
Patio de columnas
José Francisco Roldán
Abstención

No son pocas las ocasiones en donde decidimos colocarnos en un terreno neutral para dejar la iniciativa o decisión en manos de otros. Nuestra vida está repleta de situaciones en las que nos encontramos más cómodos con la abstención, porque sacamos más rendimiento en las relaciones personales o sociales. No tomar partido en momentos puntuales esquiva conflictos para seguir relacionándonos con el entorno sin complicaciones que pudieran crispar en vez de calmar.
Los indolentes suelen renunciar a su derecho a discrepar para seguir navegando en la corriente más sencilla disimulando que su equidistancia no hace más que perjudicar intereses absolutamente benévolos. En estos últimos años, precisamente, ese colectivo pasivo y perverso está produciendo verdaderos problemas entre unos ciudadanos deseosos de conocer el posicionamiento valiente de sus referentes, cuando están en grave riesgo tantos derechos fundamentales.
El dejar de ejercer un derecho que se tiene, supone la abstención más conocida, como no participar en una votación, que puede ser esencial, porque no aceptamos el estado de las cosas o, simplemente, porque con nuestro dejar hacer facilitamos la victoria a quien deseamos favorecer. Es un concepto muy vinculado a la actividad política, que se ejerce para entorpecer o colaborar a la gobernanza. En pocos días, cuando nuestros parlamentarios hagan sus cuentas, la abstención podría ser fundamental para determinar quién dirigirá nuestras vidas durante los próximos cuatro años, si no es menos.
Pero alargando el concepto a la forma de afrontar situaciones, no debemos ignorar las clamorosas abstenciones de los que no actuaron con diligencia y responsabilidad en unas circunstancias, que exigían muchas obligaciones. Era en estos días del año dos mil veinte, cuando nuestros responsables políticos tomaron la decisión de abstenerse para dejar paralítica a una nación enferma, donde los muertos se amontonaban en determinados espacios, refrigerados o no, a la espera de darles sepultura.
No eran momentos de olvidar deberes esquivando los derechos de mucha gente, que imploraba medidas eficientes con las que paliar tanta desgracia social. Semejante indolencia política no hizo más que añadir malestar a las maldades, que imperaban en el tejido colectivo. Y nadie parece estar pendiente de exigir, reclamar o imponer justicia. Una legión de personas incompetentes sigue mangoneando nuestras vidas sin ninguna explicación que dar. Se continúan negociando abstenciones para lograr la indolencia más culpable.
Algunos privilegiados recibieron su recompensa injusta cuando facilitaron conservar el poder, como ahora, que pretenden cobrar nuevos sueldos de ignominia absteniéndose de proteger derechos colectivos y tratando de alterar gravemente la igualdad de los ciudadanos en el reparto adecuado de recursos. Pero aún está pendiente la contabilidad final de un proceso electoral contaminado y manoseado, sin respeto alguno a la consideración que se merece una sociedad como la nuestra. Siguen escuchándose reproches con suspicacias, empeñados en sospechar sobre la limpieza de las elecciones.
La pormenorizada contabilidad de papeletas y sus actas darán por finalizada una contienda política, que ha producido demasiadas abstenciones impuestas por los mismos encargados de garantizar el mejor de los escenarios posibles donde ejercer el sagrado derecho a elegir. Y no podemos dejar a un lado la abstención de quienes debieron garantizar la cadena de custodia esquivando el control oficial, donde las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado suelen asegurar su máxima garantía de calidad.
Poco dicen los medios informativos relevantes sobre semejante regalo al ejercicio incontrolable de la suspicacia. Resulta más cómodo buscar otras variables explicando un resultado, como poco sorprendente, porque hay demasiadas preguntas sobre el recorrido pormenorizado de las sacas con el voto por correo y quién garantizaba su protección frente a las tentaciones, que pudieran afectar a la limpieza del procedimiento, aunque no hay pruebas. Los reproches cruzados, de alguna manera, han solapado lo que supone una auténtica abstención.
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