25 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

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Sergio Martín Guardado

America is NOT great now

Asalto al Capitolio.
Asalto al Capitolio.

Cuando el Reino del Mundo Libre y el resto del mundo que vive en libertad, así como el que no la conoce, asisten al cuestionamiento de los principios, estructuras y procedimientos democráticos, no hay nada que celebrar. Trump y el trumpismo -en definitiva, el populismo- mostraron la verdad sobre la mayor de sus mentiras, su eslogan, su nada para tapar vergüenzas propias (su todo): el ‘Make America great again’. No sólo no le han devuelto las grandezas según ellos robadas a América, sino que han tirado por tierra la credibilidad y la confianza internacional, al menos en lo formal, en la democracia mayor del mundo. A menos de forma interna, la Nación no tuvo jamás a los mandos del timón del Estado a un auténtico Napoleón venido a menos, con síndrome de niño sin juguete.

Cuando Trump jalea a romper la democracia, la sorpresa sería que en este país dividido, crispado y polarizado no ocurriese absolutamente nada. Llevan meses vendiendo conspiraciones, fabricando teorías y mentiras para oponerse a la decisión de los tribunales, la verdad, la única legítima en un Estado de Derecho, como son los Estados Unidos de América. Este es otro nuevo escenario dentro del triunfo momentáneo de la desinformación sobre la integridad de los sistemas democráticos, que ya trasvasa de manipular las mentes para cambiar el sentido del voto. Una vez se descubrió todo lo que rodea el mundo del fenómeno ‘Cambrige Analytica’, a la desinformación y sus agentes no les queda más que fabricar mentiras, ahora no para ganar elecciones, sino para cuestionar la democracia y las normas y procedimientos sobre los que se aquella se asienta.

Asalto al Capitolio.

Que Trump ganó las elecciones pretende ser convertido en verdad, da igual a qué precio. Un presidente alentó a hacerlo y se hizo, las redes sociales sirvieron para lo peor, que es organizarse para asaltar el núcleo de la democracia representativa para los norteamericanos: el Capitolio. Es tan simbólico que no puede describirse sino con imágenes, América sucumbió en momentos de caos e incertidumbre ante una nueva lucha del populismo que ha hecho de la política el tuitear permanentemente. Prueba de ello es que Trump prefiere usar Twitter para pedir fin a la insurrección violenta del Capitolio que el despacho oval o un atril en la Casa Blanca. Twitter siempre dejaría abierta una estrecha posibilidad de que maniacos y fanáticos vieran entre líneas, en su discurso, un “apreteu, apreteu” en términos de procès.

La desinformación es la mayor amenaza de las sociedades democráticas, llevó a Trump al poder manipulando mentes y ahora socava las instituciones, posibilitando la germinación de numerosas sectas. Si, son sectas que ven una camarilla suprema, demócrata y azul, por supuesto, que lo dirige todo y que les han robado las elecciones, a la que además acusan de pederasta. Sectas que, por un momento, generaron pánico ante la posibilidad de apertura de una crisis constitucional. Es un movimiento sedicioso el que se alza contra las instituciones, el que secuestró claramente anoche la voluntad soberana de los estadounidenses. Siempre será peligroso rodear parlamentos erigiéndose en pueblo, cuando el pueblo queda representado en las sociedades avanzadas ya en las cámaras legislativas. Y, ayer se materializó ese peligro.

EEUU se ha convertido en una democracia frágil, en las palabras de Biden. Eso se debe al triunfo del populismo aupado por la desinformación, que se axilian para crear identidades que deslegitimen el orden establecido por la decisión mayoritaria de la ciudadanía, en realidad una minoría kamikaze. Y, ahora la prioridad no solo debe estar en proteger los procesos electorales de este tipo de injerencias sino de salvaguardar la convivencia en sociedad natural y democrática en paz. Con lo de ayer, Twitter y Facebook parecen ser los únicos capaces de haber contenido a Donald Trump.

Precisamente por esto último, América no es grande ahora. A pesar de que las cámaras ya en reunión conjunta hayan ratificado la victoria de Biden, la democracia madre del mundo libre debe responder por los procedimientos legales y estructuras democráticas que la Constitución de 1787 y la XXV enmienda de 1967 establecen. Deben hacerlo, de lo contrario la democracia de EEUU volverá a demostrar no sólo que la política se decide a través de perfiles y retweets, sino que lo seguirá haciendo en el futuro. Los Estados Unidos América, orgullosos de la libertad y la democracia, necesitan de nuevos hechos históricos, de nuevos líderes y hombres de Estado. Mike Pence, el vicepresidente, tiene la oportunidad de que este golpe al Estado sea recordado no por sus escenas e imágenes sino por la respuesta del Estado de Derecho, su presidente debe ser removido de su cargo dado que está en responsabilidad cuasi directa con un delito contra el orden constitucional próximo a la sedición. El proceso es costoso, ya que podría acabar en una exigencia de dos tercios de las cámaras: he ahí la oportunidad para el Partido Republicano, demostrar que son Republicanos y no Trumpistas.

Una oportunidad para la unidad, entre demócratas y republicanos que lance un mensaje de continuidad de la democracia al mundo. Está claro que la traición al orden constitucional de Donald Trump hace evidente su incapacidad para cumplir con los deberes y poderes inherentes al cargo, ya que ha amparado por momentos una afrenta inconstitucional, delictiva y antidemocrática. Un mensaje de la prevalencia de las constituciones como garantía de convivencia. Un mensaje de poder, del poder soberano de las instituciones democráticas emanado del pueblo. El poder democrático y no el poder de populismos, que solo buscan polarizar y dividir para que América no sea grande de nuevo y, así, también el resto de occidente deje de serlo.

Contra ellos, deberán actuar otras democracias en el futuro previniendo situaciones como las que ayer debieron ser evitadas por los servicios de seguridad nacional en el Capitolio. Los ciudadanos somos los primeros y últimos soldados en esta guerra pacífica en defensa de la democracia, no podemos contribuir a alimentar a movimientos extremistas, que ya vemos como acaban. El populismo se va instalando en muchos países europeos, estemos atentos a la búsqueda de la verdad, que ya sólo casi depende de nosotros mismos. La mentira pudo acabar ayer con la democracia y ha abierto paso a una convivencia difícil en EEUU, no permitamos desde ningún lugar del mundo que esto ocurra. La razón y la libertad son las únicas medicinas contra la insurrección permanente del populismo y su amiga necesaria, la desinformación.

Sergio Martín Guardado es Investigador en el Área de Derecho Constitucional de la Universidad de Salamanca. 

 

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