19 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

LAS MODERNAS TÉCNICAS DE LA UCO SEÑALAN a un ex amante del joven Borja, AHORA CASADO Y CON DOS HIJOS

Sheila Barrero, un crimen sin culpables: ¿Quién disparó a su cabeza hace quince años?

Sheila Barrero.
Sheila Barrero.
De todos los casos que protagonizan la crónica negra, sin duda, los más inquietantes son aquellos que nunca se resuelven o solo lo hacen parcialmente. Todos nuestros misterios forman parte del imaginario colectivo. Cada uno de nosotros ha elaborado una teoría para resolverlos y esas elucubraciones dicen más de nosotros de lo que quisiéramos.

El día siguiente del asesinato de Sheila Barrero, la Guardia Civil citó a seis jóvenes de la localidad leonesa de Villablino para someterlos a la búsqueda de restos de pólvora en sus manos. Todos tenían alguna relación con la joven, diplomada en Turismo y camarera en un conocido pub del pueblo. Era la menor de cuatro hermanos, guapa, divertida, responsable y con cierta fama de “rompecorazones”.

Tres personas, incluido un joven de 19 años llamado Borja Vidal, con quien Sheila había mantenido una relación sentimental hasta unos días antes, presentaron restos de pólvora en las manos. Es decir, tres amigos, conocidos o exnovios de Sheila habían disparado poco antes del crimen, algo no demasiado extraño en una zona de caza donde los jóvenes acostumbran a tener licencia para armas.

El primer informe del departamento de Criminalística de la Guardia Civil, fechado en julio del mismo año, explicaba que, en el caso de Borja, que reconoció haber mantenido una breve relación con la joven, “nos encontramos con seguridad ante residuos procedentes de la detonación del fulminante”. La mano derecha del joven tenía, según el mismo documento, “partículas a base de plomo, antimonio y bario, además de estaño, cuyo origen es específico de la detonación de un fulminante como el analizado”.

Borja, el principal sospechoso. 

Los otros dos investigados no tenían restos de estaño en las manos, así que quedaron fuera de sospecha. En una entrevista para Interviú, del 18 de octubre de 2004, el propio Borja manifestaba que sabía que iba a dar positivo en esa prueba: “Estuve cazando en Leitariegos con mi tío el día 17 de enero”, declaró el joven y añadió: “No sé por qué coinciden mis restos con los de la bala. Yo no hice eso, tengo la conciencia tranquila”. Debía de tenerla, porque cuando la Guardia Civil lo detuvo mantuvo la coherencia en sus declaraciones y durmió plácidamente en el calabozo toda la noche.

El juez de Cangas de Narcea que instruyó el caso, pidió un nuevo examen científico de la Guardia Civil, que dictaminó que era imposible que nueve días después de haber cazado hubiese restos de estaño en las manos del joven, aunque luego añadió que “habría que pensar más en una transferencia desde otras superficies”. Es decir, que existía una amplia posibilidad de que Borja tuviese restos por el manejo de cartuchos en su casa y no por haber disparado.

Los investigadores insistieron en que el crimen tenía una motivación sentimental y Borja, como otros amigos de Sheila, cayó bajo los focos de la investigación. Ambos jóvenes iniciaron una relación en octubre de 2004. Según Borja, una noche encontró a Sheila llorando en el pub. “Me dijo que había tenido un accidente de tráfico, había tenido un problema con un Fiat Tipo. Le pregunté y comenzó a besarme. Desde entonces nos veíamos los fines de semana en el pub y nos dábamos besos en el bar”, declaró Borja ante el juez y negó insistentemente haber mantenido relaciones sexuales con la joven, más allá de aquellos besos.

Borja tenía otra novia

Según la misma versión, el joven cortó la relación con Sheila en noviembre porque tenía una novia viviendo en Cataluña que iba a regresar al pueblo en navidades. Además, su familia no veía con buenos ojos esta relación, puesto que una de las tías de Borja había visto cómo tiempo atrás su novio, Teófilo, la había dejado para hacerse novio de Sheila. La familia de la asesinada tenía otra versión: su madre explicó que “Sheila iba a retomar la relación con su anterior novio y esa semana iban a irse de vacaciones a Tenerife”. El juzgado de Cangas y la Audiencia Provincial terminaron sobreseyendo el caso por “falta de autor conocido” y retiraron la condición de imputado al joven Borja.

Elías Barrero y Julia Fernández, padres de Sheila.

Los investigadores de la Guardia Civil realizaron casi 600 entrevistas en los pueblos de alrededor y en el entorno de Sheila, analizaron un centenar de restos orgánicos encontrados en la zona e incluso llegaron a ofrecer una recompensa a quien aportara una pista fiable, pero no pudieron encontrar indicios para sospechar de nadie más. Borja, además, tenía coartada, puesto que sus padres aseguraron que el joven durmió en su casa la noche del crimen.

Tampoco nadie le vio el sábado de madrugada en el pub Joe Team, donde trabajaba Sheila, quien tras terminar su turno siguió la noche con varios amigos. Luego, poco antes de las ocho de la mañana, condujo desde Villablino hasta su pueblo. Delante, en otro coche, iban sus amigos Bibi y Sela, que se quedaron en su pueblo, Cabo Alles. El coche de Sheila tenía un faro roto y su amigo Sela le mandó un mensaje: “Llámame cuando llegues”. En la cima del puerto, alguien hizo parar a Sheila y bajar la ventanilla.

Julia Fernández, la madre de Sheila, decidió acampar frente a los juzgados de Oviedo en 2009 para pedir la reapertura del procedimiento, sin que lograse tener éxito después de 18 días de protesta. Como dijo Elías, su padre, en enero de 2011, durante un acto en recuerdo a Sheila, en Degaña, “un crimen no puede quedar impune”. 

La familia de Sheila ha reclamado Justicia desde hace 15 años.

Pero 15 años después, una nueva prueba puede dar al traste con la tranquilidad de Borja Vidal, porque la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, gracias a los avances técnicos ha dado un giro a la investigación, ya que ahora vuelven a señalar a este joven como sospechoso gracias a una nueva técnica basada en el análisis microscópico de las pruebas conservadas durante 15 años, que a pesar del tiempo transcurrido se han mantenido preservadas. El caso fue reabierto en 2015, pero ha permanecido bajo secreto de sumario hasta  hace unas semanas.

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