Las fugas más mediáticas de España: El caso de 'Pepe el del Popular'
Este Madoff santanderino vivió entre 1991 y 2009 en México bajo una identidad falsa tras una estafa piramidal
Corrían los últimos años de la década de los 80. En la sociedad de la ciudad de Santander se forjaba la figura del conocido como 'Pepe, el del Popular'. El talento de este hombre para las relaciones públicas y la captación de clientes consiguieron convertir a la sucursal del Banco Popular en Puertochico que dirigía en la principal oficina de la entidad bancaria en Cantabria.
La historia oficial cuenta que el día 28 de febrero de 1991, José Pérez Díaz –como realmente se llama– recibió una llamada de un alto directivo regional de la entidad anunciándole que algo no marchaba en su manera de llevar las cuentas de la entidad y le anunció una inspección para el día 5 de marzo. 'Pepe el del Popular' recibió a los inspectores, discutió con ellos y se marchó al velatorio de uno de sus cajeros. Precisamente mano a mano con este empleado, Pepe había intervenido directamente en la detención de un atracador que asaltó en 1989 la céntrica oficina del Banco Popular en Puertochico, en Santander. Su gesta mereció un lugar destacado en una de las publicaciones anuales del banco.
Pero su siguiente paso no mereció tantos elogios. Aprovechando una época en la que el dinero negro corría sin control por el país, Pepe ideó una estafa de dimensiones millonarias. Poseedor de una gran amabilidad y un increíble don de gentes, Pepe sigue siendo recordado en Santander por su capacidad para ayudar a la gente, por cómo daba créditos casi sin preguntar y por la manera en la que abría cuentas con intereses mayores que los de la competencia. Tanto es así que clientes con los que comenzó a trabajar en su etapa asturiana trasladaron sus cuentas a la capital montañesa. Pepe el del Popular creó una bolsa de clientes paralela, un banco dentro del banco.
Seleccionó, según las investigaciones que siguieron al escándalo, a unos 300 clientes de los más de 2.000 que tenía la sucursal. A este selecto grupo les ofreció personalmente remuneraciones superiores al 12 por ciento. Con un interés sin competencia (el resto de las entidades ofrecía productos dos puntos por debajo), no tardó en convencerlos a todos. Supuestamente, el dinero iba a parar a cuentas corrientes, libretas o depósitos. Pero ninguno de ellos pasó a ser reflejado a la contabilidad de la oficina.
En una época en la que la informática estaba prácticamente en pañales, a los clientes no les extrañó que los saldos y los supuestos intereses fuesen anotados a máquina. Y por si un interés del doce por ciento no era poco reclamo, el bancario asturiano aseguraba a sus vips que era un dinero sobre el que el fisco no tenía ningún control. Alta rentabilidad y ni un céntimo a pagar a Hacienda. El único favor que el bancario solicitaba era la discreción. Incluso aceptó supuestos cheques de dinero negro que prometía blanquear a través de una red de colaboradores que se llevaban una comisión. Mientras tanto, realizaba arriesgadas inversiones con las que esperaba obtener grandes rendimientos. Sin conseguirlo.
El 5 de marzo de 1991 huyó de su más que posible negro futuro y se instaló en México donde esquivó la acción de la justicia con otra identidad durante 18 años.
La esposa, un enigma
Esperanza Murillo también desapareció de Santander; en realidad sigue sin saberse de su paradero desde entonces. 'Pepe' asegura que sólo una vez se vio con ella y con sus cuatro hijos en México. Luego, la ruptura, sin más detalles. Pero, ¿por qué una esposa y madre engañada no regresó a intentar rehacer su vida en España y se mantuvo quince años prófuga de la justicia, hasta que sus supuestos delitos prescribieron, y sigue escondida hasta la fecha? Es otro de los grandes enigmas de esta historia.
José Pérez Díaz, 39 años de edad cuando se fugó, estaba a punto de convertirse en Roberto García Gómez. Puso a funcionar su irresistible encanto y a la semana de llegar a México ya llevaba las cuentas de una pequeña empresa constructora. Luego vendió pinturas, administró un restaurante y estuvo también vinculado a diversas empresas de la construcción. La prensa mexicana informó que Pepe tenía como socio en algunos negocios a Gabino Ríos, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la Alcaldía de Tepoztlán.
Una vida discreta y austera
Precisamente en ese sector empresarial conoció hacia 1995 a su actual compañera, Diana Judith Ortega. Les presentaron en un restaurante, comenzaron a salir y decidieron vivir juntos. Tuvieron un hijo y le pusieron el nombre falso del padre, Roberto. Ahora tiene trece años. Una vida discreta y austera en un chalet de Tepoztlán, en el Valle Sagrado de Cuernavaca, en el Estado de Morelos. "No podía ser de otra manera, yo no había traído dinero de España, tenía que trabajar para vivir", contaría más tarde Pepe en una entrevista.
Años de trabajo y vida tranquila, sólo alterada por los recuerdos de un pasado funesto. Muy de vez en cuando, alguna conversación telefónica con alguno de los hijos de su primer matrimonio y con su hermana Herminia, residente en Avilés. Así recibió, con un año de retraso, el peor mazazo: la muerte de su madre en el pueblo asturiano de Linares de donde él salió muy joven para hacer carrera en la banca.
Detenido por motivos de trabajo
Cuando la empresa para la que trabajaba le dijo que tenía que viajar a la feria de la construcción Coverings de Chicago, que debía tramitar la visa y superar los minuciosos controles de entrada a Estados Unidos, Pepe tuvo el pálpito de que su tiempo de fugitivo de la ley estaba a punto de terminar.
Pocos minutos después de dejar sus huellas dactilares en la sede diplomática norteamericana fue detenido por dos individuos en pleno Paseo de la Reforma de México Distrito Federal. Las primeras crónicas le situaban acompañado por una mujer sobre la que no hubo actuación policial. Él afirma que se encontraba solo, su compañera Diana no sabe nada al respecto, la Embajada española no aclaró tampoco el dato. Era el 23 de marzo de 2009. Su fuga había durado 18 años.
Diana se enteró de la detención y del sombrío pasado de Pepe en una difícil conversación telefónica. Ese mismo día fue conducido a Veracruz, uno de cuyos Juzgados lleva el caso de su extradición, en un furgón policial hasta el Reclusorio Regional Ignacio Allende. De nuevo, Pepe lucía sus dotes de seducción para convertirse en el 'consentido' de los reclusos y celadores que acompañan a ese señor tan amable y simpático que conocen como 'El Español'.
En tanto se tramitaba la orden de extradición a España, estuvo poco más de dos semanas en la prisión de Veracruz, hasta que se comprobó que los delitos habían prescrito y el Juzgado de Instrucción número 3 de Santander ordenó su puesta en libertad. Del dinero nada se sabe. Él siempre ha sostenido que no lo robó y, de hecho, su tren de vida en México parece ser que no casaba precisamente con el de un multimillonario.
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