10 de diciembre de 2023
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Almas en venta

/ Congreso de los Diputados.

A nadie se le escapa que nuestra voluntad podría estar a disposición de quien quiera comprarla. Dependerá del precio que nos ofrezcan. En virtud de lo que cobremos, la consideración social estará en mayor o menor cuestión. Para los que vieron la película Una proposición Indecente, sería aceptable ese intercambio, por no haber tenido remilgos en sustituir a la persona que se vende. Algunos aseguran que todos tenemos un precio, simplemente, es preciso conocer hasta dónde se está dispuesto a resistir.

Los hay baratos, que regalan su opinión por el simple regalo de la condescendencia, porque aspiran a que les presten atención. Otros, porque les va en ello su futuro, entregarán su adhesión a quienes garanticen un bienestar o influencia más o menos prolongada, que supone mucho de lo que jamás hubieran podido obtener en buena lid. Es conveniente conocer hasta dónde estaríamos decididos a vendernos sin más reclamo que una consideración en el grupo donde deseamos integrarnos. Como ha sido siempre desde niños, la adscripción al entorno de los iguales nos ha hecho ceder muchas cuotas de libertad. No está mal del todo, porque supone cobrar por aceptar cualquier decisión, aunque no guste. Pero la verdadera venta se dilucida en grandes ocasiones, cuando la prebenda multiplica su valor y está en manos de quien ejerce la extorsión más asquerosa.

En el rango de lo más importante, el ser humano, como ha sido objeto de estudio y acogedor acomodo literario, es capaz de vender su alma al diablo. Y como dicen los eruditos, el maligno se muestra con diversidad de apariencias, en la mayoría de los casos, arrebatadoramente atractiva. El seguidismo de los indolentes, verdaderos palmeros de quienes protagonizan las felonías, supone asegurar el éxito inapelable de una transacción irreparable, porque de eso se trata, de cargarse algo esencial para sustituirlo por la degeneración moral más despreciable.

No es malo recordar que esos tratos de beneficio temporal pueden resultar muy peligrosos, no sólo a quienes lo firman, sino a demasiada gente inocente, ajena a semejante desprecio. Los que tienen alguna formación filosófica entenderán que esa nefasta consecuencia alcanza con rigor a la conciencia y a eso que llaman paz espiritual, siempre y cuando, esos traidores, dispongan de algo parecido. La condenación eterna tiene sentido en personas aferradas a sentimientos religiosos de cualquier tipo.

Los seres vacíos, fatuos y superficiales poco pueden temer a la retribución del más allá, entre otras variables, porque nadie garantiza de verdad qué nos espera después de la muerte. Sin embargo, la muerte en vida sí podría considerarse una compensación adecuada a las conductas perversas. El vacío social, tan eficaz en otros tiempos, ha perdido vigencia y calidad frente a los desalmados sin escrúpulos, especialmente, secundados por una legión de insaciables mamones del tres al cuarto, que recurren a un sinfín de eufemismos con los que justificar algún resquicio ético, que pudieran tener escondido.

No les importa perder enteros en su plan de salvación, porque Dios no significa nada a las personas sin alma, sobre todo, si la han vendido bien. La dignidad o el honor se camuflan en el seno de una avaricia culpable, donde se disfrazan los autores de esa maldita felonía social. El que vende su alma pretende conseguir sus objetivos a toda costa, sin límites. El maligno sabe muy bien seleccionar a los bellacos para ofertarles ese gran regalo por lo que empeñan su vida.

Y detrás del gran negociante de la mentira se arrastran lastimosamente una serie de almas de menor rango agasajando lo peor para obtener lo que consideran que es mucho mejor. No se librarán del repudio social esos lameculos sin fuste, que firman un simple préstamo, porque no valen suficiente como para que el diablo puje por ellos. De todos modos, porque no lo saben, ofertan su voluntad en el mercadillo de los miserables morales, donde todo tiene un precio, aunque para algunos suponga una conciencia con tara o avería en ese outlet de rastrillo. En estos días aciagos, de traiciones y olvidos, con la esperanza de cobrar hasta una miseria, hay almas en venta.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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