28 de marzo de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

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Francisco Mercado

Más de un tercio de los votantes socialistas se han ido a la "taberna" de Ayuso

Isabel Díaz Ayuso.
Isabel Díaz Ayuso.

¿Qué hacemos con los gilipollas que ganan 900 pavos y van a votar a Ayuso?" Es la pregunta que se hacía el ideólogo de Podemos, Juan Carlos Monedero antes del 4M. Temía que no votasen a una formación que fundó él, humilde profesor de Políticas que cobró 400.000 euros por un informe bolivariano nunca visto, y que olvidó tributar correctamente. Ahora asesora a grandes empresarios. Con 400.000 euros viven 400 gilipollas al mes. Y en 2019 ingresó casi 162.000 euros. Otros 162 gilis.

Le choca al politólogo que los mileuristas no voten a Pablo Iglesias que de vivir en una VPO prestada por la madre ahora habita un chalé de 600.000 euros, con un patrimonio familiar de un millón, y encima recibe una indemnización como ex vicepresidente de 5.000 euros mensuales. Es decir, el equivalente a cinco obreros gilipollas. Monedero e Iglesias tienen sueldos dignos de ricos candidatos de derechas, se fingen y visten de obreros cuando llega la época de siembra electoral, y quieren que les voten los obreros. Pero esto ya no cuela ni en Vallecas, antiguo hogar político de Iglesias. Les resulta más fácil hallar piedras junto a un mítin de Vox que votos. Y no hay que olvidar que el partido del obrero listo desvió casi 400.000 euros a una empresa ignota de México y que su fundación embrionaria recibió siete millones libre de impuestos de una dictadura que mantiene bajo la hambruna a su pueblo, o sea, millones de gilis venezolanos.

En esto llegó Carmen Calvo y elevó el precio del pan: "Para un socialista es dificilísimo hablar de cañas, de ex y de berberechos".

Sus periodistas afines proclaman: “Parece imposible ganar en las urnas a quien garantiza cervezas, negocios y puestos de trabajo bajo riesgo de contagio de un virus mortal si al que puede ser contagiado le importa un bledo y el que se contagia dice (si llega a tiempo) que, por lo menos, lo intentó. ¿Es justo? Es la democracia”. Es la democracia y otra forma de llamar gilipollas al que vota al PP. Otra periodista añade: “Se caen algunos mitos hoy sobre la supuesta ideología de Madrid y sobre el supuesto efecto de una alta participación. Los resultados son clarísimos: Madrid respalda contundentemente a Ayuso y la mayoría de los votantes madrileños es de derechas”.

Díaz Ayuso y Pablo Casado.

Pero esto obvia que buena parte de los votos que ha ganado de más sobre 2019 Isabel Díaz Ayuso no vienen de la derecha. Vienen del PSOE y de Ciudadanos. Tildar de derechista a un votante sólo porque en esta ocasión ha retirado su voto al PSOE suena excesivo. Pero no es menos ventajista llamar voto de derechas a los sufragios robados por el PP a Ciudadanos, un partido tan fascista que el PSOE quería gobernar con él Madrid a través de una fallida moción. Vox no ha bajado. Por tanto, no ha sido en este caladero donde Ayuso ha doblado sus votos.

Una encuesta de LA RAZÓN daba los siguientes datos:El candidato socialista cede más votos hacia la derecha (11,2%) que hacia la izquierda (9,5%). Díaz Ayuso le hace un agujero electoral del 10,1% -89.306 votantes-, de mayor tamaño que el que suponen las fugas hacia Más Madrid (5,8%) y Unidas Podemos (3,7%) juntas. Un porcentaje del 9,4%, 83.116 socialistas, se quedarán en casa”. El partido naranja es el que se lleva la peor parte, ya que le transfiere al PP el 63,5% de quienes les votaron en 2019, unos 400.000 electores. De quienes optaron por Vox en 2019, 80.834 no repetirán y se pasarán al PP, lo que representa un 28,1%”. 

Ahora, tras el voto real, los analistas deberán destripar qué trasvases se han producido. Pero no cabe sentenciar que Madrid es de derechas porque en unas elecciones se vista de derechas. El voto está más repartido de lo que parece entre derecha e izquierda. Pero el partido que logra ilusionar a x porcentaje de votantes que navegan entre aguas se hace con la victoria. Especialmente, cuando la oferta se recorta.

Y la izquierda ha sufrido el peso de tres candidaturas que competían por el mismo voto. La derecha partió de la creencia de que CS iba a morir, por tanto, no merecía ser votado, y de que la opción más garantista era el PP. Pero por encima de culpar al electorado habrá que preguntarse qué ha ocurrido para que el PSOE pierda más de 270.000 votos y CS más de 496.000 votos. Y Vox apenas ha cosechado 45.000 votos más que en 2019. Es decir, apenas ha recogido botín del desplome de CS, ni ha sido saqueado por el PP. Por el contrario, 905.498 ciudadanos más han votado al PP que en 2019.

El PP ha tenido que rascar fuera de los votos perdidos por PSOE y CS. Los futuros análisis revelarán si ha recuperado abstencionistas o ha captado nuevos votantes jóvenes. Porque hay medio millón que no es fruto de perdidas de electores pasados de PSOE o CS. Pero las cifras, 1,6 millones de sufragios de Díaz Ayuso, son aplomadoras para despreciar a sus electores como gilipollas, suicidas aspirantes a enfermos, o clientes de taberna que diría Tezanos. 1,6 millones son demasiados borrachos. Y más de un tercio de los votantes socialistas han salido tambaleantes después de emitir su voto en la taberna de Ayuso.

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