29 de marzo de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Documentarse

/ Documentarse.

Nuestro sempiterno diccionario se ve amenazado por una caterva de ignorantes obsesionados con cambiar el idioma por medio de monsergas ideológicas. Estos descerebrados no aceptan el acervo lingüístico, diseñado por una serie de sabios, que han adaptado su evolución, desde la etimología hasta la costumbre más arraigada, aglutinando vocablos con diversas acepciones. El verbo documentar lo define como informar a alguien, proporcionándole documentos, sobre un asunto en el que va a intervenir. Parece que habla del asesor, experto, o  no, que recopila datos para facilitar la actividad del que ha de hacer o decir.

Existe la vertiente educativa, donde los docentes deberían regalan recursos documentales, y explicación, para que sus alumnos adquieran conocimientos, como habilidades, con los que afrontar su futuro. Quienes instruyen, orientan, dirigen o dan ejemplo, servirán de referencia aportando vivencias y puntos donde consultar para aprender lo que sea necesario para progresar con éxito. Los autodidactas suelen documentarse, pero supone un esfuerzo o necesidad de los que no pueden o quieren recibir la información. En estos tiempos, al menos en el primer mundo, cuando existe una oferta colosal de facilidades, no tiene mucho sentido empeñarse en ignorarlas para formarse adecuadamente.

No parece sencillo pretender formar a los más jóvenes olvidando la disciplina, el trabajo, hasta el sacrificio mesurado, dejándolos decidir hasta dónde están dispuestos a llegar. La formación, como la educación, exige una serie de condicionantes para intentar conseguir eficacia. Precisamente, la eficiencia de quienes instruyen es el pilar fundamental desde donde alcanzar los objetivos que se buscan en una sociedad moderna. Organismos internacionales de prestigio, donde aparecen los mejores centros docentes del mundo, colocan en muy deficiente posición a los españoles, y debería avergonzarnos. Pero los que detentan el poder ni se ruborizan, más bien todo lo contario, porque siguen empecinados en reducir exigencias y contrastar calidad en conocimiento para mejor manipular a una población sin capacidad analítica y de reflexión.

En eso estamos, tan enfadados unos, como tan contentos otros. Y los indolentes, acomodados en su silencio por distintas y bastardas razones, entre los que existen personas con capacidad para interrumpir esa deriva lamentable, se dejan llevar en una navegación errática sin nadie al timón. El diccionario, también, recoge otra acepción esencial, como es proporcionar documentos para acreditar algo que se dice o se escribe. Ahí podría incluirse la cédula de identidad, que es el instrumento para determinar oficialmente quiénes somos.

Desde nuestro Documento Nacional de Identidad nace toda una serie de justificantes para hacer muchos y esenciales trámites. Sin el DNI no existimos ni podemos hacer. Una obligación que establece el Estado como medio para ordenar y organizar nuestra convivencia legal. Además de imponerlo en los términos que fijan las leyes, los ciudadanos pueden adelantarse al plazo cuando hay que identificarse en innumerables circunstancias, incluso para recién nacidos.

El Gobierno exige, y lo cobra, obtener el DNI y renovarlo para afrontar trámites imprescindibles. Su deber es facilitar con eficiencia y eficacia tal tramitación. Los ciudadanos no deberían soportar colas, olvidos y cortapisas técnicas, hasta cierto desprecio, para cumplir el suyo. Las oficinas del DNI deben ofrecer profesionalidad, sentido común y corazón, pues son infinitas las situaciones en ese proceloso recorrido. Es su deber asignar medios para atender a los ciudadanos españoles con flexibilidad e inteligencia.

Si hay acumulación de solicitudes, se hace obligatorio aumentar la respuesta con más elementos técnicos, horario y personal. No valen excusas de mal gestor. Se pueden alargar esos horarios habituales hasta donde sea preciso para prestar mejor servicio, porque podría abrirse antes y cerrar después, incluso horario nocturno, fines de semana y festivos, siempre que haya posibilidad real. También, agosto por la tarde. No hay justificación moral para castigar a quienes tienen el deber de acometer ese proceso y documentarse.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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