18 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

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Juan Munguira

La reconciliación en los tiempos de cólera: El fracaso excita y el éxito adormece

Los expresidentes Felipe González y José María Aznar
Los expresidentes Felipe González y José María Aznar

En las paredes del ayuntamiento de Gouda, en Holanda, está inscrita la máxima en latín” escucha incluso a la otra parte”. Dada la complejidad del mundo actual y la diversidad de las teorías económicas, debemos ser humildes y cultivar la flexibilidad del pensamiento. Se llama gloria a la adhesión de unos y al odio de todos los demás.

España es un gran país y lo vamos a demostrar. La España de grandes empresarias y financieras como Esther y Alicia Koplowitz, de excelentes presidentes como Felipe González y José María Aznar, de excelsos humanistas como Enrique Revuelta y Francisco Salazar Simpson, de talentosos escritores como José Rey y de brillantes economistas y ejecutivos como Alvaro Alepuz y Emilio Ontiveros no ignoran las dificultades, pero dominan la manera de superarlas. Conocen que todo lo que una persona es capaz de imaginar, puedo hacerlo realidad.

Vivimos una época de intérpretes: no vamos a la ópera para oír compositores sino para comparar versiones de distintos autores. La música contemporánea no llena los auditorios, solo lo hacen afamados directores de música clásica y pianistas y solistas de prestigio. Igual que en las artes escénicas, concedemos más importancia al actor que al contenido. Lo que no emociona o sobrecoge a la vista y al oído no convence. En la política, este fenómeno se repite también. El ateo cree que el mismo es Dios. 

La generosidad racional no debe hacer temblar a los dirigentes a la hora de consensuar la reconstrucción de nuestro país. España es admirada y querida fuera de nuestras fronteras. Talento para trabajar e ingenio para disfrutar. El éxito consiste en ponerse de pie, cada vez que uno tropieza. Aceptar el desacuerdo como algo natural. El acuerdo significa fortaleza, nunca debilidad. En la difícil convivencia entre el poder y la oposición, debe recordarse que el amor es la guerra de dos, que no se odian hasta que no empiezan a quererse.

Degustar un buen vino, imbuirse de los aromas, sensibilizarse con una ópera de Verdi, gozar del amanecer y respetar el ahorro, el esfuerzo y el trabajo bien hecho, están a latitudes distantes de la vulgaridad. Lo contrario de la virtud, es el vicio, no el placer. El consenso político debe ser parte de estos placeres. Crear obstáculos para no tener competencia, es un vicio y no una virtud.

Existen elevadas incertidumbres tanto sobre la pandemia, como sobre la estabilidad y el tejido productivo. Los dirigentes, en situaciones como la actual, demandan cheques al portador. La oposición, desgajada en distintas ramas y sensibilidades reflexiona sobre su subyacente. Olvidan que la verdad tiene un camino, que si es ignorada administra su particular justicia. La confianza merece reflexión, nunca desprecio.   

Las reacciones proteccionistas son un efecto colateral de esta pandemia. El cierre de las fronteras para evitar la expansión del contagio, es el primer indicio de una dinámica, que no por conocida, es menos dañina. El repliegue como estrategia. Se necesita crear una gran demanda interna y resucitar el tejido productivo nacional. El pánico debe ser evitado.

El cambio climático demanda una reflexión serena. El impacto de la crisis no debe ser excusa para un modelo irresponsable de crecimiento. La pérdida de la biodiversidad es un catalizador en la propagación de gérmenes potencialmente patógenos. La destrucción de los hábitats y los ecosistemas afecta a nuestra salud. Ello no debe hacer olvidar, que sin crecimiento y progreso económico, no se pagan las deudas, ni se obtiene financiación. Una sociedad hipotecada es una sociedad mucho más dócil.

El dinero es mucho más que la moneda y que el efectivo en circulación. Es un estado mental. El dinero tiene que estar respaldado tanto por la confianza como por la seguridad jurídica. La confianza debe incentivar la irrenunciable refinanciación de empresas y autónomos. Un torbellino de concurso de acreedores nos acechará. El derecho a la segunda oportunidad, tan denostado en Europa como sacralizado en los Estados Unidos de América, debe ser interiorizado en nuestra sociedad.

Europa, tan necesaria en estos momentos de tribulación económica, tiene una deuda ingente con el derecho romano. Un derecho que se fundamenta en principios universales. Constituye la familia, garantiza la propiedad y documenta las relaciones comerciales, a través de distintas figuras contractuales. Dirigentes sabias y equilibradas del actual gobierno, como Nadia Calviño o Reyes Maroto, seguro que reconocen el papel estabilizador e insustituible de la familia, impulsando actividades y horarios compatibles con su subsistencia. El colchón económico y asistencial que proporciona la institución familiar, equilibra no solo a los puritanos y ascetas sino también a los glotones y desmedidos, que deben aprender a saborear la perfecta geometría de una familia bien construida

Otro elemento consustancial al nacimiento y progreso de esa realidad llamada Europa, fue el florecimiento de las universidades como epicentros del saber, con la hispanidad como artista principal. España, emperatriz de las Américas, es un puente privilegiado con 22 naciones  Iberoamericanas, con la  consiguiente influencia sobre el debilitado y necesario ecosistema mundial. El abrazo entre discordantes. La diversidad como cimiento de un elemento común. Eso es Europa y debe ser preservado. La moral judeocristiana y la bendición del Obispo de Roma urbi et orbi, configuran nuestra razón de ser.

La emergencia demanda nuevos patrones de comportamiento. Esta pandemia es un mapa de tinieblas en la que no es fácil encontrar ni juicio que la comprenda, ni pluma que la descifre. La experiencia del fracaso es muy importante. España no debe olvidar que mientras el fracaso excita, el éxito adormece. Aprovechemos la oportunidad.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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