28 de marzo de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

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José Francisco Roldán

El baile de los ineptos

Carolina Darias.
Carolina Darias. / Ministra de Sanidad.

Contemplando el comportamiento errático de ciertos responsables políticos nacionales no es complicado rememorar aquella película de Roman Polanski, al que acompañaba su malograda esposa, Sharon Tate. En el Baile de los Vampiros, mientras una caterva de seres blanquecinos de alargados incisivos recorría con parsimonia musical un salón adornado de grandes espejos, los protagonistas trataban de rescatar a la damisela con el cuello taladrado.

Al pasar delante de aquellos grandes cristales comprobaban que se reflejaban, pero el resto nunca. Sus disfraces no escondían su presencia clandestina y no tardaron en verse perseguidos por una procesión de infrahumanos sedientos de sangre. Salvando las distancias, los actuales sedientos de dinero suelen emplearse a fondo para obtener todo tipo de impuestos. No se hartan de inventar nuevos modos de sangrar a los mortales, que no pueden esquivar a esa maquinaria diseñada para succionar del cuello ajeno.

En este salón patrio, donde cada uno tratar de bailar como puede, los ineptos no pueden evitar verse reflejados en los espejos de la realidad. Ya no sirven sus disfraces roídos de tantas equivocaciones, que tanto daño han causado a los ciudadanos, embadurnados de ajo para evitar sus mordeduras. Es difícil enumerar la retahíla de normas embalsamadas de responsabilidad culpable. Aunque lleguen con retraso, cuando parece que no hay modo de concretar hechos y retribuciones legales -al menos esa es la sensación de muchos ciudadanos, que siguen esperando una repuesta eficaz de quienes deberían pedir explicaciones penales a los culpables-, los expertos internacionales han recorrido actos y tiempos vinculados a la pandemia del coronavirus para decir que se hicieron las cosas mal y tarde.

Y alargan ese reproche a todos los responsables políticos mundiales, de ese modo evitan identificar a los peores. En sus comparaciones oficiales, esos especialistas, hablan sobre la barbaridad de no interrumpir el tráfico de viajeros procedentes de China. Y ahí están nuestros ineptos, esos danzantes de la falacia empeñados en negar lo evidente para cumplir consignas sectarias de los intransigentes, que otorgan certificados de moralidad y progresismo.

Un comisario fue cesado, precisamente, por advertir a los policías de fronteras que tuvieran cuidado con los pasajeros que llegaban en avión desde China. Dejaron llegar visitantes de Italia cuando el contagio en el origen era clamoroso. Su maldita parsimonia hizo enfermar y morir al personal sanitario, que se cruzó con el virus sin tener idea de con quién estaban tratando. Los que no debían darse besos dejaron seguir la maldita tragedia mientras bailaban entre espejos de adorno ideológico, donde se retrataban y morían.

Evolucionaban intentando evitar que sus imágenes fantasmagóricas aparecieran en los escenarios públicos. Camuflados con vestimentas de rancia ralea trataron de correr cuando era tarde. Por mucho que aligeraban el paso su baile era torpe, entre otras razones, porque no sabían bailar. Desde las paredes acristaladas muchos zombis intentaban quejarse, pero nadie los escuchaba. Las gradas se llenaban de seres famélicos quejándose por no haber podido despedirse de sus seres queridos.

Alargaban sus colmillos tratando de llegar a esos cuellos culpables, pero no podían, ya no eran de este mundo. Y los ineptos continuaban buscando el modo de acompasar su ritmo a la sinfonía falaz. Tropezaban torpemente, pero sin dejar de danzar. Los contratos, regalos y dinero corrían entre amigos y conocidos, empeñados en ganar buenas comisiones con las que intentar atesorar ventajas en aquel salón de la fama fétida.

Y los que deseaban dejarse ver para intentar acompasar la música con el movimiento colectivo, curiosamente, no se reflejaban en aquellos enormes espejos. Había inútiles disfrazados de vampiro impidiendo que pudieran hacer algo. Los directores de la orquesta, desorientados, no conseguían sintonizar semejante despropósito. Los inútiles siguen dando vueltas aparentando bailar, porque no saben. Mientras, millones de ciudadanos vivos, porque los muertos no pueden, esperan que termine el baile de los ineptos.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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