30 de septiembre de 2023
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FIN DE SEMANA

EL 22 DE JULIO DE 1975 CINCO PERSONAS FUERON BRUTALMENTE ASESINADAS EN EL 'CORTIJO LOS GALINDO', UBICADO EN EL TÉRMINO SEVILLANO DE LAS PARADAS

El crimen de 'Los Galindos', 48 años después: El misterio que marcó el último verano del franquismo

El Cortijo de los Galindos.
El Cortijo de los Galindos.
En la tarde del 22 de julio de 1975 se avisó de un incendio en el cortijo de 'los Galindo', situado en el término municipal de Paradas, Sevilla. En el camino que llevaba a la casa, las autoridades descubrieron un reguero de sangre que llevaba hasta una habitación donde se encontró el cadáver de Juana Martín Macías, de 53 años, esposa del capataz. Posteriormente se encontró al tractorista y a su mujer carbonizados. Días después, apareció el cuerpo del exlegionario Manuel Zapata.

En 1975 España se preparaba para un cambio, el dictador Franco había enfermado y ese verano finalmente sería el último para él. Evidentemente, la muerte de Francisco Franco marcaría ese año (y los siguientes) en España, aunque no sería el único suceso de ese año. Uno de los acontecimientos que marcó aquel verano fue el misterioso crimen de los Galindo, que tuvo lugar el 22 de julio.

Este suceso se convertiría en el tema del verano, y conmovió a toda la sociedad española para la que el cortijo de los Galindo se convirtió en un escenario atroz. Se trata de un terreno de unas 400 hectáreas dedicado al cultivo de trigo, aceituna y girasol que aún pertenece a una familia bajo el nombre de Nuestra Señora de la Mercedad. La finca pertenece al término municipal de Paredes, en la provincia de Sevilla, y está a 50 kilómetros de la localidad que, hasta entonces, sólo era conocida por albergar un cuadro de El Greco en su iglesia.

El crimen de la Transición


Corrían las 3 de la tarde del 22 de julio de 1975 cuando se declaró un incendio en el cobertizo del cortijo. El calor era brutal, ese día hizo 49 grados, y los peones de la finca corrieron a Paredes para avisar a la Guardia Civil. Cuando los agentes de la Benemérita llegaron, los braceros ya estaban intentando extinguir el fuego del que se desprendía un olor a gasóleo.

En el camino que llevaba a la casa del capataz se descubrió un reguero de sangre que llevaba hasta una habitación, en la que encontraron el cadáver de Juana Martín Macías, de 53 años, esposa del capataz. Su cabeza estaba machacada y presentaba heridas realizadas con un pajarito, una herramienta de hierro utilizada habitualmente en el campo.

Más tarde, cuando el fuego se extinguió se descubrieron dos cuerpos carbonizados. Eran los del tractorista José González Giménez, de 27 años, y su mujer, Asunción Peralta Montera, de 34 años, que estaba embarazada de seis meses. Un poco apartado encontraron el cuerpo del peón Ramón Padilla González, de 40 años. Le habían disparado por la espalda.

Las cinco víctimas.

Tres días después se descubriría el cuerpo de una quinta víctima, a la que finalmente acusaron de los asesinatos, Manuel Zapata, de 53 años y exlegionario. Desde el principio las investigaciones estuvieron repletas de errores. De hecho, antes de que la Policía y el juez es personasen en el macabro escenario un equipo de Televisión Española, que por primera vez hacía la competencia a la prensa de sucesos, llegaba al lugar de los hechos. Involuntariamente se alteró la escena del crimen y se borraron rastros en el momento de grabar. Por primera vez un suceso ocupaba horas en un informativo. También el mítico periódico El Caso dedicó portadas y páginas al crimen, aumentando sus ventas.

Para aportar más caos al asunto, el juez correspondiente, el de Marchena, no acudió porque la plaza estaba sin ocupar. En su defecto le tocaba al de Carmona, pero tardó 24 horas en presentarse porque estaba de vacaciones en Écija. Eran otros tiempos y los protocolos establecidos en caso de crimen prácticamente respondían a la improvisación.

Las teorías sobre lo que ocurrió


Todas las vías de investigación parecían acabar en nada. En un principio se especuló con la implicación del dueño de la finca, el marqués de Grañina, Gonzalo Fernández de Córdoba y Toprete, que se había hecho con el cortijo en 1969, por su comportamiento. Pasó dos noches en el cortijo después de que ocurrieran los crímenes, cuando habitualmente no lo hacía. Además, también se defendió la hipótesis de lo que se llamaba la 'teoría del trigo negro’, que sostenía que el marqués y Antonio Gutiérrez, el administrador, especulaban con una parte del trigo sin hacerlo constar en el Servicio Nacional de Distribución Agraria como marcaba la legalidad en ese momento.

Harto de los rumores, fue el propio marqués quien contó a la Guardia Civil la versión conocida como ‘teoría de los legionarios’ y que fue muy popular durante años. Según esta versión, el aristócrata permitió pernoctar en su finca a nueve legionarios que volvían a Ceuta después de participar en el desfile del día del Alzamiento Nacional, 18 de julio, en Madrid. La Guardia Civil localizó a ocho de los legionarios en Ceuta y al noveno en Barcelona y demostraron que el día que se cometieron los crímenes ya no estaban en la finca.

Escena del crimen.

Sin embargo, las investigaciones dieron al traste con toda teoría y oficialmente triunfó la del crimen pasional. El tractorista habría asesinado a los capataces porque hace años había sido prometido de la hija de estos. Según esta teoría, los mató y después hizo lo mismo con su mujer. El peón Ramón Padilla habría sido una víctima colateral. Finalmente, José se habría suicidado lanzándose a las llamas. Una forma curiosa y dolorosa de acabar con su vida. Esta teoría se mantuvo como oficial durante ocho años.

Poniendo algo de luz


En 1981 algo comenzó a cambiar en la historia del crimen de los Galindos. Por un lado, se hizo pública la existencia de una carta que había recibido en su momento el alcalde de Paredes, José González. En ella un sicario anónimo se declaraba culpable de los asesinatos. Había recibido el encargo de asesinar sólo a Zapata y percibió 10.000 pesetas por ello. El resto de crímenes fueron colaterales. Nadie supo explicar por qué esa carta había permanecido seis años oculta.

Un nuevo juez, el cuarto, Heriberto Asensio Cantisán, decidió reabrir el caso oficialmente, tras repasar los 1.400 folios del Sumario 20/1975, encargando una nueva investigación al policía José Antonio Vidal, que, a su vez, encargó al forense Luis Frontela una nueva autopsia. Frontela consiguió que exhumaran los cinco cuerpos en enero de 1983. Un informe suyo aseguraba que al menos dos personas debieron participar en el crimen.

A pesar de las especulaciones, las investigaciones no llegaron a buen puerto y en mayo de 1989 se cerró oficialmente la investigación. El crimen prescribió en julio de 1995. Veinte años más tarde, el techo de la sala del Juzgado de Marchena donde se custodiaba, entre otros, el sumario de 1.400 folios del caso se hundió. En el traslado de estos documentos a un Juzgado de Sevilla desapareció el sumario, sin que nadie haya sabido qué fue él. Un enigma dentro de un misterio.

Las acusaciones del hijo de los marqueses de Grañina


El crimen de los Galindos: Toda la verdad, un libro firmado por Juan Mateo Fernández de Córdova, tercer hijo de los ya fallecidos marqueses de Grañina, propietarios del cortijo de Los Galindos, reveló los secretos del crimen, mediante conversaciones mantenidas entre el autor y su madre, Mercedes Delgado, esposa del marqués.

El autor echó la culpa del crimen a tres personas y el móvil del mismo habría sido tapar un fraude económico en la cooperativa Coduva, en la que participaba esta finca olivarera de Paradas. El autor material de los asesinatos sería un profesional contratado para amedrentar a Manuel Zapata, capataz de la finca, que había descubierto el desfalco y pensaba contárselo al padre de Mercedes Delgado, esposa del marqués y dueña de las tierras. Pero el supuesto "susto" acabó en cinco muertes, un final que nadie esperaba.

Portada del libro.

El autor asegura que su padre visitó el lugar de los hechos al día siguiente de producirse los asesinatos, es decir, el 23 de julio de 1975. Una de las revelaciones más importantes del libro es lo que le confiesa su madre, Mercedes Delgado, el día de la muerte del marqués, su padre, que aseguraba conocer todos los hechos acaecidos aquella noche e incluso haber ordenado alguno de ellos.

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