Los ritos funerarios varían según la época, la clase social del difunto y las creencias religiosas, dejando prácticas curiosas para todos los gustos
La cultura de la muerte: Del rito de la moneda en la boca a los cementerios 'acuáticos'

Todos nacemos, evolucionamos y morimos. Desde tiempos inmemorables el hombre es enterrado según su credo o su cultura. El ser humano lleva enterrando a sus muertos desde hace aproximadamente 100.000 años. La palabra “cementerio” es de origen griego y se puede afirmar que ya existían necrópolis para seres humanos en la antigüedad.
Pero si hablamos de los orígenes de este tipo de instalaciones tendríamos que desplazarnos hasta la Antigua Roma.
En esta época, los difuntos se enterraban en las propias casas, pero, posteriormente, y con el fin de evitar el contagio de epidemias, se prohibió enterrar o quemar cadáveres dentro de la ciudad de Roma.
Por este motivo, en la actualidad los cementerios suelen situarse en las afueras de las ciudades. En España este tipo de prohibición de enterramiento de las ciudades data de 1773. En nuestro país encontramos distintos tipos de cementerios. Podemos clasificarlos en: municipales –están gestionados por un ayuntamiento o cuya gestión se subcontrata a una empresa externa– o privados –se crean y gestionan a través de empresas funerarias privadas y destacan sobre los anteriores por tener una serie de servicios extra–. También existen los religiosos no católicos. En España hay cementerios no católicos en los que se entierran personas de otras religiones diferentes al cristianismo.
De cementerios sacramentales a 'acuáticos'
Los cristianos o sacramentales, son aquellos cementerios que dependen de una archicofradía que a su vez depende de un obispado en el primer caso y suelen ser propiedad de la Iglesia. También existen asociaciones de vecinos que gestionan este tipo de cementerios, siendo muy común encontrarlos en Cataluña.
Su funcionamiento es muy similar a un seguro de decesos ya que se paga una cuota mensualmente para tener asegurado el servicio fúnebre en caso de muerte. Sin embargo, no es exactamente un seguro, es una forma de tener garantías de un entierro digno.

Jardín del Recuerdo en La Almudena.
Los Jardines del Recuerdo, son también conocidos como Jardines Familiares. Actualmente son espacios habilitados para homenajear y honrar la memoria de los difuntos. En algunas zonas costeras españolas como Cartagena ya se pueden ver cementerios acuáticos que han nacido bajo la moda de tirar las cenizas al mar, e incluso lápidas en el mar como es el caso de Turquía –200 bloques de unicel que honra las vidas de los refugiados que murieron en su viaje a Europa–.
En España hay más de una veintena de cementerios históricos y singulares que están incluidos en la Ruta Europea de Cementerios. En ella destaca el cementerio de la Almudena de Madrid, que toma el nombre por su patrona, es el más grande de toda Europa Occidental ya que tiene 120 hectáreas en las que descansan unos 5 millones de difuntos.

Cementerio marino en Turquía.
A lo largo de la historia se han producido cambios en la forma de enterrar según la época. En el caso de la Iglesia católica se practica de forma tradicional el enterramiento. Desde 1963 se autoriza la incineración. El rito cristiano, tras el sacramento de la extremaunción y el velatorio después del deceso, se materializa en el cortejo fúnebre y entierro del difunto, y la posterior celebración de sus funerales. En el rito católico, en general, se recomienda, si el cuerpo es incinerado, que la urna con las cenizas del fallecido, sea depositada en un lugar de acogida definitivo.
Los ritos funerarios del entierro varían según la época, la cultura, la posición social del difunto y las creencias religiosas de la sociedad a las que pertenece la persona fallecida. Asociados al entierro, aparecen una serie de ceremoniales, tales como el embalsamamiento y el velatorio, antes del traslado del cadáver hasta su sepultura o su cremación.
Las prohibiciones en rituales islámicos y de judíos
La religión islámica no acepta la incineración del cadáver ni el uso de bóvedas, mezquitas-tumbas, o tumbas monumentales, como tampoco el empleo de ataúdes ni de ajuar funerario. El entierro es el traslado del cadáver amortajado hasta la tumba, considerada como una morada que protege el cadáver de agresiones externas.
Una descripción simplificada del ritual hebreo de la muerte explica que han de ser los familiares y amigos cercanos del difunto los encargados del cuerpo y su lavado “tahará”, así como de los preparativos para el entierro, la mortaja, el cajón y la documentación legal; el velatorio, el cortejo y la inhumación, proceso que ha de realizarse en el mismo día de la muerte, pero que puede demorarse en función de la duración de los funerales para honrar al fallecido, o por esperar la llegada de parientes cercanos que vienen de lugares distantes.
La ley judía prohíbe tanto los entierros en mausoleos como las cremaciones. Tras el enterramiento, se cierra la ceremonia colocando una pequeña piedra o un puñado de tierra sobre la sepultura y, como en el rito islámico general, se despide al difunto con una breve oración.

Funeral judío.
Existen ritos funerarios sin creencias religiosas. En laicismo, las exequias civiles proliferan como alternativa al entierro religioso. El Real Sitio de San Ildefonso, en Segovia, alberga el primer cementerio civil de España, después de que el rey Carlos III ordenara, en 1785, que los camposantos se apartaran de las poblaciones, con el objeto de preservar la salud pública. Cambia entonces la cultura funeraria de la época, que promoverá la aparición de cementerios ubicados en las afueras de la urbe.
Pero esos cementerios extramuros seguían en manos de las órdenes religiosas hasta la desamortización española que se produce a mediados del XIX, la cual posibilitó la expropiación forzosa de tierras y bienes hasta entonces pertenecientes a la Iglesia. En ese período comenzarán a construirse los primeros cementerios municipales.
Los entierros a lo largo de la historia
Los rituales de despedida del difunto han ido variando. Ya en la Prehistoria se enterraban los cadáveres, por principios como la Tierra como madre fecunda y las nociones de renacimiento y ‘postvida’. Favorece la idea de que todos aquellos cuyos restos sean entregados a la tierra podrán recibir de ella una nueva experiencia vital. Desde la Edad Media hasta la actualidad, la forma de enterrar a las personas dan mucha información de cómo era la época histórica en el que el muerto vivió.
Las costumbres han ido cambiando en la forma de enterrar a los muertos. En la época romana había necrópolis repletas de urnas funerarias con los restos y las cenizas. Con la llegada del cristianismo los enterramientos son menos de incineración y más de inhumación, se entierran los cuerpos en la creencia de que mantener la integridad física de los cuerpos que el día de la llegada del Jucio Final es importante conservar los cuerpos intactos.
Desde el siglo VI, los enterramientos ya empiezan a ser en fosas. Al principio aparecen con ajuares, durante los siglos X y XI se prohíbe el enterramiento con ajuar salvo contadísimas excepciones. En esta época la gente se le enterraba envuelta en un hábito, y normalmente, sin ningún tipo de objeto. Esa es la costumbre que pervive hasta nuestros días.
En el siglo XVIII se produce un gran cambio. Hasta el siglo XVIII se enterraba en el interior de la iglesias, es a partir de esta fecha cuando se crean los cementerios extramuros, es decir, fuera de las ciudades. La tipología que nos encontramos en los enterramientos en el interior de la catedral, más habitual, es una enterramiento sin ataúd ya que generalmente se hacía cavando un foso y envolviendo al muerto en una hábito carente de objetos, salvo cosas excepcionales.

El Óbolo de Caronte.
El objeto que más veces aparece asociado a los enterramientos tiene que ver con las creencias paganas y es esa monedita colocada en la boca del fallecido, conocido como el Óbolo de Caronte, una costumbre pagana que viene de los griegos. Se supone que una persona cuando moría iba al más allá y tenía que cruzar la laguna Estigea. Entonces, para pagar al barquero que transportaría al muerto al más allá y tener un buen viaje, los allegados tenían la costumbre de colocar una monedita en el cuerpo. Estas monedas, son muy valiosas desde el punto de vista arqueológico, ya que dan mucha información de la época histórica en que ocurrió el óbito.