
Patio de columnas
José Francisco Roldán
Panorama perturbador

Estamos viviendo acontecimientos novedosos, que nos hacen acometer pretensiones a muy corto plazo. Cuando nos contaban la dinámica política italiana, donde los meses con gobiernos en funciones se hacían interminables, nunca imaginamos que podríamos estar en las mismas condiciones de provisionalidad. Este tiempo nuevo, donde existen dirigentes políticos, de dudosa competencia y autoridad moral, organizándonos la vida y hacienda, es muy complicado asimilar la amalgama de malos ejemplos con los que cada día solemos levantarnos.
Para demasiada gente, toda la información que emana del gobierno de la nación está vacía de credibilidad, a pesar de que nos están acostumbrando a ver cómo disimulan falacias. Hay un porcentaje de personas que no tienen ningún interés en la lucha partidaria esperando el dinero regalado para seguir aguatando el devenir. Otros, que no son pocos, continúan amamantándose de las arcas públicas defendiendo a ultranza todo lo que les permita mantenerse en el machito. Tampoco faltan esos seguidores ideológicos empeñados en someterse a cualquier arbitrariedad, si la protagonizan los suyos; súbditos adheridos a unas siglas perseverando en la fidelidad.
Una buena cantidad de ciudadanos no pueden esconder el preocupante horizonte que les dibujan desde altas esferas de la gobernabilidad y no aceptan la imposición parcial de los que se han acomodado ilegítimamente disfrazando promesas incumplidas para lograr el poder, arribistas hipócritas ordenando lo que hay que hacer y actuando del modo opuesto. Se aprecian dos grandes opciones sociales, en muchos casos sin adscripción partidaria, que enfocan con beligerancia la problemática nacional.
Los medios de comunicación tampoco esconden sus debilidades abrazándose a quienes les ayuda o respaldan sus intereses más o menos correctos. Y en esta situación, que tanto puede confundirse, nuestros representantes políticos, ocupando los asientos en el templo de la soberanía nacional, no dejan de avergonzarnos con evidente desparpajo y desprecio a las elementales normas de convivencia, respeto y consideración. Apesebrados indecentes, compiten en la chismosa tradición parlamentaria olvidándose de la responsabilidad que deberían asumir afrontando sus funciones.
Petulantes camorristas hablando en nombre de bandas de filibusteros disfrazados en grupos políticos. Por eso, cuando las diferencias van incrementando una crispación que irradia esas calles anhelando paz, seguridad y progreso, no faltan quienes recuperan imágenes del pasado para recordarnos frases de golpistas, asesinos y criminales de guerra, que se aprovecharon de una amnistía cuando se cambió el régimen político y era promulgaba nuestra Constitución.
Las redes, en ocasiones desproporcionadamente repletas de odio, evocan frases de quienes lideraron el golpe de estado contra la República Española en el año 1934: “No creemos en la democracia como valor absoluto. Tampoco creemos en la libertad”. Y aquellos condenados por la revolución sangrienta, que tanto daño ocasionó en España, fueron indultados y recuperados para las siguientes iniciativas políticas, sociales y dramáticas consecuencias, que masacraron nuestra tierra. Se ha producido una especie de reencarnación de aquellos indeseables para muchos e idolatrados por unos pocos.
Revolucionarios, independentistas y sectarios vuelven a conseguir cambios legales y sus indultos. Pero siguen exprimiendo a quien se ofrece reclamando una amnistía ilegal. Ninguno de ellos demuestra creer en la democracia ni en la libertad, porque recurren a la extorsión parlamentaria para conseguir sus objetivos ilegales. Los aparentes extorsionados, amparándose en la propaganda de toda la vida, se dedican a blanquear actitudes infectas justificando con indecentes argumentos normativos y didácticos lo que no puede ser. Pareciera que, como su referente histórico, creen poco en esta democracia y la libertad, en la que están empeñados una gran mayoría de ciudadanos españoles. Lo que estamos viendo y escuchando en el Congreso de los Diputados nos ofrece un panorama perturbador.
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