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SUCESOS

Veintiséis años de liberación de Ortega Lara: Así fue del secuestro más largo de ETA

Estuvo retenizo 532 días en un zulo bajo una nave industrial en Mondragón (Gipuzkoa)

El 1 de julio de 1997 la Guardia Civil liberaba al funcionario de prisiones burgalés José Antonio Ortega Lara. Había sido secuestrado por la banda terrorista ETA hacía más de un año, el 17 de enero de 1996. En todo ese tiempo, Ortega Lara permaneció en un zulo escondido en una nave al lado de un río. Un total de 532 días en un espacio que no superaba los dos metros de ancho, tres de largo y otros dos de alto. Hoy se cumplen 26 años desde que se liberó al funcionario que protagonizó el secuestro más largo de la historia de ETA.

La organización terrorista, fundada en 1958, comenzó diez años más tarde de su fundación a cometer crímenes. Fue con el asesinato del guardia civil José Pardines. Desde entonces, y hasta que anunciaron su disolución —en el año 2018—, acabaron con la vida de más de 850 personas.

José Antonio Ortega Lara podría haber sido una de ellas, pero ETA tenía otros planes para él: quería que fuera el protagonista del secuestro más largo de la historia de la organización. Por aquel entonces, en el año 1996, la banda había perpetrado otros dos secuestros: el del abogado Cosme Delclaux  y el del empresario José María Aldaya. Aldaya fue puesto en libertad después de haber pasado 341 días cautivo el 14 de abril de 1996. Mientras tanto, Delclaux, que había pasado 232 días secuestrado, fue liberado el 1 de julio de 1997 después de que su familia pagase un rescate por él.

La liberación de Delclaux fue efectuada por ETA unas horas antes de que la Guardia Civil, tras dar con el lugar en el que podría encontrarse José Antonio Ortega Lara, liberara al funcionario de prisiones. Eso no entraba entre los planes de ETA, que decidieron secuestrar unos días después al político Miguel Ángel Blanco, que acabó siendo asesinado por la banda terrorista.

El secuestro de José Antonio Ortega Lara en un zulo

El 17 de enero de 1996, José Antonio Ortega Lara volvía del trabajo en la prisión de Logroño, hasta su casa de Burgos. Fue en el garaje de esta última en la que tres miembros de la banda terrorista le abordaron e introdujeron en el maletero de su propio coche. Desde ahí, el funcionario de prisiones fue trasladado a un camión que le llevaría a su destino final: un zulo escondido bajo una nave industrial en Mondragón (Gipuzkoa).

El coche de Ortega Lara fue encontrado al día siguiente en un polígono industrial de Burgos, con las gafas del funcionario en el maletero. ETA tardó dos días más en reivindicar el secuestro como parte de sus acciones.

Retrato en blanco y negro de un hombre con barba y cabello corto.
Josu Uribetxeberria Bolinaga. | Archivo

Durante el más de año y medio que José Antonio Ortega Lara estuvo secuestrado, la banda mandaba fotografías a diferentes medios de comunicación para certificar que seguía vivo, así como le hacían mandar mensajes y firmar documentos para conseguir sus fines.

Según llegó a declarar el propio Ortega Lara en el libro ‘Historia de un desafío’, escrito por el coronel Manuel Sánchez Crobi y la cabo primero  Manuela Simón, llegó a perder “las ganas de vivir” y decidió “dejar de hacerlo”.

En el testimonio, Ortega Lara afirmaba que hizo un “primer intento” al cortarse “las venas con el metal, previamente lijado, de los auriculares” y que tras esto se desmayó “momentáneamente”, con su alrededor lleno de sangre. Al despertar, lo limpió todo, afirmó a sus captores que le había sangrado la nariz y decidió ahorcarse con “una cuerda de plástico que había conseguido tejer”. Los guardias civiles llegaron antes de que esto sucediera.

La liberación de José Antonio Ortega Lara

Durante todo el tiempo que José Antonio Ortega Lara estuvo secuestrado, las autoridades no dejaron de buscar pistas que pudieran dar con su paradero. Y aunque no eran indicios firmes, encontraron los suficientes como para hallarle.

La clave principal estuvo en otras operaciones paralelas de ETA, que hicieron que los dirigentes terroristas cambiaran su método de comunicaciones. Algunas de ellas utilizaban tres letras: BOL. Podría ser cualquier cosa, pero las autoridades dieron con un nombre que encajaba: Josu Uribetxeberria Bolinaga, uno de los captores.

Siguiendo la actividad de Bolinaga —según confesaron los agentes que estuvieron en la liberación de Ortega Lara— vieron que acudía a una nave y que solía llevar alimentos que no llegaba a consumir en su interior. A veces, Bolinaga llegaba a dormir en la propia nave industrial que, bajo su suelo, escondía el zulo en el que estaba cautivo José Antonio Ortega Lara.

Para los agentes de la Unidad Especial de Intervención (UEI) de la Guardia Civil, haber dado con el zulo fue dado por una “pizca de suerte”, ya que el sistema empleado por los captores de Ortega Lara era bastante sofisticado.

La entrada al lugar en el que el funcionario de prisiones pasó más de año y medio estaba oculta por un tapón de unos mil kilos de peso escondido bajo un torno hidráulico fijado al suelo. Al bajar por ese pequeño agujero, los agentes accedieron a un pre-zulo con una ventana y una puerta. Ortega Lara recibía la comida a través de esta ventana.

Cuando dieron con el cautivo, este confundió a los agentes con miembros de la organización criminal y les dijo: “Matadme de una puta vez”. No sabía que ese era el momento de su liberación.

Tras pasar más de año y medio con la única compañía de una hamaca, una mesa y una silla plegables, una estantería, un perchero y algunos enseres para asearse y hacer sus necesidades, Ortega Lara salió y vio la luz. Había perdido 23 kilos y en su aspecto se notaba la demacración de todo el tiempo que estuvo cautivo.

Era el día 1 de julio de 1997. José Ortega Lara pudo reunirse con su familia tras el fin de una etapa…. Y el inicio de otra. Los miembros de ETA, disgustados por la liberación del funcionario de prisiones, secuestraron diez días más tarde a un concejal del PP de la localidad vizcaína de Ermua. Se llamaba Miguel Ángel Blanco y su asesinato unos días más tarde provocaría un movimiento social en contra del terrorismo que sería el desencadenante, con el tiempo, del fin de ETA.

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