28 de marzo de 2024
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FIN DE SEMANA

El único asesino condenado recibió rápidamente un indulto y sembró dudas sobre quién encargó el asesinato de la mujer que tenía información sensible

El crimen de Carmen Broto: ¿Quién mató a la madame de la Barcelona franquista? Un misterio que llega hasta hoy

Carmen Broto, un misterio a día de hoy.
Carmen Broto, un misterio a día de hoy.
De todos los casos que protagonizan la crónica negra, sin duda, los más inquietantes son aquellos que nunca se resuelven o solo lo hacen parcialmente. Todos nuestros misterios forman parte del imaginario colectivo. Cada uno de nosotros ha elaborado una teoría para resolverlos y esas elucubraciones dicen más de nosotros de lo que quisiéramos.

La muerte Carmen Broto en 1949 se convirtió en el más popular de la Barcelona de la posguerra. Durante años circularon todo tipo de leyendas que perduran hasta hoy y que dan un aire oscuro al asunto. Broto Gil era el reverso de la España oficial, una mujer proveniente de la clase baja que asciende a su manera socialmente. Mientras la miseria envolvía a la mayoría de la sociedad, había un grupo de privilegiados que disfrutaban de lujos inalcanzables para el resto. Una sociedad irreal que el cine, casi el único entretenimiento del pueblo, retrataba en las llamadas comedias de teléfono blanco. Un mundo de glamour donde habitaban Amparo Rivelles, Alfredo Mayo o Mercedes Vecino. La alta burguesía de la época estaba formada por altos cargos del régimen, ricos a los que siempre les iba bien o por gentes que hacían del extraperlo fuente de su fortuna aprovechándose de la miseria del país.

Carmen Broto Gil, había nacido en 1918 en un pueblecito de la provincia de Huesca llamado Guaso. Su hermano falleció en la Guerra Civil donde combatió en el bando republicano. Al acabar la contienda, Carmen se trasladó a Barcelona, una ciudad mucho más próspera en la que poder mejorar económicamente. Como casi todas las mujeres de su clase social encontró trabajo como sirvienta. Pronto, Carmen descubrió que el dinero que ganaba apenas le daba para vivir y enviar dinero a su casa. Empezó a dejarse ver por los bailes del hotel Ritz. Se tiñó la melena de rubio platino y comenzó a alternar con los niños bien de la Ciudad Condal. No tardó la aragonesa en descubrir que los que de verdad manejaban dinero eran los padres y comenzó a verse con ellos.

Carmen Broto. 

Fue de esta manera como Broto se convirtió en la querida de varios prohombres de la ciudad. Con ellos obtuvo joyas, abrigos caros y todo tipo de productos de importación que eran difíciles de conseguir en la época. Llegó a tener un piso propio en la Calle Padre Claret, lleno de lujos. Esta casa se la consiguió su último amante Julio Muñoz Ramonet, uno de los hombres más ricos de la época que fallecería en 1991. Antes de él, Carmen mantuvo relaciones con otros como Ramón Pané o Julián Martínez, dueño del teatro Tívoli, que la utilizaba para ocultar su homosexualidad.

Hacia 1948, Carmen se separó de su protector por culpa de Jesús Navarro, un joven de 25 años, atractivo y con ganas de buscarse la vida. A la Broto quedarse sin su financiero no la importó. Desde hacía años había comenzado a hacer negocios por sí misma. Pequeños chanchullos y sobre todo una rudimentaria trata de blancas fueron sus vías de financiación. Se encargaba de traer chicas desde Galicia con la excusa de que emigraban para trabajar de sirvientas. Enseguida eran reconvertidas en prostitutas aleccionadas por Carmen Broto. También se llegó a hablar de que se encargaba de surtir de niños a una importante autoridad eclesiástica. Carmen Broto supo moverse con habilidad en la sordidez de la época.

Enamorada de su asesino

Dicen que Carmen perdió la cabeza por Jesús Navarro. Éste supo ver la oportunidad de vivir mejor. Su padre, llamado igual que él, era conocido en los ambientes criminales como ‘el espadista’ por facilidad para copiar llaves y ganzúas. De pasado anarquista, Navarro padre llegó a publicar en 1945 el libro Técnica del robo que dedicó al comisario que más veces le había detenido. En 1948 tenía una ferretería y trabajaba como cerrajero. Fue él quien convenció a su hijo para que robase a la Broto. El joven Jesús no se lo pensó dos veces. Venía de la miseria y estaba harto de ejercer la prostitución masculina. Además, tenía planes para el futuro. Había iniciado una historia con Pepita, hija de una importante familia burguesa catalana que, además se había quedado embarazada. Todos estos factores habrían animado a Jesús a robar a su protectora. Para ello contó con la ayuda de su padre y Jaime Viñas, hombre que según los rumores de la época estaba enamorado de él.

Carmen Broto junto a uno de sus amantes. 

La noche del 11 de enero de 1949, Viñas, Navarro y Carmen se pasearon en un ford negro por la Diagonal de Barcelona. Intentaron emborracharla, pero la aragonesa toleraba muy bien el alcohol. Jesús conducía, Carmen iba de copiloto y Viñas en el asiento trasero ocultaba una enorme maza. Cuando llegan a la calle Legalidad, Viñas golpea varias veces de forma brutal a Carmen, el coche se llena de sangre, pero Carmen tarda en morir. Cuando lo hace, envuelven su cuerpo con su abrigo de visión, que valía 50.000 pesetas, cantidad con la que en 1949 se podía comprar un piso. Semientierran el cuerpo y emprenden la huida. Sin embargo, el motor del coche se estropea y lo dejan abandonado lleno de pruebas.

El caso, que saltó a la prensa enseguida, se resolvió rápido pero de forma sorprendente. Juan Viñas y Jesús Navarro padre deciden tomar veneno y suicidarse antes de ser detenidos. Jesús Navarro es interceptado junto a Pepita en el puerto de Barcelona a punto de tomar un barco con destino a Mallorca. Navarro en su declaración culpó a su padre y a su ex amante del asesinato y él se asignó el papel de colaborador.

El juicio se resolvió rápido. Jesús Navarro fue condenado a muerte. Sin embargo, esta pena fue conmutada por una condena de 70 años de prisión que cumpliría en el Penal de Ocaña. En 1960 Jesús escribe un libro apologético sobre la España de Franco.  Alguien hace llegar el libro a Carmen Polo y Navarro recibe un indulto.

Dudas sobre la autoría intelectual

En 1955, el popular periódico de sucesos El Caso empieza a poner en duda la versión oficial. La censura cortará de raíz el tema. Eugenio Suárez, director de la publicación, contaría años después en su libro de memorias Caso cerrado cómo el Ministro de Gobernación Juan Aparicio le ordenó cortar su investigación de raíz. Ya en los años sesenta, Jesús Navarro concedió una entrevista en la que aseguraba que “el silencio me ha salvado la vida” y en la que por primera vez hablaba de otros implicados en el crimen. Él tenía un móvil económico pero algunas personas le habrían facilitado cometer el asesinato prometiéndole un trato judicial favorable.

Jesús Navarro concedió una entrevista a La Vanguardia. 

En 1985 el periodista y director de cine Pedro Costa Muné comenzó a investigar de nuevo el caso. Según su relato se encontró con todo tipo de trabas, pero descubrió un dato importante. Carmen era habitual de la Cafetería Alaska, lugar frecuentado por policías. Al parecer Carmen también hacía de confidente para quitarse del medio a aficionados al estraperlo. Según Costa, Carmen se sentía acosada por sus antiguos amantes porque ella atesoraba demasiada información sobre ellos. En un rasgo de inocencia acudió a un inspector de policía de su pueblo que ejercía en Barcelona a denunciar todo lo que sabía. Seis años después de su investigación, Costa llevó el resultado a un episodio de su serie La huella del crimen, donde Carmen fue interpretada por Silvia Tortosa.

"Existe un trasfondo político impresionante. En otras naciones en que se produjeron hechos parecidos provocaron caídas de Gobierno (…) La Broto, al verse apartada de los círculos de Muñoz, y saber tantas cosas del submundo sexual de Barcelona, de los vicios de la gente del poder, intentó vengarse, pero la muy ingenua fue a denunciar todo ello a Jefatura. Se la cargaron a los pocos días", declaró hace unos meses el cineasta a El Español.

En 1999 una periodista catalana se puso en contacto con la hija de Pepita y Jesús Navarro que no llevaba el apellido de su padre sino el de una importante familia barcelonesa. Ante la llamada de la periodista, la hija de Navarro que entonces tenía cincuenta años pidió a lloros que no publicara su identidad. Décadas después el nombre de Carmen Broto sigue incomodando a la burguesía de la Ciudad Condal.

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