
Habla la víctima de un vídeo íntimo filtrado: 'Han roto mi vida y la de mi entorno'
El vídeo se difundió sin permiso y generó acoso, problemas económicos y personales que recuerdan al caso Olvido Hormigos
Cinco años después de que un vídeo sexual suyo fuera filtrado sin consentimiento, Verónica -nombre ficticio para proteger su identidad- sigue sin obtener justicia tras el archivo de su caso. Lo que comenzó como una grabación íntima en el contexto de una relación de pareja, terminó por convertirse en el principio de una pesadilla que ha marcado su vida y la de su entorno.
Esta situación y sus efectos recuerdan al caso de la exconcejala Olvido Hormigos. A pesar de que una investigación internacional rastreó el origen del contenido de Verónica, y a pocos pasos de descubrir al responsable, el juzgado ha anunciado la intención de archivar el caso.
“Me han destruido como mujer, como madre, como empresaria, como persona. Me siento violada por millones de ojos”, explica Verónica para elcierredigital.com. Verónica está siendo asesorada y acompañada en la investigación por, entre otros, Carlos G. Barret, como portavoz y asesor en criminalística.
La historia de Verónica es una más dentro del creciente número de víctimas de lo que se conoce como violencia sexual digital. Sin embargo, su caso destaca por la dimensión del daño y el tiempo que lleva en los tribunales. También por la cantidad de vidas colaterales que ha afectado.
Verónica mantiene que la grabación fue consensuada, privada y realizada en un contexto de confianza plena. Mantenía una relación sentimental de seis años con su pareja, un militar con el que proyectaba casarse. La finalidad era que él, destinado en el extranjero, tuviera un recuerdo íntimo durante su misión.

“Él me pidió que lo grabáramos. Dudé, pero era mi pareja, mi futuro marido. Nunca imaginé que esa grabación acabaría destruyendo mi vida y nuestra imagen”.
Dos años después de que la relación terminara, la vida de Verónica parecía estar encaminada. Había participado en un programa de televisión, había encontrado una nueva pareja y se preparaba para iniciar nuevos proyectos. Pero todo cambió una mañana de marzo de 2020, cuando una amiga la llamó para decirle que había visto un vídeo suyo en una página pornográfica.
“Me negué a creerlo. Le dije que eso era imposible. Pero me lo enviaron. Lo vi. Y me desmayé”.
La grabación no dejaba lugar a dudas: su rostro era perfectamente reconocible. En el vídeo se veía a Verónica y el miembro del hombre que la acompañaba, la exposición era total. Lo más alarmante fue descubrir que el contenido había sido subido a una plataforma pornográfica privada.
A diferencia de los portales pornográficos habituales, en este era necesario pagar previo acceso. Los usuarios pagan por ver, descargar o suscribirse a contenidos exclusivos. Esto dificultaba también el rastreo.
Una víctima más: su expareja fallecida
La filtración no solo la destruyó a ella. También tuvo un profundo impacto sobre su expareja, el hombre con quien había grabado el vídeo. Ambos, distanciados durante años por el escándalo, volvieron a reencontrarse tras mucho tiempo sin contacto. Él le pidió perdón y le confesó que no había imaginado la magnitud del daño que ella había sufrido.
“Me dijo que lo sentía, que no sabía hasta qué punto me habían machacado. Me pidió que siguiera hasta el final, que luchara por descubrir quién había sido”.
Durante cuatro meses, reanudaron su relación. Verónica destaca que él siempre defendió su inocencia, y ella también lo hace. De hecho, nunca lo denunció directamente, sino que denunció la difusión del vídeo sin apuntar culpables, ya que en ese momento también existía la posibilidad de que hubiera sido sustraído de un móvil robado.
“Siempre respeté la presunción de inocencia. Nunca lo culpé directamente. Y cuando volvió, fue para decirme que luchara por los dos. Que descubriéramos la verdad”.
Una semana después de hacerle prometer que no se rendiría, él falleció en un accidente de tráfico. Murió sin saber quién filtró el vídeo, sin poder limpiar su nombre públicamente, y sin que se hiciera justicia.
“También fue una víctima. Lo salpicaron. Su imagen se vio comprometida. Murió sin saber la verdad. Y por él también quiero que se haga justicia. Todo el mundo pensó ‘si ella no ha subido el video habrá sido él’ y eso tampoco es justo”.
Aunque Verónica ha rehecho su vida, mantiene viva la promesa: descubrir quién destruyó todo aquello, y por qué.
Acoso, bullying y ruina económica
Lo que vino después fue una espiral de violencia social y psicológica. Verónica se convirtió en el blanco de burlas, humillaciones y acoso digital. Su hijo adolescente fue hostigado por sus compañeros de instituto, hasta el punto de abandonar los estudios. Su padre, incapaz de soportar la situación, cayó en una profunda depresión.
“No fue solo a mí. Esto ha destruido tres generaciones. Mi hijo no pudo terminar el instituto. Decía que no soportaría que alguien le enseñara el vídeo de su madre. Mi padre pasó una temporada de depresión absoluta, esto destruye una familia”.

Verónica también denuncia que sufrió violencia psicológica por parte de su entonces pareja. Según expone, lejos de apoyarla, la culpabilizaba constantemente.
“Me decía que me lo merecía. Que si no me hubiera grabado, no me habría pasado nada”.
Acosada en redes, decidió grabar un vídeo pidiendo que cesaran las difusiones. El mensaje se hizo viral: cinco millones de visualizaciones en pocas horas. Aunque retiró el vídeo, la ola de apoyo le devolvió la fuerza para seguir adelante.
La justicia, a punto de rendirse
Verónica interpuso múltiples denuncias. La Policía Nacional abrió hasta diez líneas de investigación. El contenido fue rastreado desde Estados Unidos hasta los Países Bajos. El último paso pendiente: obtener de Ámsterdam la IP desde donde se subió el vídeo.
Pero justo cuando estaban a punto de recibir esa información crucial, el juzgado anunció el archivo del caso este viernes, argumentando que el delito había prescrito.

“La ley habla de plazos de diez o veinte años. Hay personas investigadas. No se puede archivar algo con esta gravedad. Estamos a un paso de saber quién lo hizo”, sostiene Verónica.
El recurso ya ha sido presentado ante la Audiencia Provincial. Cuenta con el respaldo de informes psicológicos, pruebas pendientes y apoyo del Instituto Andaluz de la Mujer.
“Esto no puede quedar así. No solo por mí. También por él, que murió sin saber la verdad. Y por todas las mujeres que no se atreven a hablar”.
Una nueva vida con una herida abierta
Intentando reconstruirse, Verónica abrió un pub. Invirtió 85.000 euros. Pero alguien volvió a subir el vídeo, etiquetándola como la nueva propietaria. El negocio colapsó. Tuvo que cerrar. Carga con una deuda de 45.000 euros.
“Pasé de llenar el local a tener cero personas en Nochebuena. Cero. Me lo hundieron. Perdí todo”.
Hoy vive con la herida abierta, en tratamiento psicológico, con baja médica y la presión económica de un negocio arruinado. Pero sigue de pie. Por ella y por su hijo. También Por su expareja fallecida.
Una causa más grande que ella
Verónica no quiere venganza. Quiere justicia. No solo personal, sino colectiva. Quiere que su caso marque un precedente. Que ninguna otra mujer tenga que pasar por lo mismo sin que haya consecuencias.
“Me escribieron personas diciéndome que su hija o su hermana se suicidó por lo mismo. Esto no es un error. Es una tragedia. Y no puede quedar impune”.
En un mundo donde la inteligencia artificial ya permite crear vídeos falsos con rostros reales, proteger la intimidad es más urgente que nunca.
“Si ni siquiera se castigan los vídeos reales… ¿qué pasará con los falsos? Esto es una bomba que puede explotar en cualquier casa”.
Por eso, Verónica no se rinde. “Me arrebataron la paz. Pero no la voz. Y no me pienso callar”.
Más noticias: