28 de marzo de 2024
|
Buscar
FIN DE SEMANA

Tras ser archivado por primera vez en 2008, ahora la jueza ha decidido cerrar el caso sin hallar al autor del crimen de la joven asturiana

El juzgado de Cangas vuelve a dar carpetazo al asesinato de Sheila Barrero sin encontrar al culpable

Sheila Barrero.
Sheila Barrero.
El caso del misterioso asesinato de la joven Sheila Barrero el 25 de enero de 2004 ha vuelto a recibir carpetazo judicial. Tras ser archivado por primera vez en 2008, ahora la jueza de Cangas de Onis (Asturias) que lo reabrió lo ha vuelto a cerrar sin resolverlo y sin encontrar al autor de la muerte de Sheila Barrero.

“La presencia de una fibra de la chaqueta del investigado sobre una bufanda depositada en los asientos traseros del vehículo no permite situarlo entre las 08:15 y las 10:00 horas en el vehículo de la joven, puesto que, según varios testigos, había estado en varias ocasiones en el interior del mismo, pudiendo haberse depositado la fibra en cualquiera de esas otras ocasiones anteriores”, señala el auto judicial que ha servido para dar un carpetazo definitivo al asesinato de Sheila Barrero.

El pasado mes de enero, la fiscal superior de Asturias, Esther Fernández, admitió que en las primeras investigaciones "faltaron una serie de diligencias", aunque desconoce los motivos.

Historia de un crimen

Era un frío 25 de enero de 2004 cuando Sheila Barrero, de 22 años, fue asesinada. Su hermano Elías, que salió a buscarla ante el retraso en llegar a su casa, encontró su vehículo retirado de la carretera, en el puerto de Cerredo, a medio camino entre el pueblo leonés de Villablino, donde trabajaba, y la localidad de Degaña, el domicilio familiar en Asturias, a unos 10 kilómetros. Cuando encontró el cuerpo sin vida de su hermana dentro del coche, llamó a la Guardia Civil. La joven había fallecido de un disparo en la cabeza, efectuado desde dentro del mismo vehículo. No hubo robo ni violación.

Parece increíble ahora, pero en la primera inspección ocular los agentes de la Guardia Civil creyeron que la joven había muerto de un traumatismo porque el orificio del disparo era tan pequeño, un calibre 12, que no se apreció hasta la autopsia posterior. Por eso tardaron más de 24 horas en hacer pruebas de restos de pólvora a sus amigos más cercanos y parientes, como manda el protocolo. En concreto se realizaron esas pruebas 30 horas después.

La pistola era de pequeño calibre, una 12 milímetros, por eso el asesino tuvo que situarse en el asiento de atrás, muy cerca, y disparar en la nuca. La bala atravesó el cráneo, rebotó contra la luna delantera y cayó dentro del coche. De ahí la Guardia Civil sacó también restos de pólvora.

La madre y los hermanos de Sheila posan con su retrato en una foto antigua.

Al día siguiente del asesinato la Guardia Civil citó a seis jóvenes de Villablino para someterlos a la búsqueda de restos de pólvora en sus manos. To­dos tenían alguna relación con la joven, diplomada en Turismo y camarera en un conocido pub del pueblo. Era la me­nor de cuatro hermanos, guapa, diver­tida, responsable y con cierta fama de “rompecorazones”.

Tres personas, incluido un joven de 19 años llamado Borja Vidal, con quien Sheila había mantenido una relación sentimen­tal hasta unos días antes, presentaron res­tos de pólvora en las manos. Es decir, tres amigos, conocidos o exnovios de Sheila habían disparado poco antes del crimen, algo no demasiado extraño en una zona de caza donde los jóvenes acostumbran a tener licencia para armas.

Lo que Borja, mal estudiante y buen jugador de fútbol, no sabía es que la munición de caza no lleva estaño en su composición y que puede determinarse si esos mismos restos coinciden al cien por ciento con las muestras obtenidas sobre el cadáver. Años después Borja se casó, se hizo electricista y tiene dos hijos. Dijo en más de una ocasión que iba a dejar Villablino, cansado de la persecución de los medios, pero nunca lo hizo.

Borja Vidal en una imagen de La Sexta TV.

El primer informe del departamento de Criminalística de la Guardia Civil, fecha­do en julio del mismo año, explicaba que en el caso de Borja, que reconoció haber mantenido una breve relación con la jo­ven, “nos encontramos con seguridad ante residuos procedentes de la detona­ción del fulminante”.

La mano derecha del joven, según el informe de Criminalística de la Guardia Civil, tenía "partículas a base plomo. antimonio y bario, además de estaño cuyo origen es específico de la detonación de un fulminante como el analizado". Los otros dos investigados no tenían restos de estaño en sus manos. En declaraciones a la revista Interviú, en 2004, el propio Borja aseguraba que "sabía que iba a dar positivo a esa prueba porque estuve cazando con mi tio en Leitariegos el 17 de enero".

La Guardia Civil explicó que era prácticamente imposible que el joven tuviese restos de estaño nueve días después de cazar y fue detenido. Pero el mismo informe también manejaba la posibilidad de que ese material hubiese ido a parar a las manos por transferencia, es decir, por manejo de los cartuchos que el propio Borja aseguraba tener en cantidad en casa.

Sheila Barrero en una fotografía de estudiante.

Los investigadores insistieron en el móvil pasional, ya que ambos jóvenes habían comenzado una relación en octubre de 2004, pero Borja negó haber pasado de intercambiar más que algunos besos con la joven cuando se encontraban en el pub donde ella trabajaba. Borja habría dejado la relación en noviembre porque tenía una novia que vivía en Cataluña, pero iba a regresar al pueblo en navidades. Además, la familia de Borja no veía con buenos ojos esa relación porque una tía de Borja había visto como su novio Teófilo la dejaba para irse con Sheila. Sin embargo, la familia de la víctima tenía otra versión: "Sheila lo dejó porque iba a volver con su anterior novio e incluso se iban de vacaciones a Tenerife".

Lo cierto es que Borja no dejó de tener problemas desde entonces y en mayo de 2004 su pandilla fue acusado por una menor de haber recibido dinero a cambio de mantener relaciones sexuales. Luego tuvo que ir al psicólogo para tratarse un cuadro de ansiedad seguido de una depresión, que él achacó a haber suspendido en seis ocasiones el examen teórico de conducir. La Guardia Civil comprobó que en realidad solo había suspendido dos veces y había sido hacía más de un año. Aquello lo convirtió en más sospechoso todavía y en verano de 2004 fue detenido en una playa de Gijón.  Su actual abogado, Pedro González, mantiene que el joven vivió entonces un calvario y ahora vive de nuevo otro y que contra su cliente "no ha habido nunca medidas cautelares, porque ha estado en libertad siempre y no se ha encontrado nada nuevo que lo que había en 2008 cuando el caso fue archivado".

Finalmente, el juzgado de Cangas sobreseyó el caso "por falta de autor conocido" y retiró la condición de imputado a Borja. Algo que puede volver a suceder. Los agentes de Homicidios de la Guardia Civil hicieron 600 entrevistas, analizaron un centenar de restos biológicos encontrados en la zona y el coche de Sheila e incluso llegaron a ofrecer una recompensa económica a quien pudiese aportar alguna pista fiable sobre el crimen.

Más pruebas contra el exnovio

Entre las coartadas de Borja está que sus padres aseguraron que aquella noche el joven durmió en casa, aunque otros dos testigos aseguran que los padres no estaban en casa aquel fin de semana y por tanto, poco podían saber del paradero de Borja. Tampoco nadie le vió el sábado de madrugada en el pub Joe Team donde trabajaba Sheila, que tras terminar su turno siguió de marcha con varios amigos.

No era la única prueba en su contra. Hace 15 años se encontró una bufanda en el asiento trasero del coche y sobre la bufanda una fibra azul, similar al tejido de una chaqueta de Borja. Este pequeño hilo ahora puede ser analizado y saber cuando se compró la chaqueta y hasta con qué detergente fue lavada, pero hace 15 años todo esto era imposible de saber.

Entre estas pruebas había otra fundamental para reabrir el caso, una nueva espectometría realizada con láser y microscopio electrónico puede descubrir ahora si los restos de pólvora hallados en el cuerpo de la joven, en su nuca, coinciden en su totalidad con los restos hallados en la mano derecha de Borja Vidal hace 15 años, sin riesgo de equivocarse. Pero todas las nuevas pruebas no eran suficientes para la Fiscalía que solicitó el archivo de la causa.

La madre de Sheila acampada en los Juzgados de Oviedo en 2008.

Aquel fatídico día, poco antes de las ocho de la mañana, Sheila condujo su viejo Peugeot desde Villablino hasta su pueblo. Delante de ella, en otro vehículo, iban sus amigos Bibi y Sela, que se quedaron  antes en otro pueblo, Cabo Alles. El coche de Sheila tenía una luz rota y su amigo Sela le mandó un whatsapp: "Llámame cuando llegues", pero en la cima del puerto de Carcedo algo o alguien hizo que Sheila detuviese su coche y bajase la ventanilla.

La madre de Sheila, Julia Fernández, acampó frente a los juzgados de Oviedo en 2009 para pedir que se reabriese el caso pero no tuvo éxito y como dijo su padre Elías en 2011 durante un acto en recuerdo de Sheila: "Un crimen no puede quedar impune". Hoy, tras unos años de esperanza para sus padres, la justicia ha vuelto a dar carpetazo al asunto. 

COMPARTIR: