26 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Las rejas

Los católicos deberían conocer las bienaventuranzas, ese decálogo que difundió Mateo relatando el ejemplo vivo de Jesús. Una está dedicada a los pacíficos, elegidos por Dios. El mundo, como se puede constatar, es de los descarados con capacidad para imponer sus propuestas o dictados. Muchos caraduras logran sus objetivos sobrepasando el interés de personas prudentes y educadas, que padecen embates aguantando con paciencia o resignación.

Los tímidos procuran colocarse un enrejado virtual para esconderse, a pesar de todo el talento y capacidad que atesoran. Esa prudencia aparenta cobardía, simplemente, porque suponen el respaldo decidido de los poderes legales del Estado. Una sociedad henchida de pacíficos queda desguarnecida ante los sinvergüenzas, que controlan los resortes de la coacción. Si esa intimidación está disfrazada de legalidad, el problema se acentúa. Una colectividad a merced de un arbitrario ejercicio del poder no tiene recursos pacíficos para contrarrestarlo.

En cualquier situación, por leve que nos parezca, los ciudadanos prudentes y educados ceden su lugar al desvergonzado que se interponga. Los gobiernos deben dictar normas justas que protejan derechos y libertades con la contundencia y eficacia que exija cada momento. Si no es así, esos gobernantes no cumplirán con su obligación quedando inhabilitados ética y legalmente.

Hasta en la cola de un mercado podemos comprobar la injusta imposición de quienes superan el decoro ajeno para adelantarse usurpando el lugar de quienes callan. Algunos recordamos la necesidad de poner policías controlando una cola para comprar entradas del cine, porque existían caraduras de todo tipo que se adelantaban por las bravas o con subterfugios. Los pacíficos, sin la decidida vigilancia de los agentes del orden, sufrían en silencio los abusos de tanto indecente. Todos podrían relatar acontecimientos en los que cedió su derecho para evitar conflictos. De algún modo, la gran mayoría ha estado instalando enrejados psicológicos en su vida para protegerse de tantas acometidas.

Solemos aceptar abusos para orillar enfrentamientos hasta en situaciones legales. Los indeseables suelen usurpar derechos ajenos imponiendo su poder sin paliativos. Esquivar peleas o renunciar a la razón aplastante va minando la convivencia, que otorga al delincuente preferencias injustas. Las leyes se promulgan para eso, pero muchos no exigen sus postulados para driblar entuertos. No se puede aceptar como correcto el que una familia venda su casa porque un vecino les haga la vida imposible sin encontrar amparo legal. Es complicado entender que unos okupas se apoderen de la vivienda, y el propietario deba aceptarlo sin más.

La perturbadora malicia de un entorno violento expulsa a los pacíficos porque nadie actúa contra los que provocan la inseguridad. Nos dedicamos a comprar rejas y alarmas para impedir ataques de quienes hacen del dolor ajeno su modo de vivir y prosperar. Los encargados de imponer la ley se encuentran con la paradoja absurda de no poder actuar eficazmente contra los infractores por determinadas limitaciones normativas, que no hacen más que desproteger a los que deben ser defendidos.

El negocio de la seguridad sigue creciendo a costa de demasiadas deficiencias legales, que deberían acometerse con rigor y contundencia. Las alarmas y rejas en comercios no hacen más que agravar costes de los propietarios, ya bastante perjudicados, que deben dotarse de seguros y modos de paliar los efectos del pertinaz robo. Se hace imprescindible la seguridad privada para defender la integridad y la vida de quienes pueden ser elegidos por su significación social o capacidad económica. Un peso desproporcionado sobre las espaldas de los pacíficos porque se ignora la obligación moral y legal de controlar eficientemente a tanto malhechor, que se está beneficiando de una injustificada permisividad, embadurnada de generosidad mal entendida.

Habría que esmerarse para mantener más tiempo enrejados a los que se dedican habitualmente a causar dolor a los pacíficos, que pueden ser llamados por Dios demasiado pronto. Para los que atentan contra los derechos y libertades de los ciudadanos debería invertirse mucho más en alarmas, recursos y rejas.

José Francisco Roldán Pastor.

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