
Muere José Mujica a los 89 años, el expresidente de Uruguay que renunció a los lujos
El líder de la izquierda latinoamericana Mujica deja un legado de lucha que trascendió fronteras e ideologías políticas
José 'Pepe' Mujica, expresidente de Uruguay y figura emblemática de la izquierda latinoamericana, ha fallecido a los 89 años. Mujica nos deja tras una larga batalla contra un cáncer de esófagoque se extendió al hígado.
Su muerte marca el final de una vida singular, marcada por la lucha, la cárcel, la resistencia y la política. En especial, por una profunda coherencia ética que lo convirtió en un referente mundial.
El actual presidente uruguayo, Yamandú Orsi, ha confirmado la noticia en un mensaje en la cadena nacional. En este lo ha definido como “un presidente, activista, guía y líder que deja una huella imborrable en la historia de nuestro país”.
Desde todos los rincones del mundo han comenzado a llegar mensajes de condolencias que dan cuenta del respeto que despertó Mujica más allá de las fronteras del Río de la Plata.

Nacido el 20 de mayo de 1935 en Montevideo, en el seno de una familia humilde, Mujica creció con una ética del trabajo y la austeridad que lo acompañaría durante toda su vida. Durante su juventud se vinculó primero al Partido Nacional, pero sus convicciones políticas lo llevaron, en los años 60, a cofundar el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una guerrilla urbana inspirada en la revolución cubana.
La vida de Mujica durante la dictadura militar uruguaya (1973-1985) fue extremadamente dura. Fue apresado, torturado y considerado uno de los “rehenes” del régimen. Permaneció más de una década en condiciones de aislamiento, muchas veces en celdas bajo tierra.
Sobrevivió a seis disparos en un operativo policial y protagonizó una espectacular fuga del penal de Punta Carretas junto a otros 109 presos políticos. También pasó por una cárcel militar donde llegó a sufrir trastornos mentales producto del encierro extremo.

A su salida de prisión en 1985, tras el retorno de la democracia, Mujica comenzó una nueva vida. La del político que, sin renunciar a sus ideales, aprendió a moverse en el tablero institucional.
Se integró al Frente Amplio, coalición de izquierda, y fue electo diputado, senador y luego ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca durante el gobierno de Tabaré Vázquez.
El presidente humilde
En 2010, a los 74 años, Mujica fue electo presidente de Uruguay. Su estilo rompió con todos los moldes. Rechazó vivir en la residencia presidencial de Suárez y Reyes y optó por seguir viviendo en su modesta chacra (o finca) de Rincón del Cerro. Todo en compañía de su esposa, la también exguerrillera y senadora Lucía Topolansky.
Donaba casi el 90% de su salario, usaba ropa sencilla, manejaba un viejo Volkswagen Escarabajo y cuidaba su huerta. Pronto, la prensa internacional lo apodó “el presidente más pobre del mundo”, aunque él prefería definirse como un hombre “liviano de equipaje”.

“No soy pobre, pobres son los que necesitan mucho. Yo vivo con poco, pero con dignidad”, solía decir. Esa filosofía se convirtió en su marca de identidad. Desde tribunas internacionales, como la ONU o el G20, pronunció discursos memorables en los que criticaba el consumismo, la desigualdad y el modelo de desarrollo global. Sin tapujos, hablaba de la necesidad de “vivir más sencillamente para que otros puedan simplemente vivir”.
Un gobierno pionero en Latinoamérica
Durante su presidencia (2010-2015), Mujica impulsó una batería de reformas sociales que posicionaron a Uruguay como un país pionero en América Latina. Legalizó el matrimonio igualitario, despenalizó el aborto y promovió la regulación estatal del mercado de marihuana. Estas políticas fueron celebradas por organismos internacionales y convirtieron a Uruguay en un ejemplo progresista.

También promovió políticas de inclusión social y consolidó programas de vivienda y ayuda a los sectores más desfavorecidos. Sin embargo, no todo fue aclamación: enfrentó resistencias internas, críticas por la inseguridad pública y dificultades económicas. Aunque siempre mantuvo altos niveles de aprobación popular.
Una despedida coherente
En abril de 2024, Mujica reveló públicamente que padecía cáncer de esófago. Aunque se sometió a varias sesiones de radioterapia, en enero de este año anunció que dejaba el tratamiento.
“Ya viví bastante, no me quejo. El guerrero tiene derecho a descansar”, expresó en su última aparición pública. Mujica ha muerto en su casa de siempre, acompañado por su esposa, amigos y sus animales, en la chacra que fue su refugio durante décadas.
En vida expresó su deseo de ser enterrado allí, junto a su recordada perra Manuela. No quería monumentos, ni ceremonias grandilocuentes. Pedía simplemente “una despedida sin ruido”, fiel a su forma de vivir y morir.
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