19 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

Su paso por Bosnia como militar le dejó graves secuelas psicológicas para las que debía medicarse, pero no lo hizo y asesinó a seis personas

"El Asesino de la Baraja": Alfredo Galán, cansado de esperar que lo atrapasen se entregó borracho

Alfredo Galán
Alfredo Galán "El Asesino de la Baraja".
Alfredo Galán fue bautizado por la prensa como "El Asesino de la Baraja" quien mató a seis personas con una pistola porque pensó que podía hacerlo. Fue militar profesional en una misión de la ONU en Bosnia y las cosas que vio le provocaron sufrimientos mentales para los que debía medicarse. Sin embargo, pronto dejo el medicamento y se convenció a sí mismo de que podía ser un gran asesino en serie. En las escenas del crimen dejaba una carta de baraja española a modo de firma.

Alfredo Galán Sotillo, más conocido como “El Asesino de la Baraja”, asesinó en 2003 a seis personas con una pistola Tokarev TT-33. Todos los asesinatos fueron a quemarropa con mucha precisión. En sus crímenes siempre dejaba una carta de baraja española, lo que le otorgó su pseudónimo como criminal. Como curiosidad hay que explicar que junto a su segunda víctima quedó un naipe de manera fortuita. Aquello trascendió y la Prensa lo bautizó como "asesino de la baraja". Después, para seguir el juego él comenzó a dejar cartas junto a sus víctimas. Fue detenido en 2005 y condenado a 142 años de cárcel.

Fue militar y estuvo durante un tiempo destinado a una misión humanitaria en Bosnia, donde adquiriría la pistola con la que cometería los asesinatos a su vuelta en España. Fue cabo primero en la Brigada Acorazada, en el Regimiento Mecanizado Asturias 31 y, pero suspendió las pruebas físicas de acceso a la Escala de Cabos y Guardias de la Guardia Civil.

Alfredo Galán en su juventud.

Al parecer era muy conflictivo y al volver de Bosnia no trajo consigo solo un vehículo y la pistola, sino también muchos trastornos para los que requería medicación incompatible con el alcohol, el cual Galán consumía en grandes cantidades desde los 17 años.

Infancia y personalidad

Nació el 5 de abril de 1978 en Puertollano en Ciudad Real. A pesar de ser hijo de una familia humilde, los testimonios indican que era un niño feliz y de buen carácter. Sin embargo, con tan solo ocho años una tragedia cambiaría su personalidad para siempre: Su madre murió dando a luz a su hermana, dejando a ambos huérfanos. Desde ese momento Alfredo Galán creció como un adolescente conflictivo, de mal carácter e introvertido. Nunca terminó los estudios y se unió al Ejército en 1998, cuando contaba con 20 años.

“Me encerré en mí mismo. Era muy sensible y simpático y me hice muy introvertido. Me hacía el duro. No quería regalos”, confesó as los médicos después su arresto. No se sabe con exactitud que fue lo que vio “El Asesino de la Baraja” en Bosnia, pero se sabe que no volvió a ser el mismo después de la experiencia, necesitaba medicación antineurótica, la cual dejó de tomar poco antes de cometer los crímenes.

Tras el derramamiento del petrolífero “Prestige” en Galicia en 2003 su unidad fue relevada de Bosnia y volvieron para prestar ayuda en la limpieza del agua y los animales afectados por el incidente del barco.

Después del incidente del Prestige en Galicia, Galán volvió para ayudar con la limpieza.

Aunque no fuese un buen estudiante, era previsor. Sabía que le darían de baja en el ejército por sus sucesivos episodios de ansiedad, así que para cuando sus predicciones se hicieron realidad, él ya había conseguido trabajo como guardia de seguridad en el aeropuerto de Barajas. Fue precisamente en esa localidad donde daría el paso por el que sería recordado años después en España, un homicidio. Antes de esto su única detención había sido en 2001 por conducir bajo los efectos del alcohol.

Primera víctima

Según las versiones había aumentado considerablemente su consumo de alcohol, esto sumado al hecho de que había dejado de tomar su medicación lo hacían muy inestable. No gozaba de ningún titulo como asesino, solo era un sujeto sentado frente a su televisor que de repente pensó que podría simplemente salir a la calle y matar a alguien.

La víctima fue elegida completamente al azar. Ese fatídico 24 de enero Juan Francisco Ledesma era portero de una finca, la número 89 en la calle Alonso Cano, en Madrid. Estaba en su domicilio junto a su hijo cuando Galán entró, lo hizo ponerse de rodillas y le disparó en la cabeza.

Una pistola Tokarev T-33, el arma utilizada por "El Asesino de la Baraja".

La investigación se inició como cualquier otra, los agentes decidieron centrarse primero en las personas cercanas a la víctima, aquellos que pudiesen tener un motivo para deshacerse de este. Un testigo aseguró haber visto a la víctima discutir con una mujer morena dos días antes del crimen. Esta mujer era Ana, una dominicana de 44 años que tenía relación con Juan Francisco, éste iba a ser su padrino de boda. Sin embargo, nada de esto fue relevante para el caso, puesto que no había forma de vincular a la mujer con el crimen.

Quería experimentar la sensación que causa acabar con la vida de un ser humano. Comencé con el portero y al no sentir nada seguí matando”, declararía el asesino solo unos meses después.

Segunda víctima y origen de su apodo

El 5 de febrero de 2003 el exmilitar dio su segundo golpe. Juan Carlos Martín era un joven de 18 años que trabajaba en el aeropuerto de Barajas. Se encontraba esperando el autobús en la parada de la localidad cuando un sujeto llegó en un Renault Megane, se apeó y lo obligo a arrodillarse, acto seguido le disparó en la nuca. El Asesino de la Baraja se había cobrado su segunda víctima.

La víctima había sido escogida nuevamente al azar y esto hizo muy difícil las investigaciones. No solo las dos primeras victimas no tenían ninguna relación, sino que encima no tenían nada en común además de ser ambos varones y que el calibre de la munición utilizada había sido la misma. No había un verdadero patrón entre las víctimas que permitiese la elaboración de un perfil criminal. De hecho, el crimen no se relacionó al de Ledesma.

La segunda víctima, Juan Carlos Martín.

Al lado del cadáver se encontró una carta, el as de copas de una baraja española. Esto hizo que la policía entrase en alerta ya que relacionaron los hechos al Crimen del Rol cometido por dos jóvenes aficionados a los juegos de mesa que en 1994 asesinaron a sangre fría a un hombre porque así lo requería el guion de un juego inventado por ellos mismos. La Prensa rápidamente se hizo eco de los hechos y bautizaron al asesino como “El Asesino de la Baraja” a veces también referido como “El Asesino del Naipe”.

El 21 de febrero un empleado de un Carrefour entregó a las autoridades una cartera con un recorte de periódico acerca del asesinato. En éste había además una anotación que rezaba: “Si el invitado o el monstruo está en el cementerio, apunte un punto”. Con esto parecía que la teoría sobre un nuevo “crimen del rol” cobraba fuerza. En la cartera había también un DNI perteneciente a un estudiante llamado Borja, quien había estudiado con Javier Rosado, el autor intelectual del “Crimen del Rol” del 94, que también había tenido lugar en una parada de autobús.

Cuando fue interrogado Borja tenía coartada. La noche del crimen había estado durmiendo en casa. Respecto al recorte de periódico, dijo que era para un amigo que siempre llevaba un as de copas en la cartera para simbolizar que era el que “más bebía de la pandilla”. Esta falsa pista también dejó muy confundidos a los investigadores.

La siguiente víctima y su identidad como asesino

El mismo día del asesinato de Martín, 12 horas después, Galán entró a un bar en Alcalá de Henares, el Bar Rojas. El local pertenecía a una mujer llamada Teresa Sánchez García, quien ese día estaba siendo acompañada por su hijo Mikel. Junto a ellos también estaba Juana Dolores, una vecina que hablaba distraídamente por teléfono. Ninguno de ellos sospechaba lo que iba a pasar en ese tranquilo bar madrileño. Alfredo entró y, en una actuación muy rápida, disparó al joven Mikel en la cabeza, asesinó también a Juana e hirió a Teresa de gravedad y se dio a la fuga dándola por muerta. No dejó ningún naipe.

Un menor llamado Antonio avisó del tiroteo a Urgencias y poco después denunció a las autoridades estar recibiendo llamadas amenazantes de un sujeto que se dirigía a él con mensajes crípticos y referencias religiosas. La investigación reveló que el número de teléfono pertenecía a un joven de nombre Carlos, quien trabajaba en una pizzería de la calle Alonso Cano, lugar donde había aparecido la primera víctima de Galán. Carlos probó ser inocente y las amenazas junto a los asesinatos quedaron de momento sin resolver.

Galán empezó a dejar cartas de una baraja española en la escena del crimen gracias a los medios de comunición.

Pasó un mes sin que hubiese un nuevo caso de asesinato, todo apuntaba a que la aleatoriedad de los episodios convertiría los casos en misterios sin resolver. Entonces, el 7 de marzo de 2003 “El Asesino de la Baraja” se presentó en la localidad madrileña de Tres Cantos, se acercó a un portal de la avenida de Viñuelas y, según el auto del crimen, disparó en la cabeza a Eduardo Salas, después apuntó a una amiga de éste, Anahid Castillo, pero el arma se encasquilló, lo que dio tiempo a la mujer de huir. Antes de irse dejó un dos de copas marcado con un punto azul junto al cuerpo de su víctima, quien logró sobrevivir y necesitó 150 días de convalecencia. Las autoridades vincularon este caso al de Juan Carlos Martín.

Los agentes intentan atar cabos

Al haber un mayor número de casos ahora, los agentes pudieron identificar uno de los factores clave, la pistola Tokarev de 7,62mm que el asesino estaba utilizando. De fabricación rusa, era imposible para un ciudadano español adquirirla por medios convencionales. Los investigadores pensaron que solo había dos maneras en las que el asesino podía haberse hecho con un arma de esas características. La primera era que se tratase de alguien que hubiese pertenecido a misiones militares. La segunda, que el asesino tuviese nacionalidad rusa.

Mientras las autoridades intentaban descifrar el caso, Galán cometía otro asesinato. Esta vez las víctimas fueron un hombre y una mujer, Gheorghie Magda y su esposa, Doina Magda, dos trabajadores de origen rumano que paseaban por un descampado en la localidad madrileña de Arganda del Rey. El hombre murió de un disparo a la cabeza, su mujer de dos a la altura del pecho. Nuevamente y como había decidido firmar sus asesinatos, dejó dos naipes un 3 y un 4 de copas. Uno por cada víctima.

Un bromista llevó a los investigadores hasta la avenida María Auxiliadora en Salamanca.

A la frustración de los agentes se suma un bromista que, después de que fuese publicado el retrato robot proporcionado por las dos mujeres que habían sobrevivido a los ataques, Teresa Sánchez y Anahid Castillo, decidió publicar en internet un mensaje haciéndose pasar por el asesino: “Gracias al tipo que hizo el retrato porque no ha dado ni una. Mataré hasta terminar la baraja. En pocos días, el 5 de copas”.

Peor aun que el primero, un segundo bromista llamó al servicio de emergencias “112” y explicó: Si quiere conocer el próximo asesinado de la baraja, busque en esta cabina”. Los policías rastrearon la cabina desde donde había sido hecha la llamada. Fue localizada en la avenida María Auxiliadora en la ciudad de Salamanca. Dentro de esta solo había una foto de un vecino de la ciudad que era inocente.

Los agentes cada vez iban teniendo un perfil mejor elaborado. Buscaban a un militar español que hubiese prestado servicio en la zona de los Balcanes, la antigua Yugoslavia o Rusia. Era seguro que el asesino tenía una psicopatía y probablemente llevara una vida solitaria sin hijos ni familia. Fue así como el 22 de mayo detuvieron a Francisco Javier Antuaño.

Los retratos robot que se hicieron de Galán.

Antuaño residía en Alcalá de Henares, era portero de discoteca, y según sus conocidos, era xenófobo. Había servido al país como militar. Encajaba perfectamente en el perfil. Para mala fortuna del detenido, tanto Teresa Sánchez como Anahid Castillo afirmaron que era el hombre que las había atacado.

No obstante, los agentes y los jueces no tenían claro que hubiesen capturado al verdadero asesino, sin embargo, la presión había podido con el sistema de justicia. Más adelante las mujeres que habían testificado explicaron que estaban muy asustadas y que era perfectamente posible que se hubiesen equivocado. Antuaño fue liberado y nuevamente los investigadores se quedaban sin nada.

Conclusión del caso y hastío del asesino

Este caso se resolvió de una manera inverosímil, que incluso a algunos con un sentido del humor algo retorcido encontrarían hasta cómico. El 3 de julio de 2003 un hombre en estado de embriaguez se entregaba en la Comisaría de Puertollano. Afirma ser “El Asesino de la Baraja”. Ninguno de los presentes le creyó, así que le solicitaron que aporte veracidad a sus palabras. Fue entonces cuando los agentes, que estaban divirtiéndose a costa del hombre ebrio que había ingresado delirando a la comisaría, quedaron atónitos. El borracho conocía hasta el más mínimo detalle de los casos, incluso aquellos que no habían sido publicados y estaban catalogados como secreto de sumario. Frente a las caras de consternación de todos añadió: “Yo soy el asesino de la Baraja; estoy harto de la ineficacia policial”.

Pronto las autoridades realizaron un registro del domicilio en Alcalá de Henares de Galán. En una de las habitaciones encuentran un mazo de cartas y varios recortes de prensa (trofeos), todos estos hacían alusión a los crímenes que había perpetrado. De la pistola no había rastro, el asesino afirmó que la había vendido antes de decidir entregarse.

Alfredo Galán tras su arresto

Alfredo Galán Sotillo fue condenado en 2005 a 142 años de prisión por el asesinato de seis personas y tentativa de homicidio. No obstante, dada la legislación española, solo cumplirá 25 años. Los investigadores piensan que su objetivo era darse a conocer, alcanzar presencia mediática. Es por ello que adoptó la identidad que le habían dado los medios de comunicación.

Los psicólogos de la policía definieron a Galán como un “psicópata exhibicionista” sin ningún tipo de empatía ni remordimiento. Durante el juicio, ya libre de los efectos del alcohol dijo que se había confesado falsamente bajo la presión de un grupo neonazi que lo había amenazado.

Según el perfil elaborado, mataba por placer, hecho que confirmó él mismo a los psiquiatras con la siguiente declaración: “Me veo tranquilo, seguro y educado. Para matar no hace falta ser malo, uno puede ser bueno y matar”. Es posible que esta visión del mundo la adquiriera mientras era militar debido al shock emocional que pudo suponer acabar con la vida de alguien durante una batalla. A la construcción del perfil se sumaron otras características como el narcisismo y la megalomanía, el complejo de Dios y la baja autoestima.

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