Hijo de pescadores murcianos, el piloto de 17 años se coronó en Portimao en su primera temporada después de haberse quedado sin equipo el año pasado
La historia desconocida de Pedro Acosta 'el tiburón' de Mazarrón, nuevo campeón mundial de Moto 3

Con 17 años, en su primer año compitiendo en la categoría, Pedro Acosta remontó desde la decimocuarta plaza de parrilla, aguantó la presión de Dennis Foggia, le pasó la presión al italiano y terminó ganando la carrera, la sexta de un curso para la historia, convirtiéndose así en campeón del mundo de Moto3.
Acosta es un tipo duro, consistente, que no se arruga ni dentro ni fuera de la pista. Lo hemos visto pelear codo con codo con sus rivales, con esa rudeza con la que se emplean hoy en día los adolescentes que compiten en Moto3, siempre al límite y demasiadas veces por encima de él.
Sin embargo, él siempre se ha mantenido frío, aparentemente tranquilo, también desenfadado, con humor, irreverente, con la actitud que puedes esperar de un adolescente. Pero tras conseguir el título, inevitablemente, se rompió por la emoción, lloró y mostró su interior, el de un chaval que se lanzó al mundo convencido de sus capacidades pero también con dudas.
Duro camino
Puede que la suya parezca una historia de cuento, pero detrás ella hay mucho sufrimiento. El sacrificio de una familia modesta de pescadores que apoyaron el sueño de su hijo. Le debe mucho al 'Pesquero Peretujo', con el que toda la familia se ha ganado la vida durante décadas, pues de ahí, de sus redes después de faenar, salieron las ayudas económicas, hipoteca incluida, para subirlo a la moto y dar vueltas y vueltas hasta acabar en lo más alto del podio.

Pedro Acosta celebrando la victoria con una caña en honor a su familia de pescadores.
Su madre, Mercedes, tuvo que dejar de trabajar para llevarlo a las carreras; diez, doce horas en los entrenamientos, las que hiciera falta. Su padre siguió faenando sin descanso, como lo hiciera también su abuelo, enrolado en el barco con apenas catorce años.
Su éxito también se lo debe al esfuerzo de su preparador, Paco Mármol, por convencer a un muchacho de su enorme capacidad, y darle la confianza que se merecía. Porque de niño, Pedro no quería ser piloto. Su padre era un aficionado que hacía tandas en el circuito de Cartagena y dejaba al niño en la escuela de pilotos del circuito para que se fuera aficionando. Pero a Pedro no le gustaban las motos. Sin embargo, Paco Mármol lo consiguió, y no solo eso, logró que aflorara su talento. Y ahí sigue, siendo como un padre adoptivo, como un hermano mayor, la mano amiga que siempre está ahí, para escuchar, para reír, pero también para cantarle las verdades cuando es necesario.
Hasta llegar al Mundial la vida de un piloto, en especial cuando es un niño, está llena de sacrificios y renuncias. No es una vida normal ni fácil. Es la parte de las carreras que no se ve, la menos llamativa: los días faltados al colegio, que tan importantes son; el tiempo alejado de la familia, de los padres; el vagar de una ciudad a otra, de un país a otro, casi sin descanso; y una rutina de entrenamiento implacable, que no permite un respiro. Con 13 o 14 años, esa no es vida para un muchacho.
Si los resultados deportivos acompañan, se acepta y a Pedro no le fue mal. Fue campeón de España Pre-Moto3 en 2017, con 13 años. Y luego llegaron el FIM CEV, que es el Mundial Junior de Moto3, y la Red Bull Rookies Cup, el campeonato promocional que se disputa en el marco de los Grandes Premios. En 2020, Pedro se consagró: campeón de la Rookies, y tercero en el FIM CEV. El murciano ahí ya mostraba su gran virtud: las frenadas. Recupera en las aproximaciones a las curvas lo que pierde por no ser explosivo a una vuelta. Es agresivo y le encanta. Su desparpajo en pista es sólo el reflejo de su carácter fuera de ella: extrovertido, campechano, abierto y muy ambicioso.
En marzo se rompió una pierna, justo cuando comenzó el confinamiento, pero eso le permitió sobrellevar mejor la rehabilitación. Ganó el título con soltura y a final de año estaba todo claro: iba a debutar en el Mundial 2021 con el equipo MT Fundation 77, con el que estaba compitiendo en el FIM CEV. Incluso se planteaba sus objetivos: aprender y coger el ritmo del campeonato, y en la segunda mitad intentar colocarse entre los cinco primeros, o hacer un podio. Esto lo decía hace un año.
Pero, inesperadamente, se quedó sin equipo. Siendo campeón de la Rookies tuvo la suerte de que el Team Ajo, la escudería oficial de KTM, patrocinada también por la firma Red Bull, le hizo un hueco. Son varios los campeones de la Rookies a los que Ajo les ha dado una oportunidad en el Mundial, pero ninguno ha respondido como Acosta. El resto es historia.
Pedro Acosta haciendo el símbolo del tiburón.
A pesar de que no será el campeón más joven de la historia por días, pues Loris Capirossi conserva tal honor desde 1990, 'El tiburón de Mazarrón' se ha situado en la senda de los grandes. La próxima temporada correrá en Moto2 con Ajo, una categoría más acorde con su físico. Ha dado un buen estirón a lo largo de la temporada, lo que le ha provocado muchas molestias para conseguir acoplarse a las pequeñas Moto3, algo que ha confesado después de su victoria.
Acosta sufría dolores de espalda y molestias musculares porque su cuerpo ya no cabía en la Moto3, y cada sesión de entrenamiento y cada carrera se convertían en una tortura para él, y cuenta los días para rodar con la Moto2, una moto más adaptada a sus hechuras. Sus entrenamientos en circuito son precisamente con moto grande. Rueda habitualmente con una Yamaha R6 en Cartagena, una moto de 600 cc que multiplica la potencia y el peso de su ligera KTM de Moto3, y le ayuda a curtirse para el reto que va a asumir en 2022. Nadie sabe que pasará la temporada que viene, pero el futuro está en sus manos.