20 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

El relato del joven lleno de contradicciones y escenas de película levantó desde el inicio la suspicacia de los investigadores aunque luego se utilizó

El Cierre Digital cuenta paso a paso cómo la Policía desmontó el falso ataque homófobo de Madrid

Calle de la Palma en el barrio madrileño de Malasaña.
Calle de la Palma en el barrio madrileño de Malasaña.
Una agresión homófoba que, afortunadamente, nunca sucedió ha escandalizado a todo el país. El debate, enmarañado por políticos, ha generado todo tipo de opiniones. Sin embargo, desde que el denunciante cruzó la puerta de la comisaría los policías empezaron a sospechar. Los datos no cuadraban a los investigadores que desde el primer momento entendieron que algunos datos no cuadraban. Al final todo ha quedado en una indignante mentira frívola con un asunto grave y que sensibiliza a todos.

Desde que el denunciante cruzó la puerta de la comisaría los policías empezaron a sospechar. La presunta víctima llegaba a la comisaría de la calle Leganitos arrastrada por su pareja, era su compañero sentimental el que le animaba a denunciar porque la presunta víctima nunca pareció convencida de lo que contaba. Pronto, su relato lleno de contradicciones y escenas de película, levantó la suspicacia de los investigadores. Sin embargo, los policías nunca dejaron de mostrarle apoyo y se prepararon para investigar sin dar nada por hecho. Mientras Madrid se levantaba el lunes aterrorizada por la noticia, un equipo de 30 policías trabajaba a destajo intentando averiguar la verdad.

Domingo 5 de septiembre 23:00 horas. Comisaría del distrito Centro

Nadie como los investigadores sabe que en la investigación de un suceso no valen las primeras impresiones y todo puede cambiar en cuestión de horas. Bajo esa premisa el grupo de Policía Judicial de la comisaría de Centro comenzó a trabajar con apoyo de sus compañeros de la policía científica desde que el joven cruzó las puertas de la comisaría de Leganitos y puso la denuncia pasadas las 23 horas del domingo 5 de septiembre.

El asunto era alarmante y se movilizó gran parte de la comisaría. Aquel chico narraba unos hechos espeluznantes, tan chocantes que parecían irreales, pero los agentes se mueven por el principio de credibilidad de la víctima. No dudan ni un minuto de su relato, y se vuelcan con el joven que acaba de entrar cojeando ostensiblemente en la comisaría. Sin embargo, la primera contradicción ya brillaba en las primeras líneas de la denuncia. Según el denunciante la agresión tuvo lugar a las 17:15 en el portal de su casa del barrio de Malasaña, pero el parte médico que aportaba de la Fundación Jiménez Díaz aseveraba que según la víctima los hechos tuvieron lugar una hora más tarde a las 18:30. Tampoco coincidía el lugar del asalto. Según la denuncia, ocho sujetos entraron antes que la víctima en el portal y dentro comenzaron a agredirle. Según el relato de la presunta víctima en el parte médico los asaltantes le increparon por la calle, le persiguieron y le dieron caza en el portal. La policía suele sospechar de las declaraciones monolíticas, sin fisuras ni contradicciones porque evidencian que son preparadas, pero en este caso las contradicciones eran en algo tan relevante como el lugar de los hechos, la forma que se produzco el asalto y la diferencia de más de 75 minutos entre los dos relatos de la víctima. Hay un tercer detalle. En la denuncia cuenta que una señora presencia la agresión en el portal, grita y aporrea el cristal y los agresores se dan a la fuga. A los médicos les contó que la señora interviene en plena agresión en la calle. No encaja, sin embargo, el resto de detalles sí son similares entre la denuncia y el relato del parte médico.

Comisaría de Leganitos en Madrid. 

A pesar de las contradicciones, la policía sigue sus protocolos de investigación de forma profesional. Hablan con la víctima, le consuelan, le leen los derechos que tiene como víctima para denunciar y le piden la ropa que llevaba hace unas horas, cuando le agredieron. Quizá ahí encuentren restos biológicos de los agresores, quizá como en otras ocasiones el agresor que empuña un arma blanca se produce cortes en las manos por accidente mientras agrede a la víctima. Pero no van a encontrar nada de eso…aunque según la víctima habían pasado menos de seis horas desde la agresión, el joven cuenta que ha lavado la ropa. Los policías se miran, no se lo esperaban, le dicen que no hay problema, que entienden que estuviera nervioso y en estado de shock después de una agresión tan brutal. Se despiden y le ruegan que se cuide, que intente recordar el mayor número de detalles posibles y vuelva a comisaría. La víctima se dispone a marcharse con su pareja. Los policías resaltan la actitud poco afectada del chico, pero son conscientes de que podría ser producto del trauma. Ni rastro de consumo de drogas en los dos jóvenes. Tampoco en el parte médico.

Antes de que se marchen vuelven a preguntarle, para centrar el lugar de la agresión, él insiste en que tuvo lugar en el interior del bloque de viviendas. Rápidamente los policías mandan unos “zetas” para buscar el arma por la calle, alcantarillas y papeleras. Quizá tengan suerte y los agresores la tiraron en alguno de esos lugares. No la tuvieron, el arma no apareció. Se centraron en preservar la escena de la agresión y comenzar a interrogar a los vecinos por si han escuchado algo o han visto a la anciana que intervino en favor de la víctima. No tuvieron suerte.

Lunes 6 de septiembre. Barrio de Malasaña

A primera hora de la mañana un equipo de la policía científica se traslada al portal para realizar una inspección del lugar, pero allí no encuentra ni una sola pista de la agresión. La víctima relata que le han golpeado, tirado al suelo, cortado el labio con un cúter, bajado la ropa y mientras le sujetaban, rajado los glúteos marcando la palabra “maricón”. Los policías no encuentran nada de nada, no hay positivos a los reactivos por sangre, no se observan restos biológicos que pudieran estar relacionados con una agresión. Nada de nada.

A la misma hora un coche oficial para frente al portal de la víctima. Los policías, con el comisario de distrito al frente, han venido a buscar a la víctima y a su pareja para llevarlos a comisaría y ya un poco más sosegados tener una charla más relajada que pudiera arrojar más detalles para dar con los presuntos agresores. Ante un hecho de tal magnitud y una agresión tan salvaje, hasta el comisario ha querido venir a recogerles tras enterarse de que no disponen de trasporte propio. Se trata de atender a una víctima de un delito de odio, herida y traumatizada, y los policías se esmeran al máximo y todos parten hacia Leganitos. Sin embargo, la víctima no aporta nuevos detalles y los policías parten de vuelta con ellos hasta el portal para hacer una reconstrucción de los hechos. Ese mismo lunes 6 de septiembre hacen una de las reconstrucciones más cortas que se han hecho en esa comisaría. La víctima no aporta muchos datos y otros no coinciden, tales como donde se sitúan y qué hace cada agresor.

Calle del barrio de Malasaña en la que sitúo el joven los hechos de la agresión que nunca sucedió. 

A la investigación se une la sección de Delitos de Odio de la Brigada Provincial de Información de Madrid. Ellos ya saben que no se ha detectado ninguna banda en Madrid que se dedique a dar palizas a homosexuales, sí agresiones concretas que además están creciendo, pero no “partidas de caza organizadas”. Entre tanto, los policías van puerta por puerta en el barrio de Malasaña buscando testigos. Se toman las primeras declaraciones y se recogen decenas de grabaciones de las cámaras del barrio, comienza el visionado de imágenes.

Martes 7 de septiembre. Comisaría del distro Centro

La policía habla por enésima vez con la víctima por teléfono en busca de más datos y chequeando su estado. En la comisaría hay orden de llamarle todos los días por si los atacantes o algún otro descerebrado se pone en contacto con el joven para amenazarle o insultarle. Los agentes se han conjurado con el gabinete de prensa de la Jefatura de Policía de Madrid para proteger el anonimato de la víctima, su aspecto, su calle, cualquier dato que pueda conducir a él se guarda en secreto.

A medio día la investigación que partió por un solo sendero se bifurca en dos. A fuerza de ir descartando hechos y aflorando contradicciones, la hipótesis principal del ataque homófobo ya no es la única. La investigación corre paralela buscando presuntos agresores y por otro lado descubriendo contradicciones que invitan a pensar que la denuncia del delito de odio no es cierta.

A final del día dos detalles empiezan a inclinar la balanza hacía la segunda opción, la que nadie quería pensar que podía ser cierta, ni siquiera los policías. Los investigadores terminan el visionado de todas las cámaras menos una y no encuentran ni rastro de los agresores o del asalto en ellas. A la vez, se ha comenzado a interrogar a personas del círculo próximo a la víctima que comienzan a confirmar que el joven denunciante tiene una vida muy complicada donde se entrelazan ciertos aspectos marginales de su existencia con una larga variedad de personas y desconocidos. La policía le pide el móvil a la víctima y comienza q volcar sus datos.

Manifestación contra homofobia hace unos días en Madrid. 

A última hora del martes los policías ya han tomado 30 declaraciones. La más importante va a producirse en ese momento. Una persona muy cercana al denunciante del ataque homófobo cuenta a los agentes que la víctima es proclive a relaciones sexuales de carácter masoquista en las que se producen golpes, cortes con armas blancas…que es usuario de una aplicación que pone en contacto a personas que llevan a cabo ese tipo de prácticas de manera libre o bajo pago. Se decide esperar hasta analizar el último fleco. El asunto es tan relevante que no pueden tener ni un solo resbalón en la investigación.

Miércoles 8 de septiembre. Comisaría de Leganitos

Los policías han terminado de visionar todas las cámaras del barrio y la zona en un tiempo récord. A primera hora descubren una cámara nueva que se les había pasado, y revisan las imágenes sin éxito. Quedan pocas dudas, en realidad casi ninguna, pero falta que el protagonista les confiese la verdad.

La policía, ya con toda la información en su mano, se inclina por la segunda de las hipótesis. Simplemente la del ataque homófobo ha ido perdiendo fuerza, y por tanto urge confirmar las sospechas de los policías para desactivar la situación de tensión que se vivía en Madrid y tranquilizar a todo el colectivo LGTB, sin dejar de investigar qué es lo que de verdad le había ocurrido a la víctima.

Los agentes llaman de nuevo al denunciante. Se sienta con ellos, llega el comisario y se sienta frente a él. El policía es veterano de la sección de secuestros, formado en psicología, también en cursos del FBI, y por tanto acostumbrado a diálogos interminables con víctimas y autores de secuestros. Le comenta con voz tranquila a la víctima un sencillo “Esto hay que pararlo ya no crees” ya le han mostrado hace un rato el resultado vano de las pesquisas. Todo está en contra de la versión del ataque homófobo. La policía solo quiere saber la verdad. Él asiente al policía y empieza contarle “su verdad” que había quedado con dos personas a través de una aplicación y que estos le habían grabado con un objeto cortante la palabra “maricón” en las nalgas durante unas prácticas que “se fueron de las manos”. 

No hay ataque homófobo, ni banda que “caza homosexuales”. Se desactiva la situación de tensión máxima y se le pregunta por las personas que le han hecho eso. La víctima no quiere identificarlos, ni contar detalles de como sucedieron las cosas. Insiste en que fue consentido. Nada más. Pide disculpas a los policías y les agradece su trabajo. Los policías no le detienen ni le leen sus derechos por simulación de delito. La ley tiene en cuenta el arrepentimiento en esos casos antes de que el proceso judicial arranque toda su maquinaria. Los policías deciden hacer unas diligencias detalladas para el juez, y que sea el fiscal el que decida si acusa de algo al joven. En realidad, los agentes se han quedado con la duda de hasta que punto fue de “consentido” el encuentro, pero la víctima no les va a ayudar. No quiere. A los policías les queda el volcado del móvil que recibirán en los próximos días. La víctima antes de marcharse cojeando pide discreción a los agentes. Los policías respiran tranquilos, al menos no hay bandas que se dediquen a hechos tan salvajes y despreciables como atacar a homosexuales. Así terminan, afortunadamente, 72 horas de tensión y de honda preocupación entre los madrileños y restos de españoles.

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