19 de marzo de 2024
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FIN DE SEMANA

Esta enfermedad representa aproximadamente entre el 50-70 por ciento de los casos de demencia entre los mayores

La saludable tradición de echarse la siesta podría ayudar a retrasar y prevenir el Alzheimer

La siesta veraniega es casi deporte nacional.
La siesta veraniega es casi deporte nacional.
El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa caracterizada por el deterioro progresivo de la memoria y de la función cognitiva. Representa aproximadamente entre el 50-70 % de los casos de demencia. Su incidecia se incrementa con el envejecimiento de la población. Un problema social de primera magnitud contra el que es necesario tomar medidas y la siesta puede ayudar a prevenirlo.

Ya desde hace años, existe una creciente evidencia de que el sueño de mala calidad podría fomentar el desarrollo de esta forma de demencia, por lo que desde sectores médicos se sugiriere que dormir adecuadamente durante la noche podría ser una forma de ayudar a prevenir la enfermedad de Alzheimer. Y no solo durante la noche. La siesta también parece que contribuye en gran medida a esquivar este mal.

El Alzheimer es cada vez más frecuente en nuestra sociedad. 

La investigación es uno de los caminos fundamentales para seguir estudiando y entendiendo qué pasa en el cerebro de una persona a lo largo de su vida y un pilar básico para poder trabajar en la prevención. En este caso, la Universidad Pablo de Olavide (UPO) y el Hospital Quirónsalud Infanta Luisa de Sevilla participaron conjuntamente en un proyecto de investigación para la prevención del alzhéimer, que podría conducir a la incorporación de recomendaciones de mejora en la calidad del sueño como medida preventiva para reducir la prevalencia de la enfermedad de Alzheimer en nuestro entorno.

En concreto, el estudio de 2019 trata de entender qué papel juegan las alteraciones de la estructura del sueño en la agregación de la proteína beta amiloide, una de las lesiones cerebrales que caracterizan a la enfermedad de Alzheimer. Para alcanzar este objetivo, se han seleccionado a un centenar de personas con edades comprendidas entre los 60 y 75 años, con quejas leves de memoria, que no tienen relevancia clínica, pero que han evolucionado a peor en los últimos años. A estos pacientes, se les realiza una evaluación neuropsicológica, se obtienen unos marcadores en sangre y saliva, se les hace un estudio de polisomnografía nocturna, así como una resonancia magnética de 3 tesla. 

En algunos países se permite dormir siesta en el trabajo, lo que redunda en la salud de los trabajadores y de la empresa.

El profesor José Luis Cantero, investigador principal del estudio, explicó que “las alteraciones del sueño asociadas al envejecimiento son muy prevalentes, si bien, hasta el momento no se sabe con certeza qué impacto tienen sobre el funcionamiento cerebral y la aparición de la enfermedad de Alzheimer”.

Estudios recientes realizados con modelos animales han puesto de manifiesto que una disminución crónica de la duración del sueño produce un incremento de placas de beta amiloide cerebral en regiones cerebrales que se ven afectadas por la enfermedad de Alzheimer, lo que lleva a pensar que los resultados del presente estudio podrían conducir a la incorporación de recomendaciones de mejora de la calidad del sueño en los programas de envejecimiento saludable como medida preventiva de la acumulación de beta amiloide cerebral, lo cual contribuiría a reducir la prevalencia del alzhéimer. 

El Alzheimer es gradual y destroza a la persona enferma. 

En este sentido, la doctora Blanca González-Gaggero, jefa de la Unidad de Medicina Nuclear y PET-TAC del Hospital Quirónsalud Infanta Luisa, añadió que, desde 2011, año en que se publica la última revisión de los criterios clínicos para la enfermedad de Alzheimer, “se reconocen la importancia de este tipo de biomarcadores, ya que van a ayudar en su diagnóstico, aumentando la probabilidad de que sea más precoz, previo a la fase de demencia”.

Para la enfermedad de Alzheimer disponemos de dos tipos de biomarcadores, los de la acumulación de beta amiloide y biomarcadores de degeneración neuronal. En la actualidad, en el Hospital Quirónsalud Infanta Luisa se realizan pruebas diagnósticas de PET-TAC para el estudio de ambos tipos de biomarcadores. Es por ello que, según González-Gaggero, la determinación, mediante la prueba de PET-TAC, de la presencia de placas de beta amiloide cerebral “ayudará a un diagnóstico más precoz de la enfermedad, pudiendo tomar medidas preventivas en la acumulación de esta proteína, que es lo que ocasiona la muerte neuronal”.  Por ello, como todavía no hay cura para la enfermedad de Alzheimer, por lo que debemos hacer todo lo posible para prevenir.

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