19 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

Demasiadas responsabilidades familiares, cargas excesivas de trabajo y altas perspectivas son algunos de los problemas de estas fechas

Estrés Navideño: Analizamos cómo el exceso de consumismo puede acabar con las ilusiones

Las aglomeraciones navideñas son fuente de estrés.
Las aglomeraciones navideñas son fuente de estrés.
Eva Milla, perito judicial especialista en psicología infantil, trastorno psiquiátrico e intervención social y directora del Hospital de Día Orientak explica en este artículo como la Navidad "ya no es un tiempo vacacional donde se descansa y se disfruta, ya no cobra tanto significado reunirse con familiares que no se ven en todo el año".
Desde hace unos años la Navidad va perdiendo su fuerza ahogada en un mundo de emociones fáciles donde el disfrute navideño se presenta como uno más del año. Ya no es un tiempo vacacional donde se descansa y se disfruta. Ya no cobra tanto significado reunirse con familiares que no se ven en todo el año porque viajar es mucho más facil, la comida tampoco tiene tanta importancia como se le daba antes a poder degustar platos que no se podían consumir en otros días del año por suponer un esfuerzo económico grande. Los regalos se suceden sin necesitar una excusa para hacerlos.
 
Los nuevos tiempos traen consigo muchas oportunidades de disfrute continuo. Se celebran por todo lo alto infinitas cosas más que antes. Un cumpleaños de un niño, los puentes vacacionales con sus viajes, las vacaciones que se buscan especialmente emocionantes, las graduaciones, los aprobados de cualquier curso, etc... Y todo ello hace que la Navidad no se presente como único tiempo de disfrute en nuestra vida. Ya no es tan única, no es tan esperada ni tan emocionante. Más bien cobra sentido como una sucesión de acciones rutinarias marcadas por la tradición.

No obstante para muchas mujeres sigue siendo un reto que sus familias estén unidas, disfrutando por lo menos de algunos días señalados como son al menos, Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo y Reyes. Todas ellas fechadas en un corto espacio de tiempo donde se suma cansancio por falta de capacidad para recuperarse entre unas y otras.

Muchas mujeres tienen la presión de trabajar durante este periodo de tiempo navideño y deben además de ocuparse de todos los preparativos, compras, recepción de familiares a la vez que se tienen los niños en casa. Por eso en muchas ocasiones algunas madres de familia están deseando que acaben las fiestas para volver a tener periodos de calma con los niños en el cole.

Navidad en Madrid.

Trabajar, prepara fiestas, elegir regalos, comprar vestuario, atender familiares y cuidar de los niños más parece un castigo que una celebración, pero si se hace con naturalidad la cosa cambia.

Las madres se esfuerzan por poner bonitos y originales arboles de navidad en sus casas, por elegir los regalos de sus hijos o familiares queridos con esmero, cocinar o comprar los platos que más satisfacen y gustan a los suyos, por estar unidos familiarmente y por conseguir jornadas para recordar. Si tenemos en cuenta que a veces estos hechos suceden en medio de una vorágine laboral donde prima la inmediatez que no entiende de festejos, o inmersos en los problemas económicos que se pueden presentar en muchas familias, , se podrá comprender el estrés que puede darse en paralelo a la celebración de una “estupenda navidad”.

Síntomas físicos que son señales


Esta situación de estrés puede ser compatible con síntomas físicos conocidos como la dificultad respiratoria, la dificultad para conciliar el sueño, taquicardias ante los preparativos, cansancio excesivo, irritación, dolores de cabeza, problemas de estómago, contracciones musculares, además de tener su eco en síntomas cognitivos como la producción de pensamientos negativos, el sentimiento de soledad, la pérdida de control para soportar determinadas situaciones o la irritabilidad sin explicación aparente. Si además el cuadro de ansiedad y estrés ya se producía anteriormente a la celebración de las fiestas navideñas hay que poner especial énfasis en cuidarse para no acabar peor de lo que se empezó y cronicidad una depresión.

De tal manera que hay que tratar de relativizar la importancia de lo que se está viviendo y medir las fuerzas para ver si es soportable el ritmo que nos estamos imponiendo. Las fechas señaladas no son a veces tan importantes como las percibimos. Se debe rebajar la intensidad de la emoción que se espera de ciertos eventos nocturnos. No darle tanta importancia a pasarlo extremadamente bien. Si se puede disfrutar y cenar en familia o con amigos y pasarlo bien, estupendo, pero si no es así hay que pensar que es solo una noche más y que no tiene más significado que el que nosotros queramos darle.

La comida más rica es la que se toma con gusto ya sea en compañía de algún buen amigo, familiar querido o incluso en soledad, disfrutando de uno mismo. No tiene por qué ser lo más caro ni dejarnos horas elaborando algo significativo, sobre todo si esto nos va a costar la salud.

Las aglomeraciones son perjudiciales.

Los más estupendos regalos son a veces detalles que se hacen pensando en el disfrute de las personas y en muchas ocasiones no hay por qué tirarse a la calle a comprar frenéticamente algo para regalar en el último momento, unas entradas de cine o teatro pueden suponer estupendos regalos y no hay que moverse de casa.

El exceso fomenta la dispersión de la ilusión


No hay que darle una importancia suprema al regalo de reyes e incluso con los niños hay que ser medido, excederse en más de tres regalos, más o menos deseados, supone que los niños no disfrutarán de ninguno y nuestro esfuerzo por agasajarles será en balde. Un consejo para estar más tranquilo es tratar de elegir con tiempo para no dejarnos la piel el último día e internet es una buena plataforma para comprar desde la oficina.

El transcurrir de la Navidad debe ser natural, disfrutado en su día a día, compartido con los que deseen celebrar discretamente o a lo grande y respetando el aislamiento de los que lo soliciten. Todo debe valer si se hace con gusto, sin estrés ni taquicardias. No debe vivirse como el final de nada, sino como el puente de un año a otro. Los que sean religiosos disfrutaran de su fe en estos días y del calor de la creencia, los que no lo sean deberán practicar la alegría de un tiempo de color. Sin más. Sin expectativas imposibles de alcanzar, sin decepciones porque las cosas no salgan como esperaremos y sin tristeza porque en un momento dado nos hayamos sentidos solos.

Los niños deben ser los principales protagonistas de la fiesta navideña y debemos de enseñarles que sin ostentación y gasto excesivo se puede disfrutar de un buen Belén viviente, de un bonito árbol de Navidad y de la emoción de abrir un regalo con un papel maravilloso y un buen lazo.

Para vivir la Navidad no hay que dejarse la vida para que todo esté perfecto y tradicionalmente esperado, sino más bien pintarla de colores sencillos y brillantes que cada año creen un escenario adaptado a las necesidades de las personas que la van a vivir.
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