
Patio de columnas
Maite Arnaiz
Han matado a Miguel Ángel Blanco

Era como un silencio a voces que recorría Bilbao, encogiendo el alma de los miles de bilbaínos que, 24 horas antes, habían salido a la calle en la mayor manifestación que se recuerda, reclamando a la banda terrorista ETA, la liberación del joven concejal de Ermua: “Han matado a Miguel Ángel”. Luego se hacía un silencio ante la impotencia de no tener respuesta a una esperanza truncada.
Hacía unos días, por pura suerte (no exenta de investigación) la Guardia Civil había liberado a Ortega Lara el mismo día que ETA liberó a Cosme Delclaux, a cambio de una sustanciosa cantidad de dinero que pagó la familia del abogado vizcaíno. Pensar en la indulgencia para Miguel Ángel, a cambio de nada, era no conocer a ETA.
Yo iba en esa manifestación, en compañía de la familia Zarraonandia-Beldarrain. En la Plaza de Moyua, se nos unió mi querido y añorado amigo José Luis López de La Calle. Desolado, le dio un abrazo a Zarra: “Querido Telmo, qué día más triste, para un encuentro tan grato. Enhorabuena; estaré en el partido”. Era el año en el que Zarra recibió un homenaje de su club del alma. El Athletic de Bilbao.
Llegamos al Ayuntamiento, lleno de manos blancas que pedían a ETA la liberación de Miguel Ángel y nos despedimos quedando en vernos un día para contarnos cosas.
Hablábamos, sí, pero no volvimos a vernos hasta 1999. Nos encontramos haciendo el Camino de Santiago, en la subida a O Cebreiro. Los dos llevábamos muchos kilómetros de cansancio y nos sentamos junto al albergue de Pereje. Fue un rato largo, en el que estábamos distendidos; toda la conversación fue sobre lo que habíamos ido dejando atrás: “Por aquí anda Cándido”; se refería al entonces secretario de UGT, Cándido Méndez, que también es un peregrino notable. Estábamos en la gloria. Es lo que tiene el Camino, que te aísla del resto del mundo sin hacer ningún esfuerzo.
En la conversación, nos centramos en San Juan de Ortega, un punto del Camino en el que dos veces al año se produce lo que llaman el milagro de la luz, que no es otra cosa que un rayo de luz equinoccial que aparece entre el 21 de marzo y el 21 de septiembre y entra por la ventana del pequeño Templo, alumbrando el magnífico baldaquino gótico y los hermosos capiteles románicos.
En nuestro paso por San Juan de Ortega, no habíamos coincidido con la fecha del milagro y José Luis dijo que sería “la próxima vez”. Desgraciadamente, para José Luis, no hubo una próxima vez, porque en mayo del 2000, ETA le asesinó de un tiro en la nuca. Hablé con Mary Paz, su entrañable compañera de vida y me dijo que José Luis estaba “preparando ya la mochila para el próximo Camino, por la Vía de la Plata”. En nuestra charla, habíamos hecho planes para un proyecto suyo de llevar el Camino de Santiago a la Universidad del País Vasco, durante los cursos de verano.
No volvimos a vernos, pero me envió una fotografía que hizo a la entrada de Melide, en la que alguien escribió en una piedra, un mensaje que recuerda a Miguel Ángel Blanco. Sin duda es el recuerdo de un peregrino como López de La Calle, como Cándido Méndez… como tantos millones de peregrinos que al paso del Camino, se detendrán ante el recuerdo de un joven al que la sinrazón de unos asesinos le arrebató la vida.
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