron restos de heroína y los instrumentos adecuados para inyectarse el denominado polvo de la muerte. Isabel lo niega: “No, no es cierto. Enrique Preysler falleció en la habitación de un hotel de Hong Kong en el año 1971, como consecuencia de la inhalación accidental de monóxido de carbono accidentalmente, por la mala combustión de un termo de agua caliente instalado en el cuarto de baño. Jamás ha tenido relación con el mundo de las drogas ni se encontró heroína en su habitación, habiendo sido un hombre sano y deportista durante toda su vida”. Su hermano pequeño Joaquín, el mellizo de Beatriz, también tuvo una mala experiencia en su juventud con las drogas y por ello se marchó a vivir a Vancouver (Canadá) donde rehizo su vida casándose con Helen Torres y teniendo dos hijos (Miguel y Emilio), sin apenas mantener contacto con su hermana en España. Una de las cosas que más sorprendió en su día a la sociedad madrileña era lo poco que Isabel hablaba sobre su familia. Era una de sus máximas: que sólo se conozca aquello que la interesada quiere mostrar.

También es destacable la detención de su tía Estella en el verano de 1990 por pertenecer presuntamente a una red de narcotraficantes. La tía de Isabelita pasó una temporada en la prisión militar de Manila, Camp Karingal, acusada de tráfico de drogas y de tenencia ilícita de armas, al ser detenida cuando actuaba de intermediaria en la venta de 10 kilos de heroína con un grado de pureza del 86 por ciento. Durante la acción policial resultaron muertos al intentar fugarse dos de los traficantes amigos de Estella Arrastia, quien salvó su vida pero ingresó en prisión.  A su vez, uno de los primos de Isabelita, con residencia en España, Fausto Preysler, estuvo implicado en el conocido “crimen de Velate”, ocurrido en 1973 en los estertores del franquismo en un recodo del alto de Velate, a 25 kilómetros de Pamplona cuando fue asesinada la dama de la burguesía aragonesa, Pilar Cano, que regresaba junto a su marido del Casino de Biarritz. El asunto se convirtió en un comentadísimo caso policial que dio incluso tema para un episodio televisivo de la serie "La huella del crimen". Y aunque el juez dejó en libertad al primo de Isabel y le mantuvo al margen de cualquier responsabilidad en este suceso, su nombre sí figura en el sumario más extenso de la historia judicial española.

Según consta en dicha sentencia, el tribunal encargado de dictar el veredicto, presidido por el magistrado Pedro José Vitriain Esparza, consideraba que “los dos inculpados, Balet y Midón, se pusieron en contacto el 8 de febrero de 1973 en la cafetería Kon Tiki de Madrid, a la que acudieron también el alemán Hans Helmuth Bacht y Fausto Preysler [primo de Isabel Preysler]. Allí, en un aparte, Balet señaló a Midón que necesitaba de su colaboración y de la de Bacht, para lo cual le indicó que se pasara al día siguiente por otra cafetería, «Bronco», haciéndose pasar por Jesús Sánchez y allí le entregaría cierta cantidad de dinero…” . En octubre de 1977 la Audiencia Territorial de Pamplona condenó a muerte a Jaime Balet Herrero y a Juan Midón Leyva, el primero como autor de un delito de parricidio y el segundo como autor de un delito de asesinato. Sin embargo, ambos se beneficiaron de los indultos del 25 de noviembre de 1975 (por el que se les conmutó la pena de muerte) y de 14 de marzo de 1977 (por el que se les redujo en una cuarta parte las penas).

Este famoso primo, Fausto, que salió sin condena alguna del “crimen de Velate”, fue el mismo que años después intentó presuntamente chantajear y coaccionar a su prima Isabel, cuando estaba casada con Miguel Boyer, amenazando con contar en España toda la conflictiva historia de su familia. Pero una llamada de Boyer a su compañero de partido y entonces ministro socialista de Interior, el almeriense José Barrionuevo, quien luego pisaría la prisión de Guadalajara por su condena de diez años en el caso Marey, zanjó el asunto con verdadera rapidez . Nunca más se supo de él. Ni siquiera tras la dura guerra que mantuvo Isabel con algunos miembros de su familia por hacerse con todos los dominios de red relacionados con su nombre.

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