23 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

"Los efectos emocionales de la reclusión van desde los trastornos del sueño, dolores de cabeza hasta la fatiga y la falta de aseo",señala el experto

El psicólogo Javier Urra nos detalla las emociones y trastornos que deja este largo confinamiento

Javier Urra entiende que el confinamiento ha convertido a la sociedad en un
Javier Urra entiende que el confinamiento ha convertido a la sociedad en un "laboratorio de perplejidades"
"Los efectos emocionales de la reclusión van desde los trastornos del sueño, dolores de cabeza hasta la fatiga y la falta de aseo". Así lo detalla el psicólogo forense y exDefensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Javier Urra, a elcierredigital.com y afirma que el confinamiento ha sacado lo mejor de cada persona. "Nos hemos aclimatado a una situación completamente inverosímil en la que se ha tenido miedo, se ha vivido deterioros psicológicos y,aún con ello, se ha sabido salir hacia delante".

El psicólogo forense Javier Urra nos detalla las emociones y trastornos de este el largo confinamiento que estamos viviendo todos los ciudadanos españolese. Lo explica de una manera clara y académica este reconocido psicólogo y exDefensor del Menor de la Comunidad de Madrid, y así se lo muestra punto por punto a los lectores de elcierredigital.com:

Semanas y semanas de confinamiento generan desestabilización de desequilibrios preexistentes, y desde luego el riesgo y recaída en la compulsión de algunos ludópatas, algunos alcohólicos, desde su dificultad de control interno, la lejanía del apoyo externo, el estrés, el tiempo libre.

Con respecto a la población en general y el asumido espíritu de sacrificio se aprecia ansiedad, irritabilidad, angustia, depresión, que cursará en algunos casos en violencia hetero y autoejercida. Únanse situaciones laborales y económicas deplorables y se comprobará la salida del confinamiento que la tensión acumulada se reconvierte en violencia y la desesperanza en suicidio.

Querer, desear, necesitar el salir de las denominadas cuatro paredes, pero descubrir que los muros son estructurales, que la autoexigencia enmudece a uno, que el miedo está en no cubrir las necesidades y en su caso las expectativas. La sociedad es parte de la lógica acelerada del mercado global.

La psicología del confinamiento, aproxima a todos a los efectos cognitivos y emocionales de la reclusión, tales como los trastornos del sueño, los dolores de cabeza, el aburrimiento, la fatiga, la dejación en el aseo, la menor motivación, el aumento de peso, la dificultad para concentrarse. Hay que añadir que, en los casos de soledad, la percepción de aislamiento que conlleva un potencial mayor deterioro para la salud mental.

Uno ha aprendido a no cuestionar la validez y eficacia del confinamiento, desde la imaginación y la creatividad generar actividades, a mantener rutinas y orden externo, que facilita el orden interno, a buscar otros temas de conversación, a no quedar abducidos por la información negativa, desoladora, a buscar la parte que se adjetiva como más humana, a hablar con otros para sentirse apoyado, no aislado, a cuidar la imagen ante uno mismo, a emitirse ideas y pensamientos positivos, a utilizar técnicas de relación o conductas de evasión.

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Una vez más, Javier Urra, explica las secuelas psicológicas que ha dejado el coronavirus

La mayoría se mentaliza de que el confinamiento sería largo, todos se hicieron a la idea, de mirarse a lo lejos, de prepararse mentalmente mientras se comprueba con otros países antecedentes. Se evitaron los roces emocionales, los problemas de convivencia se postergan a un momento donde se pueda alejar del epicentro. Algunos leyeron, escribieron o pintaron, o tocaron un instrumento musical para mejorar el humor y la autoestima, logro que otros alcanzaron desde la práctica deportiva.

Uno se ha dado cuenta de que lo sufrido no es una guerra, esta es una manida, pero equívoca metáfora, aprendiendo a relativizar, a plantearse las circunstancias a resolver, a agradecer, a valorar lo que uno tiene, a cooperar, a ejercer pequeños liderazgos que transmitan esperanzas, a concentrarse en algo visible como los libros de la estantería, ante el barrunto de pensamientos y sentimientos atemorizantes.

Surgieron las emociones negativas

No se tuvo tiempo para prepararse, la sociedad tuvo que concentrarse en aquello que se puede controlar, todos rodeados de tensión individual e interpersonal, con una estimulación restringida, una desaceleración del cuerpo y la mente. La mente entró en hibernación psicológica, reduciendo esfuerzos mentales, apreciando signos de leve deterioro cognitivo como dificultad para completar ciertas tareas o para recordar.  Esta inercia intelectual, se aliñó con los trastornos del sueño, las emociones negativas, y la búsqueda de claves ante un futuro incierto.

Se ha percibido el riesgo del sedentarismo, intuido que la ficción es lo único real, que perder el libre albedrío conlleva precariedad vital. Se ha asumido que con 60 años ya se es y será población de riesgo, un impacto en la línea de flotación del ser.

Este virus ha inoculado desconfianza con respecto a la proximidad con el compañero, el vecino, el otro viajero. Ha permitido preguntarse: ¿cómo miran los gatos, los pájaros de los parques de las ciudades la falta de los humanos? Pero también, con qué preguntas lacerantes, percutientes, tendrán que vivir aquellos sanitarios que en instantes tuvieron que decidir atender vitalmente a un enfermo o a otro.

Se ha sufrido el impacto desde la hipermovilidad, la interdependencia, de la enfermedad global, la que confunde la ficción con la realidad, sabedores de que los pabellones feriales se reconvertían en hospitales de campaña y el palacio de hielo en morgue.

También ha permitido comprobar que los ciudadanos son muy adaptativos, muy resilientes. Muchos aspectos clínicos, sociales, eran conocidos por la psicología, pero no serán menos los que nuestra ciencia aprenda en esta situación única, que la ética y deontología hubiera prohibido llevar a efecto como experimento para estudio de la conducta, el comportamiento, humano, individual, colectivo y como especie. Desde las diferencias irrepetibles de la elaboración de cada uno, a la orquestación grupal, planetaria.

La psicología aprende de las personas, de los grupos, de los comportamientos de masas, del poder, de la comunicación, de las diferencias por culturas u otras causas, para constatar datos, elaborar teorías, y ayudar a todos y cada uno a reinterpretar, anticipar, asumir, afrontar.

En este confinamiento a algunos le ha valido para cansarse de sí mismos, y en muchos se ha instalado el miedo. Esta pandemia ha hecho a las personas recluirse en casa, pero se ha permitido valorar lo esencial, comprobar lo que es prescindible en la vida, se ha facilitado por contradictorio que parezca, salir de uno mismo.

Laboratorio de perplejidades

Este laboratorio de perplejidades ha señalado la necesaria conciencia planetaria de la Humanidad, el sentimiento de solidaridad y fraternidad entre los pueblos, más allá de las fronteras. Desde la actual imagen insular de la humanidad y el miedo generalizado en el presente y al futuro, se ha tomado por fin conciencia de la necesidad del otro.

Para el psicólogo Javier Urra en esta etapa se ha adquirido consciencia de la importancia del amor. Se ha valorado la importancia de la lentitud para reflexionar, uno se ha reapropiado del tiempo, un tiempo vivido, un tiempo interior, no el exterior, el cronometrado, desde la saludable desaceleración se ha adquirido consciencia de la importancia del amor, de los besos, de los abrazos para sanar, se ha constatado que el amor, la fraternidad, la amistad, la solidaridad, son valores mucho más importantes que el poder y el dinero.

No hay que olvidarlo, no se debería, y tampoco, que leer libros, escribir, escuchar música, admirar obras de arte, entrelazarse con la madre naturaleza es la mejor forma de cultivar nuestra excelsa humanidad.

Todos se han reencontrado con el espíritu de servicio público, es la red planetaria del conocimiento y la investigación, la que da un paso adelante hacia el bien común universal. Pero también la sociedad se ha topado con el Darwinismo social, señalando como opción necesaria, el sacrificio de los más frágiles, los ancianos y los enfermos, lo que es rigurosamente opuesto a la sociedad auténticamente humana.

La utópica armonía social global, se puede alcanzar cuando las naciones como constructo mental se disuelvan en una sola y cada persona anteponga las necesidades de los otros a las propias.

El futuro, y como siempre se construirá con quienes siendo minoritarios miran y se comprometen con él, y no con las numerosas personas ancladas en un reconfortante pasado.

Por eso hay que preparar a los jóvenes para los desafíos existenciales, la complejidad, la incertidumbre, una realidad mutante. Hay que educarles desde la curiosidad, la motivación para aprender, en los dilemas, las preguntas, la problematización, la capacidad crítica. Conservando el contacto personal entre profesor y alumno, fundamental, pues el profesor, el verdadero maestro, en la distancia corta, puede y debe transmitir pasión.

Hay que deducir, que todo está interconectado, una gravísima crisis sanitaria afecta a la salud física, que da paso a una crisis económica, que deviene en una crisis social, que conlleva crisis en el planteamiento existencial, y en el equilibrio psicológico.Para Javier Urra, la psicología es fundamental a la hora de salvar vidas

La psicología es una ciencia que ha proporcionado alivio a millones de personas, ha salvado la cordura y aun la vida a muchísimas. Se la asocia con el estudio de las enfermedades mentales, pero abarca todo el complejo espectro del ser humano, también sus fortalezas.

Uno sabe que los deseos, las ideas, cambian el mundo, siempre y cuando modifiquen nuestro comportamiento. Se ha de enriquecer la capacidad de tolerar la confusión, las contradicciones, pues así se observa un planeta con más medios que nunca y quizás con más miedo que nunca.

 

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El psicólogo Javier Urra, detalla los miedos que ha vivido la sociedad durante el coronavirus

La vida demanda ternura, no debe reducirse al flujo de datos y a la toma de decisiones, pues resulta positivo tener acceso a los datos, pero también conocer qué es lo que se puede obviar. Al respecto es manifiesto que los políticos, los periodistas referenciales no fueron capaces de prever o de informar sobre lo que iban a acontecer, su credibilidad ha quedado erosionada pero diluida por no ser casos únicos. Es más, pareciera que se ha buscado minusvalorar lo que acontece, como un intento de poner sordina a la tragedia, de no permitir visualizar el dolor y el sufrimiento.

Uno viene en occidente y en general, percibiendo que las condiciones existenciales mejoraban, y a la par se elevaban las expectativas, por lo que el sentimiento subjetivo de felicidad no aumentaba. Ahora y en perspectiva de gran angular se tiene el cambio, pero la Historia demuestra, que lo único constante es que todo cambia.

Un virus que ataca a los más mayores, a los enfermos, a los vulnerables. Tiene lógica científica que no impide reflexionar sobre otras pestes, hambrunas, guerras en el mundo que han limitado el crecimiento y extensión de quienes viven en tan limitado planeta.

Quienes disponen del lujo llamado tiempo para pensar, han de anticipar que lo acontecido se intentará olvidar, que habrá que darse la palabra a científicos e intelectuales, que la solidaridad emana de una abstracción de uno mismo.

Y aún más, se deberá plantear el riesgo, el peligro de la manipulación infinita del miedo y el sufrimiento. Hay que preguntarse: ¿Por qué los países no han cooperado con inmediatez? ¿Se ha antepuesto la productividad? La tasa de libertad se ha pagado ¿por miedo individual, por sentirse convencidos, por ayudar al sistema?

Los humanos son los que utilizan el lenguaje para crear realidades que son completamente nuevas, son una especie con algo esencial, la imaginación, y sin embargo se ha utilizado reiteradamente la peligrosa metáfora bélica que evoca aspectos como autoritarismo y violencia.

En el ámbito del conocimiento y la ciencia buscan progresar desde el agradecimiento a los que antecedieron a la sociedad actual, al respeto a los que vendrán después y el reconocimiento de la insondable, inabarcable ignorancia, y es que pudieran agotarse algunas materias primas, y fuentes de energía, pero no el conocimiento.

Hay que buscar diferenciar realidad de ficción, se ha creado una sociedad compleja basada en entidades imaginarias como los Estados–Naciones, las empresas, o el dinero, pero quienes viven, disfrutan, sufren y mueren, son las personas. Y son quienes desempeñan el saber de la psicología, quienes se ponen a las personas, en contacto con ellas mismas, con su inalienable intimidad.

El método de los psicólogos

Los y las psicólogas no son sacerdotes, no solo escuchan y no concretan lo que está bien y lo que está mal, pero si señalan capacidad de la sociedad para estar conectados desde la separación, y aseverar que el dentro y fuera de un hogar occidental se difumina, que no son secuestrados ni prisioneros, que no sufren deprivación sensorial, el hogar por pequeño que sea, no es un zulo. Además, y si bien el enclaustramiento no es voluntario, hay que recordar que es una medida tomada para nuestro bien y aún más importante, para la de todos los demás.

Se ha comprobado que hay tecnología que humaniza pero que se necesita salir de nuestra soledad y ver el rostro de nuestros vecinos, y poder anticipar para que cuando se vuelva a la normalidad, volverán los depravados de siempre, los delincuentes de antaño, etc.

Se volverá a un mercado libre donde el cliente siempre tiene razón, algo tan ilógico como el animar a todos a tener más, olvidando que el riesgo real de la economía es el colapso ecológico, pues es probable o al menos posible que se supere el riesgo de la escasez de recursos, para ello se cuenta entre otras “herramientas” con la inteligencia artificial, la ingeniería genética, la nanotecnología, etc., pero lo que es incuestionable es que nuestra bioesfera es muy frágil.

Actualmente en un mundo capitalista que ha demostrado muchas ventajas y que entre ellas se encuentra la libertad de expresión, pues bien hay que preguntarse: ¿El capitalismo mundial es verdaderamente compatible con el mantenimiento de los hábitos ecológicos?

Se ha llegado a un punto en que la publicidad ya no solo se dice que hay que comprar, sino cómo se debería de ser. La vida continúa y continuará, se ha confirmado el impulso de ayudar de la buena gente, y casi todos escriben y reciben mensajes como: “cuídate” o “¿todo bien?”.

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Una vez más, el psicológo Javier Urra deja su sello de calidad en elcierredigital.com

Hasta que la vida no te pone ante determinadas circunstancias, no se sabe hasta dónde pueden llegar. Hay que recordar, que las pestes, las enfermedades infecciosas, las hambrunas han sido los grandes azotes de la humanidad, que cada pocos años hay pandemias, como el síndrome respiratorio agudo grave; la gripe aviar; la gripe porcina; el ébola; el coronavirus.

Se ha comprobado que, debido al impacto de los seres humanos en el ambiente, y a la globalización, se han detectado nuevas enfermedades infecciosas, fruto de mutaciones aleatorias en el genoma de los patógenos, que pasan de los animales a las personas. Llegó la hora de plasmar La Constitución Planetaria, basada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

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