25 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

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José Francisco Roldán

Tormenta de ideas

/ Tormenta de ideas.

Los filósofos, ilustres apestados, que buscan orientar las ideas hacia el bien común y la justicia, como los profesores, que han sido apartados de sus alumnos como consecuencia de los nuevos planes educativos, que algunos sectarios etiquetan como progresistas, denuncian que desde el poder político se trata de restar formación y capacidad analítica de la población. La mayoría entiende que de ese modo es más sencillo manipular la opinión de quienes deben votar cuando se reclama su contribución a la democracia, eso que algunos pretenden apellidar de distinto modo para justificarse cuando la desprecian.

Los clásicos, que inventaron todo lo que ahora desarrollamos con nuevos términos, favorecieron el pensamiento para construir mentes pertrechadas de razón y claridad de ideas. Porque la ideología es una especie de código ético donde se relaciona el modo de conseguir objetivos utilizando determinados procedimientos. Cuando la libertad se supedita a las pretensiones de una élite social, dejará de tener la significación que se considera asumida por el modelo democrático que conocemos y deseamos conservar.

En los partidos políticos proclives a imponer sus criterios a toda costa, la intervención de la militancia se reduce significativamente, aunque, en realidad, en todas las organizaciones sociales, de algún modo, una minoría suele intentar apropiarse del protagonismo para manosear le opinión del resto. Hasta en esas pantomimas, que aparentan ser asamblearias o votaciones poco transparentes, y de eso hay muchos ejemplos, la facción más hábil o poderosa maniobrará para lograr sus fines disfrazando el resultado como fruto de la voluntad mayoritaria, lo que sería el clímax democrático.

La opinión de los ciudadanos suele tener poca eficacia sobre las decisiones de nuestros referentes sociales, a los que reclamamos pulsar la realidad de los problemas entre quienes conocen la materia y buscar soluciones para alcanzar mayores cotas de prosperidad y bienestar, que debería ser el objetivo más importante, según esos filósofos a los que olvidamos. Cualquier torpe que tiene capacidad de manejar recursos públicos y legislar sobre asuntos que afectan a los ciudadanos debería pasar un examen sobre las ideas desarrolladas por Sócrates, Plantón y Aristóteles.

Desgraciadamente, están creando problemas nuevos imponiendo sus ideas sectarias y totalitarias, que tan poco bienestar y progreso proporcionan a una sociedad perpleja o ensimismada en el cotilleo nacional. Cuando una empresa busca mejorar sus rendimientos, como debería ser dentro de un colectivo social, reclama de sus miembros lo que ahora llaman tormenta de ideas para debatir sobre las posibilidades y alcanzar conclusiones constructivas.

Las administraciones deberían acentuar sus procedimientos para facilitar la llegada de propuestas de los ciudadanos, que conocen del asunto o detectan disfunciones que podrían mejorar los servicios públicos. Ahora que comenzamos la época de celo democrático, no estaría de más demandar ideas y favorecer el contacto directo. De esa avalancha de ideas siempre habrá un porcentaje selecto de claridad e imaginación para aplicar a la gobernanza que corresponda.

La soberbia y petulancia de algunos políticos suele ponerse a prueba cuando lo que algunos ciudadanos ofertan tiene más sentido y racionalidad que las promesas en sus programas electorales. Vienen tiempos de regalar los oídos anunciando una verdadera retahíla de cuentos para engatusar a quienes estén dispuestos a creerlos. Ese es el problema principal, el desapego sistemático entre los potenciales votantes y los posibles elegidos, que impregna el ambiente en una nebulosa de suspicacia social, porque muchos no se dejan engañar ya.

Los debates electorales no son más que un ejercicio descarado de histrionismo despreciable; los programas han perdido su condición de compromiso para convertirse en una campaña de publicidad engañosa propia de timadores. Ahí va la primera idea de la tormenta: Cuando se demanda urgencia y eficacia de un servicio público para tramitar documentos oficiales obligatorios hay que aumentar horario o personal.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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