26 de septiembre de 2023
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Fardar de España

/ Las futbolistas de la Selección Española de Fútbol femenino celebran su victoria en el Mundial.

No es la primera vez en que nos vemos sumidos en una especie de depresión colectiva. Las circunstancias, especialmente, la insufrible clase política, que se entretiene en banalidades insoportables, nos van arrinconando hacia un punto en el que no sabemos cómo salir. Pero, como si se tratara de una inyección de optimismo, las heroicidades deportivas nos insuflan una buena dosis de eso que llaman orgullo de pertenencia.

Esta maldita tradición secular de la envidia más insana, verdadera rémora histórica, nos sigue castigando con pertinaz insistencia para disminuir la autoestima colectiva, desmembrada en mil petulancias tribales, encargadas de comerse las entrañas de la nación más antigua del mundo. En cualquier dimensión social, porque parece gustarnos, tras una hazaña cualquiera, donde un representante español deslumbra al mundo, aparece la cara oculta de la insidia humana para desacreditar sin ambages lo que debería ser orgullosamente enaltecido.

Son muchas las veces que un grupo de deportistas, perfectamente coordinado, han dado lo mejor de su especialidad para alcanzar cotas de éxito arrastrando sin pudor la algarabía de un acontecimiento excepcional. Nuestra selección nacional femenina de fútbol lo ha vuelto a hacer, como la masculina, baloncesto, balonmano y tantas disciplinas puestas a prueba en competiciones europeas, mundiales y olímpicas. Salvando muchas y diversas distancias, no dejan de ser una representación de las distintas partes del territorio español, que se ponen de acuerdo para afrontar un reto conjunto, a la búsqueda del reto común.

Bajo la acogedora sombra de una bandera, enseña de un estado libre y puntero, un mosaico de jugadoras, compinchadas para el esfuerzo, fardando de España, han logrado un hito histórico, otro más en la enorme lista de logros deportivos. Mientras una buena parte de la sociedad vibraba contemplando el ímpetu controlado por la eficacia, nuestros diputados, olvidándose de todo lo que no tuviera que ver con sus espurios intereses, se esforzaban por dividir en pedazos amorfos el fututo de todos.

Cuando nuestras jugadoras de fútbol sumaban para multiplicarse en el campo, la casta política no hacía otra cosa que sumar para restar. Porque de eso se trata, disminuir la capacidad colectiva, algo en lo que somos expertos cuando nos dejan, para diferenciarnos con la perversa intención de perjudicar los justos intereses que inspiran le bien común. Es como imaginar a nuestra defensa central, muy buena, por cierto, metiendo un autogol o simulando error para que el balón sobrepase a la estupenda portera hispana.

No es posible asumir que la jugadora de Barcelona envíe un balón a propósito para que su compañera de Albacete cometa un fallo estrepitoso. Nuestro Congreso, en el modo en que se comporta, jamás sería capaz de meter un gol para que gane España, al menos con el concurso de algunos jugadores, empecinados en proponer un suicidio deportivo. Y de eso se trata, de entrenar y ejercitarse para competir con otros equipos, algunos más fuertes, tratando de perfeccionar la técnica individual y colectiva para vencer los partidos que podamos jugar.

Parece que algunos traidores, emboscados en una legalidad formal, optan por debilitar la capacidad de lo que un buen equipo podría conseguir. No hacen más que restar para perder, porque de esas derrotas sacan un provecho injusto, determinado por el egocentrismo más despreciable. Sin desmerecer los éxitos del deporte individual, cuyo agasajo requiere, los envites colectivos, donde cada trocito de España se engarza ensamblándose con absoluta eficiencia, demuestran la eficaz fortaleza hispana, a prueba de torpes y descerebrados, para seguir emprendiendo aventuras con las que lograr trofeos sociales de ámbito mundial.

No se trata más que ponerse de acuerdo en lo esencial, aunque cada uno de los puestos en el campo desarrollen estrategias individuales, pero sometidas al beneficio común. Nos falta arreglar el reglamento, que tiene deficiencias, y apartar gente del equipo. Hasta soportando enemigos internos y externos, por mucho que se empeñen algunos, hay quien no hace otra cosa que fardar de España.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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